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Lunes, 12 de octubre de 2015

OPINIóN

Interpretar el trabajo del actor

 Por Carlos Tomada *

Quien interpreta amplifica un sentido. Le da vida. Crea un vínculo y comparte un sentimiento. Con estas pocas palabras –que al releerlas me parecen insuficientes– me tomo el atrevimiento de definir el trabajo del actor.

Los actores reflejan, conservan y enriquecen la identidad cultural y el patrimonio espiritual de la sociedad. Y por eso deben tener el reconocimiento que se merecen. Pero no sólo en la consideración social y popular, sino también por su trabajo y su dedicación profesional.

De esto se trata la iniciativa que días atrás la Presidenta envió al Congreso de la Nación, y que ya cuenta con media sanción. La Ley del Actor. Un proyecto que interpreta el trabajo del actor y que tiene como objetivo fundamental la creación de un régimen especial para ellos. Un marco normativo laboral y previsional que contemple las particularidades de este colectivo de trabajo. Un colectivo de alrededor de 14 mil trabajadores que cobran sus remuneraciones por intermedio de la Asociación Argentina de Actores.

Tratando de lograr una síntesis que explique esta idea, lo que se busca es cubrir todos los derechos laborales de los actores. Ratificar su condición de trabajadores en relación de dependencia. Amparar los derechos intelectuales y el uso de su imagen. Proteger la legalidad de sus contratos. Y dar respaldo previsional a quienes por su actividad se caracterizan por la discontinuidad laboral.

Este artículo no tiene por objetivo el abundar en detalles técnicos. No obstante, es importante destacar que la propuesta fue consensuada con todos los sectores sociales que intervienen en la actividad. Además de la perseverancia de la Asociación Argentina de Actores, el Ministerio de Trabajo contó con el aporte de los ministerios de Cultura, Desarrollo Social, de la Anses, de la AFIP y por supuesto del Incaa.

La creación del Ministerio de Cultura y la designación de Teresa Parodi fue la consolidación de una política activa en defensa y promoción del arte, la cultura y los artistas. También el puntapié inicial para lograr este avance tan celebrado por el colectivo artístico.

Pero éste no es un hecho aislado. La inclusión –que tanto desvela a los actores– es un objetivo que caracteriza a nuestro Gobierno y a nuestras propuestas políticas. Sin inclusión, la Argentina no hubiera podido salir de la decadencia, el ahogo económico y social en que se encontraba. Primero se trabajó sobre la generación de condiciones que hicieran posible la creación de puestos de trabajo. Después se recuperó la Negociación Colectiva para una distribución del ingreso más igualitaria. Se hizo lo mismo con el Consejo de Salario Mínimo Vital y Móvil. Y con el Trabajo Registrado en busca de que no se les nieguen beneficios a los trabajadores. Pero esto no fue todo. Porque también se encaró una decidida política de Capacitación y de Formación Profesional por la que ya pasaron más de 3 millones de personas.

En un mundo en el que el empleo ha sido subordinado a la especulación financiera, a los intereses económicos concentrados, hablar de trabajo resulta una mala palabra para algunos. Pero para nosotros es un orgullo. Porque significa dignidad. Porque significa ciudadana. Porque amplía derechos y posibilidades.

En la última reunión de los ministros de Trabajo y Economía del G-20 coincidamos con los países miembros que el mundo está en peligro. Pero no sólo por las guerras, los atentados, o las continuas disputas sobre la hegemonía. Está en peligro porque algunos han perdido la noción de lo que el trabajo significa. De su valor como ingreso fundamental de los hogares. Y como principal factor de inclusión social, de dignidad. De su aporte como factor de desarrollo.

En estos años de gobierno, se ha trabajado –y mucho– en lograr que sectores del trabajo, largamente olvidados, fueran incluidos como todo el resto de los asalariados. Se hizo con los trabajadores rurales, a pesar de las resistencias patronales. Y también con el personal de casas particulares. Ahora, es el tiempo de reivindicar a los actores. Y en esto se está trabajando. Porque la condición de artista, que está contemplada por la ONU, implica el reconocimiento de las libertades y los derechos, incluidos los derechos morales, económicos y sociales, en especial en materia de ingresos y de seguridad social que los artistas deben gozar.

Con el trabajo y el empleo, nunca está dicha la última palabra. Siempre hace falta más. Los argentinos hemos vivido pocas en las que nos arrebataron todo. En especial el futuro. Entre todos, tenemos que asumir el compromiso de defender lo logrado. Porque resolver lo que falta implica seguir y profundizar el camino que emprendimos el 25 de mayo de 2003.

* Ministro de Trabajo de la Nación.

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