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Domingo, 5 de noviembre de 2006

MAGDALENA FLEITAS, SIN PONCHO NI BANDERAS ARGENTINAS

Los sonidos de la tierra profunda

Con Risas del viento, que presenta hoy en ND Ateneo, busca revitalizar la relación del folklore con los chicos.

 Por Sebastián Ackerman

Magdalena Fleitas escapa al estereotipo del folklorista: sin poncho ni banderas argentinas, se viste de colores hasta para ir a los ensayos. Lo suyo es más el contenido que una postura, aunque con una particularidad: apunta a ser escuchada por los más chiquitos. “El folklore de Argentina y de Latinoamérica tiene una riqueza única, maravillosa. Yo de chiquita escuché música folklórica que me gustó y desde ahí me gusta cantarlo. No desde el lugar de abanderada y todo eso, sino porque lo conozco y sé que hay mucho para decir en cuanto a las historias que se cuentan, los paisajes, las temáticas, la mezcla de los ritmos criollos con los afro y los indígenas, que resultaron muy ricos y los chicos no siempre los tienen a mano”, explica a Página/12 Fleitas, que hoy a las 18 presenta Risas del viento, su segundo disco, en el ND Ateneo (Paraguay 918).

Musicoterapeuta, directora de un jardín de infantes y de un centro cultural musical, sostiene que con el folklore “hay un prejuicio después de tantos años de dictadura porque en algunos sectores de la sociedad se lo asocia con lo nacionalista-autoritario, y los folkloristas hemos padecido eso”, y que pegar al folklore a lo antiguo, a lo telúrico, es un error, porque “la música que uno ofrece con calidad y desde un lugar genuino en el sentido de que uno está diciendo algo que le gusta y lo conmueve, puede ser hoy, mañana, ayer, en cualquier momento”.

–Sus letras no son las típicas de la música para chicos. ¿Existe un folklore o lo escuchan los chicos?

–Eso es importante. Yo prefiero hacer música que sea para todo público, porque la música a los chicos les llega a través de sus papás y del medio que los rodea, y me parece muy importante que la propuesta no se infantilice. Tenemos años donde la música para chicos quedó empobrecida, pensando que hay que hablar en diminutivo, por ejemplo, pero ya en estos últimos tiempos los que hacemos música para chicos coincidimos en que tiene que haber una propuesta más rica, más adulta en el sentido de que hay que hablar en un lenguaje más cotidiano, más canchero, menos estereotipado. En realidad, cuando uno ve obras de arte no piensa si es para chicos o para grandes; es una expresión artística. Sí es verdad que los más chiquitos necesitan una poesía más cercana a lo que están entendiendo, pero también es interesante que no entiendan todo y les interese ir más allá, aprender nuevos conceptos y empaparse de colores aunque no los comprendan. Es importante que experimenten y escuchen canciones que les generen inquietudes aunque no sepan exactamente de qué están hablando.

–¿Qué les aporta el folklore a los chicos hoy?

–Creo que a los chicos les aporta cualquier expresión que sea de calidad, que haya trabajo en la interpretación, en los arreglos. No creo que sea “el folklore”. Podría decirte el contacto con la tierra, con los animales, con las raíces, pero también hay otra gente que hace otros ritmos que también lo hacen. En realidad, en la variedad está la riqueza de verdad, y que el folklore de los pueblos en general habla de la historia, de las raíces, de dónde viene esa cultura. Conocer eso siempre enriquece nuestra comprensión del mundo. Lo que sí aporta puntualmente es que el folklore de Argentina y Latinoamérica tiene mucha vitalidad, que creo que son los años de historia, se siente vital cuando se baila, cuando se oye, porque tiene mucha fuerza, porque sirve como medio de expresión para muchos pueblos, refleja voces, historias.

–¿Cómo reciben en Buenos Aires sus shows folklóricos?

–Maravillosamente. En la ciudad tenemos mucha necesidad de tierra, de volver a escuchar ritmos que tengan que ver con nuestras tradiciones. Es algo que viene de generación en generación, ritmos que se fueron manteniendo y enriqueciéndose y es una pena que se hayan perdido en la ciudad, pero en estos últimos diez años he visto un acercamiento muy fuerte al folklore. Creo que es una necesidad que se hable de la tierra, de los animales. En la ciudad estamos más desconectados de la naturaleza.

En sus viajes al interior y a los distintos países del continente, Fleitas visita las escuelas de los lugares a los que va para “para tener una relación más directa con el mundo de los chicos”. “Lo más importante que descubrí en mi trabajo es qué importante es para los chicos ver a los adultos jugar con ellos, cantar con ellos, expresarse con pasión, divertirse. Que el adulto salga un poco de este rol de educador-cuidador y que vean a un adulto que disfruta de la vida”, arriesga. Y, familiera como es, cuenta que “cuando vio mi primer disco, Risas de la tierra, mi abuela Delfina me dijo ‘bueno, el que viene me imagino que será Risas del viento, y el siguiente Risas del sol, y el otro Risas del río, y así los cuatro elementos’. Me pareció una idea muy buena, tiene que ver con los ciclos de la vida. En este show uno de los ejes es el viento que sopla a orillas del Río de la Plata viene de Japón y pasó por Italia. Cuando era chica yo siempre pensaba de dónde venía el viento que estaba soplando y qué historias traía. Por eso pasamos por varios ritmos y hacemos este viaje musical”, confiesa.

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Fleitas es musicoterapeuta y directora de un jardín de infantes.
 
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