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Martes, 2 de octubre de 2007

EL BALANCE DE LA MUESTRA “ONEDOTZERO”

Un paseo por la galería de los prodigios electrónicos

Algunas invenciones despertaron murmullos de asombro. Otras dieron la sensación de ser una cáscara vacía. Pero el evento en el C. C. Recoleta dejó algunas impresiones inesperadas.

Presione las plantas. Meta mano al ecosistema. Póngale swing al mono. Haga sonar la mesa. Ríase con los palitos. No, nadie se volvió loco, pero son las consignas que bien podrían haberse dado para el festival de arte digital Onedotzero–buenos aires, que terminó el domingo en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930). El encuentro (exposición parece un término demasiado pasivo para la tónica que tenían las obras) tuvo sus ejes en la interactividad, en la música y en la exploración de las posibilidades que la tecnología y lo digital tienen para ofrecer al acervo del arte contemporáneo.

El festival invadió trece salas y tres patios del Recoleta con obras de artistas nacionales y extranjeros, en su mayoría de muy buen nivel, originales y, en ocasiones, con la condición sine qua non de la participación del público. A las instalaciones se sumó una retahíla inabarcable de videos y proyecciones que se complementaron con las presentaciones de bandas en dos sectores del centro cultural: la terraza (donde actuaron los principales artistas invitados, ver recuadro) y un patio interno, en un sector en el que el auspiciante había montado una promocionada barra interactiva que no pasaba de ser un accesorio simpático al momento de pedirse un trago.

Entre lo más destacado de la muestra se puede incluir a Sensible, del proyecto Biopus; Love Sports, de Grant Orchard; Estado Lateral con sus plantas musicales, un espacio identificado con un logo que rezaba “monkey swing” y la reacTable, del grupo de Investigación en Tecnología Musical de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. En la sala ocupada por el dúo de artistas argentinos Estado Lateral, el visitante se encontraba frente a un grupo de macetas y al presionar las plantas conseguía arrancarles sonidos. Enfrente, un grupo de monitores distribuidos como pantalla gigante funcionaba como equalizador. Otro de los créditos locales fue Sensible, del proyecto Biopus, una tela plástica que “reaccionaba” al tacto y la presión del público, generando círculos, triángulos y cuadrados lumínicos. Cada uno correspondiente a un tipo de ser vivo (clasificados como plantas, hervíboros y omnívoros), que iban expandiéndose y entrecruzándose, fagocitándose unos a otros y generando, por añadidura, música.

Monkey Swing seguía con la tónica de la interactividad propiciada por los curadores. “Como un wii” (la nueva consola de Nintendo), según la definición que dieron algunos asistentes que la probaron, los encargados de coordinar sus actividades invitaban a pasar al público y calzarse auriculares, un cinturón con sensores y tomar dos objetos que, a falta de una mejor definición, podrían llamarse “maracas digitales”. Los movimientos del protagonista de turno se reflejaban en una pantalla gigante a través de un mono ceñudo, con un cigarro en la comisura de los labios.

La serie de videos Love Sports, creados por el director Grant Orchard para goob.tv, demostraron que la animación digital no exige sólo gráficos cuidados, sino también una idea inteligente. Con solo palitos, formas geométricas y fondos simples, esta serie de cortos tomaba algunos deportes y armaba narraciones en clave cómica. La simpatía estuvo bien lograda: la mayor parte del tiempo había más gente en el pequeño espacio que tenía asignado que en alguna de las salas de proyecciones.

Una de las “vedettes” del evento era la reacTable, una mesa–instrumento musical que la islandesa Björk usó en la grabación de Volta, su más reciente álbum. El desarrollo del grupo de la Universidad Pompeu Fabra estaba ahí, disponible para quien quisiera tocarlo (y los candidatos eran muchos), aunque de ahí a sacar algún sonido coherente hubiera un largo trecho. La mesa–pantalla azul y sus bloques de acrílico parecían casi de fantasía. Pero si hace cuarenta años los sintetizadores rompían moldes en la música, no es descabellado pensar que, algún día, los niños tengan su mini–reacTable para jugar.

Conferencias de creadores, horas de proyecciones dedicadas a la publicidad, los dibujos animados y la música completaron una oferta artística muy abundante. Algunas instalaciones o proyecciones ponían al espectador en la obligación de decir “Ajá, ¿y?”, como esperando algo más del artista. Pero, aun con esas curiosidades, el balance fue positivo.

Informe: Andrés Valenzuela.

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Sensible, del proyecto Biopus, una tela plástica que “reaccionaba” al tacto.
Imagen: Alejandro Elías
 
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