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Viernes, 17 de agosto de 2007

LITTO NEBBIA HABLA DEL REGRESO DE LOS GATOS, CUARENTA AÑOS DESPUES

“Nuncapensé que lo volveríamos a hacer”

Después del “debut” en Rosario, la banda se reencontrará con su público porteño el jueves próximo, en el Gran Rex. Habrá también gira por el interior, disco y DVD. “Esta es una música que pertenece al almanaque de uno”, plantea Nebbia, que recorre con emoción la historia del retorno.

 Por Cristian Vitale

La pregunta era simple, sencilla. De rutina. Se le pedía a Li-tto Nebbia que recordara qué canciones había disfrutado más en el show de regreso de Los Gatos. A juzgar por sus gestos, en aquella noche escarchada de Rosario había sido difícil darse cuenta. El, Alfredo Toth y Ciro Fogliatta estaban viviendo una jornada irrepetible. Todo salía por los ojos, las bocas, los ceños. Diecinueve canciones, una presencia sorpresiva (Kay Galiffi) y un nivel de emoción pocas veces visto. Arriba y abajo. Pero Nebbia, casi dos meses después, no pudo responder. Con su mujer, terminaba de devorar un pollo y el vino postrero parecía provocarle algún efecto. O, al menos, empujarlo. Primera lágrima: “Yo no sé cómo explicarlo... estás tocando con tipos con los que no lo hacés desde hace 40 años, canciones que escribiste hace 40 años”. Segunda lágrima: “Te está viendo gente que te había visto por última vez hace 40 años...”, y ahí trastabilla. Habrá que esperar que el brote espontáneo de sollozos desagote para enderezar la charla. “No tengo una descripción material para darte. Es como si vos te encontrás con alguien que no ves hace mil años.” Nebbia, el hombre que dio a luz una de las bandas clave del rock argentino, se levanta los anteojos negros; mira a un costado, respira profundo y se seca. Es un pasional.

La secuencia ocurre de cara al segundo show de Los Gatos –el primero en Buenos Aires– que tendrá lugar el jueves próximo en el Gran Rex. A diferencia del “debut”, Ne-bbia anuncia que tocarán 30 canciones en vez de 19 y reporta que la formación será la misma: Ciro Fogliatta en teclados, Alfredo Toth en bajo; él en voz, guitarra y teclado, Kay Galiffi en guitarra y el binomio Rodolfo García-Daniel Colombres, en percusión. “Cómo juegan las emociones, ¿no? Aquel día, en Rosario, estábamos que nos teníamos que poner una máscara de hierro (risas). Ciro se controla, pero yo soy un desastre. No es joda tocar ante tipos que nunca pensaron, durante 40 años, en volver a verte. Y eso que no paro de avanzar, eh... (ver aparte). Pero ésta es una música que pertenece al almanaque de uno, algo que jamás pensé que volveríamos a hacer... te emociona, salvo que seas una planta”, sigue Li-tto, reincorporado. “Si estuviera en tv lo tendría que contar más duro para que no se malinterprete.” El sagrado retorno de Los Gatos sigue dos líneas en el futuro mediato: una gira que contempla Córdoba, Mendoza, San Juan, Mar del Plata, Santiago del Estero, Jujuy, Neuquén, Chile, Bolivia, Uruguay y Paraguay. Y la edición de un DVD con las imágenes del show en Rosario, un disco en vivo y otro en estudio, con totalidad de temas nuevos. “Ya tenemos tres canciones. No son un papel de calcar, pero se corresponden con un estilo antiquísimo”, anticipa Nebbia.

–¿En el Rex van a volver a abrir con “Lágrimas de María”, como en Rosario?

–Tal vez. Alguien me dijo que durante un largo tiempo abríamos con ese tema, en los bailes. Qué loco, ¿no?

–¿Cuáles fueron las causas del retorno? Tiempo atrás, usted decía que no había intenciones...

–En estos 40 años tuvimos, como Los Shakers, propuestas que involucraban mucho dinero, pero nunca aceptamos porque tenía que ser una ocurrencia que saliera de nosotros. Después, si la cosa va bien y ganás mucha guita, extraordinario, pero la motivación tenía que ser grupal. Es decir, no lo buscamos, ni lo deseamos, ni lo aceptamos por dinero. Como digo siempre en broma: hay muchos grupos que se rearman, porque hay una cuestión de facturación. Quiero decir, nosotros no estuvimos 40 años agazapados esperando rearmarnos hoy... no le dimos bola a eso. Pero hubo un momento en que todo armonizó.

–¿Por qué hoy y no en cualquier otro momento del pasado?

–No sé. Fue pasando la vida y las cosas no coincidían. Moro con Seru, Alfredo con GIT y después como productor; Kay viviendo 38 años en Brasil sin saber nosotros dónde; Ciro, 17 años en Madrid; y nunca se dio. Hasta que el año pasado se me ocurrió armar algo y le dije al periodista que escribió el libro de Los Gatos Salvajes (Mario Antonelli), que empezara a escribir sobre Los Gatos... “a lo mejor reeditan los discos viejos y esa historia”. Empecé a contactarme con la compañía que tiene los derechos originales de los discos (Sony-Bmg, ex RCA Victor). Me reuní con los directivos y pedí modificar un contrato que ni siquiera es una injusticia, es un chiste.

–El eterno problema músico-sello...

–¿Sabés qué pasa? No puede ser que yo gane tres centavos por cada disco de Los Gatos que se vende.

–¿Tres centavos? ¿Valen igual que en el ’69?

(Risas.) –No. Lo que pasa es que cuando empezás a desmenuzar y ves las liquidaciones y dividís por cinco, te dan centavos. Ojo, es legal. Son contratos que uno firmó porque era un idiota, un pibe, un boludo... qué sé yo. Son contratos que tienen vigencia jurídica, a pesar de ser una injusticia. Encima, una injusticia doble, porque si estuviéramos hablando de grupos que no venden nada, bueno... pasa. Pero Los Gatos llevan vendidos más de dos millones de discos. No sé, quedaron en corregirlo.

Es loquísima la manera en que Litto Nebbia dio con Kay Galiffi, la pieza que faltaba para que el regreso se concretara. Galiffi, rosarino y ex estudiante de medicina, fue el primer guitarrista de la agrupación. Estuvo en la tríada de discos inicial (Los Gatos; Los Gatos Volumen II y Seremos amigos), fue el que grabó “El rey lloró”, “Madre, escúchame”, “El vagabundo”, hasta que un viaje a Brasil –luego de la primera (semi) separación del grupo a fines de 1968– y el corazón de una carioca lo hicieron anidar en las tierras de Gilberto Gil. Su ausencia posibilitó que el rearme de 1969 incluyera a Pappo y una lógica conversión blusera. “Se quedó 38 años allá, tuvo una hija y nosotros le perdimos el rastro –cuenta Litto–. Es más, no sabíamos si vivía en Río, en San Pablo... no teníamos la menor idea. Hasta que Antonelli, en su onda de investigar, dio con un fanático de Los Gatos brasilero”.

–¿Brasilero...? Notable. ¿Era un fan de la primera hora?

–El tipo nos había visto tocando con Los Mutantes en Brasil, en 1968. Tiene fotos y todo. Pasa que se mailea con Antonelli, y el tipo le dice que había visto a Galiffi caminando por la calle. Una locura. Entonces lo cruza otra vez, le pide el celular y así nos conectamos. Nos envalentonamos, le mandamos las partituras –incluso la de los dos discos en los que estuvo Pappo– y se dio. Pidió una licencia en el conservatorio de música de Río de Janeiro –donde trabaja– y se vino. Sin haber arreglado nada con nadie, comenzamos a joder por las tardes y sacamos un repertorio.

–¿Kay se integró cuando ustedes ya estaban ensayando?

–Alfredo, Ciro y yo hicimos tres o cuatro ensayos para sacarle la cáscara a las canciones; después se integraron Rodolfo García y Daniel Colombres, y recién después de 20 días llegó Galiffi.

–¿Cómo fueron esos primeros ensayos? ¿Cómo procesaron la elección del repertorio?

–De las 70 canciones que tenemos grabadas, sacamos 30... las que nos gustaron más de entrada. Nunca se pensó en hacerle un rearreglo a alguna, tampoco quedamos prisioneros de que tuvieran que sonar igual, porque muchas de las canciones tienen improvisaciones.

–¿Cómo se adaptó Kay a los temas más bluseros que había grabado Pappo en Beat Nro 1 y Rock de la mujer perdida?

–Kay es muy completo. Toca clásico muy bien... es puro. En los primeros discos de Los Gatos, los que grabó él, había más pop pero él pelaba blues muy bien, y conocía un vagón. En el “Rock de la mujer perdida” o “Mujer de carbón”, Kay hace su improvisación libre, pero cumple el rol. Es como si tocaras “Uno” de Mariano Mores: no se te podría despegar de la cabeza su forma original... sería un papelón.

–¿Por qué dos bateristas?

–Porque en la época en que empezamos con Los Gatos, no había nada y ningún grupo tenía percusionista. Cuando nosotros queríamos meter una percusión, agregábamos en el último pedacito del canal de sobregrabación una maraca, una pandereta, algo que ni siquiera hacíamos en vivo. Es decir, no existía el concepto de tener un percusionista estable tocando. La idea fue que haya una rítmica más llena.

–Con dos expertos técnicamente diferentes, si se quiere.

–Claro. Vos tenés a Colombres, que es claramente palero, dentro de la línea de Moro, y otro como García que flota más... esto te da una combinación feliz. Además, la onda humana. Vos podés contratar un tipo que toque extraordinario, pero qué sentido tiene que venga, cobre y se vaya a la casa. Además, evitás que se diga que alguien x reemplazó a Moro. Y acá, si hay algo claro es que nadie reemplaza a nadie.

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Ciro Fogliatta, Litto Nebbia, Kay Galiffi y Alfredo Toth, Los Gatos versión 2007.
 
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