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Domingo, 20 de agosto de 2006

LEON GIECO ANALIZA “15 AÑOS DE MI”, EL CD Y DVD EN EL QUE RECORRE EL CAMINO DESDE “MENSAJES DEL ALMA”

“A partir de los noventa yo empecé a rendir más”

El disco es mucho más que un compilado: en CD y DVD aparecen canciones clave de su carrera reciente, con todos los clips e imágenes inéditas. León repasa todos estos años, extrae un par de anécdotas para ponerles un marco y rescata la figura de su padre como asesor musical.

 Por Cristian Vitale

Es habitual que las notas con León Gieco empiecen antes que el botón de “play” pase a “on”, sigan en las pausas y culminen después de la vuelta al “off”. Con sólo saludarlo, se larga una catarata de anécdotas que pasean, salpicadas, por distintas épocas y situaciones. No es el tema, pero se divierte contado que ciertos colgados todavía lo confunden con David Lebón o con Baglietto y que los viajes por el interior le suelen deparar sorpresas. “Una vez en Córdoba, nos bajamos en la ruta a comer y la moza me miraba... hasta que sacó un disco de ABBA y me pidió un autógrafo. ¡Me confundió con Benny Anderson!... y todavía lo debe estar creyendo”, dice y se ríe, mucho. También rememora el momento en que conoció a Bob Dylan, durante su primera gira sudamericana. “Estábamos cenando en Uruguay, en el mismo hotel, y le alcancé el casete que grabé con Pete Seeger. El tipo se emocionó y me lo cambió por un autógrafo y un prendedor. Inolvidable.”

El tema, en rigor, es que está próximo a salir un trabajo doble (en CD y DVD) llamado 15 años de mí, que contiene todos los videoclips que grabó desde Mensajes del alma hasta Por favor, perdón y gracias, incluyendo todas las paradas intermedias, más un CD con los temas filmados. Así, figuran “Los Salieris de Charly”, “Cinco siglos igual”, “El imbécil”, “Bandidos rurales” y “De igual a igual”, entre otros. La parte fílmica sigue con una serie de clips “aparte” –bonus y momentos especiales– que completan algo así como una película del León reciente. “Cuando entré en EMI, me pareció que ya era demasiado grande para hacer videos. Pero después me acordé que con Santaolalla, en De Ushuaia a La Quiaca, hacíamos clips permanentemente. Además de ser un trabajo de recuperación de los maestros, es un gran videoclip. Entonces, cuando llegó el momento de hacer el de ‘Los Salieris de Charly’, me acordé de eso.”

–¿A la hora de encarar un video deja todo en manos del director o aporta ideas propias?

–En general, acato ideas. Pero, por ejemplo, en el de “Los Salieris” me filmé a mí y puse imágenes de todo lo que estaba haciendo. Fue un demo de un clip, que después concretó José Luis Massa.

–En muchos videos aparece como actor. ¿Le gusta el rol?

–Sí. Me vestí de ciruja en “Los Salieris...”, de Colón en “Orozco” y de torturado en “El Fantasma de Canterville”, donde hicieron mi cara, me sacaron el ojo, me acostaron en una camilla y me filmaron gritando.

–En la presentación de Por favor, perdón y gracias, por ejemplo, arriesgó con una puesta en la que la imagen ocupó casi el mismo espacio que la música.

–Lo pensé como una forma de contar mi vida con imágenes de la historia del rock nacional, que tuvieron que ver con mis comienzos. Y mandé imágenes de catástrofes argentinas: la matanza de Ezeiza, Trelew, los nombres de los asesinos de la Triple A. Hubo chicos que vieron por primera vez la cara de Sixto Palavecino, Eduardo Mateo o Víctor Jara. Fue algo educativo.

El compilado, más allá de los clásicos, nuclea imágenes desconocidas para su masa seguidora: “El nido de las nubes”, el bellísimo “Canto en la rama”, extractado de las tomas de De Ushuaia a La Quiaca, “Guantanamera”, grabada con Pete Seeger, “A nuestros hijos”, un registro del recital que ofreció junto a Pedro Aznar, Spinetta e Iván Lins en 1988. Y el video de “El rancho la cambicha”, junto a Antonio Tormo. “A Tormo le hice un disco y lo llevé a tocar a un montón de conciertos de rock. El era un personaje como Sixto, porque lo podías plantear dentro de un festival de rock sin problemas. Los rockers los adoraban, porque eran personajes planetarios.”

–La diferencia es que Tormo, al revés que Palavecino, tuvo un momento de gran popularidad. Fue un gran vendedor de discos...

–Claro, en una época vendió más discos que Gardel. Lo que pasa es que lo habían prohibido, porque los gobiernos militares pensaban que era peronista. Pero él nunca fue peronista.

–El trabajo recupera toda la década del ’90, que significó un cambio profundo en su vida, no sólo en términos artísticos.

–Coincidieron varias cosas. A nivel personal, dejé de consumir alcohol y drogas. Cuando voy a los colegios, les cuento a los chicos que dejar las drogas me hizo ordenar los pensamientos. El rendimiento fue muy superior a toda la década del ’80, que había sido muy problemática.

–Pero De Ushuaia a La Quiaca y Pensar en nada son de los ’80 y no parecen fruto de pensamientos desordenados.

–Será porque la ideología no cambia con las drogas. Lo que se destruye es el cuerpo. Otro cambio fue la muerte de mi viejo, en 1992. Fue una pérdida muy importante, porque él fue mi inspiración para que viniera a Buenos Aires a cantar. El quería que continuara su carrera, porque había sido cantante de la orquesta del pueblo. Pero se dedicó al alcohol y se murió a los 68 años. En cada disco que hacía me iba con él al medio del campo, llevaba un grabador a pila con dos parlantes y un cable muy largo, que colgaba de los alambres de púa. Entonces, hacíamos un asado y yo ponía un casete con el disco nuevo. Era como entregarle el premio. Ojo, si no le gustaba algo me lo decía.

–¿Le boicoteaba canciones?

–Sí. Incluso me hacía preguntas sobre los temas. Se dio cuenta de que en “Yo vendo unos ojos negros”, de De Ushuaia a La Quiaca, Aníbal Kerpel toca un acordeón como si fuera un teclado. Además, fue el tipo que me dijo que “Cachito, campeón de Corrientes” y “Solo le pido a Dios” –que los compuse el mismo día– iban a andar bien. El chamamé le encantó, pero me dijo que iba a tener problemas en el ámbito del rock. Y tuvo razón, porque hubo dos o tres críticas mal de los diarios más derechosos.

–¿Qué tipo de críticas?

–En La Nación dijeron que me había dedicado a hacer música para sirvientas. Yo les respondí que sí... ¿cuál es el problema? La sirvienta es la que les da de comer a los chicos, les cambia los pañales, los cría, se tiene que bancar el acoso sexual del marido que viene en pedo y encima no cobra un mango.

–¿Y de “Sólo le pido a Dios” qué le dijo?

–Que iba a recorrer el mundo. Es loco, yo casi no la meto en el IV LP, porque me parecía una canción monótona. Incluso, la grabé de casualidad con Dino Saluzzi. Pero Charly escuchó el bandoneón, le gustó y la incluimos como bonus. Después, el presidente de Music Hall la puso primera en la lista. Fue enganchando de a poco hasta que lo grabaron en mil idiomas. Incluso, hoy rota una versión en inglés que vendió 500 mil discos. La hizo una banda de Dinamarca.

–¿Por qué no figura en el DVD?... la grabó en Desenchufado, que es de 1994.

–Tal vez lo pongamos en lugar de “Galleguita”, pero no hay video de la canción, sólo un registro de la versión que hicimos con Piero, Cantilo y Porchetto en el BA Rock del ’82.

–¿Qué ocurrió después de la muerte de su padre?

–Empecé a componer mejores letras, con otra temática. Y a meter nombres y apellidos, algo que me trajo grandes dolores de cabeza. Las canciones se tornaron más largas y elaboradas. Desde lo intelectual, las letras son menos sencillas que las de los ’80.

–Además, comenzó a grabar sistemáticamente con músicos de afuera.

–Todos los discos, desde Mensajes del alma hasta hoy, los terminé en EE.UU. Y me di el gusto de tocar con músicos de Bob Dylan, James Taylor, Crosby, Still & Nash. No quiero desprestigiar a los músicos argentinos, pero no sé si acá hubiese conseguido músicos para lograr que los temas queden como quedaron. Encontrarme con ellos fue encontrarme con primos hermanos que no conocía. Además, allá la industria musical es tan grande que necesitás una armónica en Mi, viene una combi y te la trae. Alex Acuña te viene con un camión y te llena la sala con instrumentos de percusión, por más que lo llames para tocar la pandereta. Por eso mis discos de mi última etapa suenan así.

–En especial Orozco... ¿Cómo piloteó el ataque de pánico que sufrió durante la grabación?

–Me agarró en EE.UU., justo cuando empecé a grabar. Es un blanco que habrá que revisar, porque me quedaron algunas secuelas en la memoria. A partir de Orozco, siempre tengo que tener machetes distribuidos por el escenario. No los leo, pero estoy como los asmáticos, que se curan del asma e igual llevan el aparatito a todos lados por seguridad. De Orozco, están los videos de “Alas de Tango”, “El imbécil”, que grabamos en la Villa 31, y “Los Orozco”, que es espectacular.

–¿Quién fue el primer actor que convocó?

–El Gordo Casero. Cuando se lo canté me dijo “estás abriendo las puertas de la locura”, siendo que él está más loco que una cabra. Al resto los elegí de una lista que me trajo el director.

–El video de “Bandidos rurales” es una clase de historia resumida. Mucha gente se dio cuenta de la existencia de Bairoletto, el Gauchito Gil...

–La idea la saqué de una nota sobre Butch Cassidy y Sundance Kid viviendo en Chubut. Y me pregunté ¿quiénes serán los cowboys argentinos? En un momento pensé que eran Chacho Peñaloza o Felipe Varela.

–Pero ellos eran jefes de las milicias irregulares, que se enfrentaban al centralismo de Mitre...

–Por eso empecé a buscarlos en la década del ’20. Los cowboys argentinos son los bandidos rurales de esa época. Estuvo bueno difundirlo, porque ahora se hizo una película sobre Mate Cosido. La otra vez fui a Chaco y me encontré con su mujer, Ramona. Lo mismo me pasó en Mendoza, cuando me topé con la mujer de Bairoletto, Telma. Las dos tienen más de 90 años pero andan. Con Telma me fui en micro hasta Alvear, donde está la tumba de su ex. Lo santificaron como a Gil.

–“Guantanamera” pertenece al disco que grabó con Pete Seeger, de 1989. ¿Fue parte del punto de inflexión también?

–Después de tocar con él, casi me la creo (risas). Seeger es el maestro de Dylan, de Joan Baez. Ahora, sacó un disco Bruce Springsteen conmemorándolo. Cantar canciones de Seeger en este momento en EE.UU. es estar contra la guerra y la dictadura estadounidense. El fue el primero que descreyó de la democracia allí. Si querés saber de democracia, no tomes a EE.UU. como ejemplo.

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