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Martes, 2 de octubre de 2007

MUSICA › LA FECHA DEL DOMINGO EN EL PEPSI MUSIC

A mover las caderas

Los Pericos, Los Auténticos Decadentes y Miranda! obligaron a veinte mil personas a una maratónica sesión de baile y agite. El cierre fue con los estadounidenses Black Eyed Peas, tan predecibles como en su visita de 2006.

 Por Daniel Jiménez

Estaba claro: la novena fecha del Pepsi Music estaba destinada a teenagers. Pero, a diferencia del mar de zombies adoradores de Marilyn Manson que inundaron el Club Ciudad el sábado, la mayoría de las veinte mil personas que se acercaron el domingo se veía de mejor semblante. Consecuencia directa de una grilla bien festivalera y de un cierre tan ATP como Black Eyed Peas. Tal vez por su carácter mainstream y políticamente correcto, el modelo que más se asemeja al mundo efervescente que ofrece la gaseosa que motoriza el evento. Es por eso que cuando una inquieta Hilda Lizarazu cerró en el escenario central con una versión de “Whole Lotta Love” de Led Zeppelin, los primeros pobladores le regalaron un caluroso aplauso, aun desconociendo el breve set que presentó la cantante. Algo similar ocurrió con Emmanuel Horvilleur: con un jardinero caleidoscópico acorde con la jornada, el autor de “No como” y “Soy tu nena” no quiso problemas y construyó una performance en base a su último álbum, más un par de temas de Illya Kuryaki. Abajo, más aplausos producto de la inercia, algún grito femenino con propuesta indecente y a esperar a BEP.

Momentos más tarde y a tan sólo trescientos metros de su viejo compañero, llegó el turno de Dante Spinetta. Outsider del rock argentino, debe decirse que el hijo del Flaco atraviesa un presente nebuloso. Abocado al hip hop y coqueteando con el reggaetón, volvió a escupir sus rimas de sexo caliente y matones chicanos apoyado en una sólida banda a temperatura funk (que incluyó a Pablo Lescano y sus Damas Gratis), pero que no consiguió sacudir a la gente, excluyendo a unos cientos de fanáticos con remeras XL que imitaban su danza callejera. Pero era una tarde festiva y había que mover. ¿Cómo se logra eso? Convocando a dos de los grupos más fiesteros, el trago perfecto. Los Pericos y Los Auténticos Decadentes brindaron shows a medida de un evento de estas características. Ya con más de ocho mil personas y poco antes de que se esfumara la luz natural, los de Juanchi Baleirón salieron a la cancha con un set rockero pero apto para el baile, donde sobresalió el cover de Nirvana “Smells Like Teen Spirit”, pasado por el reggae. El caso de los Decadentes, si bien es similar, se diferencia en un par de puntos: 1) cada recital es un potencial disco en vivo salido del mejor songbook murguero; 2) su espectáculo no sólo abarca lo sonoro, sino que existe una intención estética que a veces suele opacar el costado artístico de unos atorrantes con mucho oficio, capaces de entregar bellísimas canciones pop como “Un osito de peluche de Taiwan” y “Confundido”, ambas en la geselina voz del Perro Serrano. Los doce apóstoles de la fiesta monstruo hicieron saltar a todos durante una hora y hasta subieron a cuatro pulposas bailarinas para “Los piratas”.

Luego de un mínimo descanso y con Ale Sergi enfundado en rojo furioso, Miranda! arrancó desde otro escenario, a caballo de su clásica batería de tonadas preadolescentes, donde nadie se queda afuera de los éxitos de la radio. Su música es de consumo inmediato y, como parte de esa aseveración, parece no sufrir ningún tipo de cuestionamiento por parte de su público. Y así, entre hits de verano y una buena dosis de histeria, pasaron “El profe”, “No me celes”, “Yo te diré”, “Prisionero” y “Don”, con un Sergi desbocado y en cueros. Y entonces llegó el turno del plato central.

¿Cómo se analiza a un artista cuya performance es casi un calco de la de 2006, un producto gringo perfectamente manufacturado? Porque el combo de Will I.Am, Fergie, Apl.de.ap. y Taboo funciona de manera mecánica, como si respetara un libreto donde no existe lugar para la improvisación. Guión que consiguió hipnotizar durante buena parte de la noche a la generación iPod criolla, que movía sus manos al compás de los beats de hip hop que los muchachos y la rubia disparan en cada tema. Desde el comienzo, el cuarteto –con músicos y bailarines– supo que la premisa era montar un sano entretenimiento. Entonces se puso a trabajar: por momentos una gigantesca clase de aerobics colectiva, la puesta en escena de BEP pendula en los cruces e inflexiones que realizan Will I.Am (estuvo remixando en un estudio de Buenos Aires material del nuevo álbum de Michael Jackson), Apl.de.ap. y Taboo, para rapear en la pasarela sobre “Dum Diddley” o para provocarse en las festejadas “My Humps” y “Shut up”. La blonda, dueña de un registro potente y de un envidiable estado físico, se queda con los pasajes que le permiten seguir una línea melódica más o menos parecida a una canción.

Con la platea masculina colgada de su ombligo, Fergie fue la encargada de levantar el show cuando parecía caerse: primero con versiones improvisadas de “Sweet Child o’ Mine” (Guns n’Roses) y “Seven Nation Army” (White Stripes), y luego con piezas de sus dos discos solistas, como “Fergalicious”, “Glamorous”, “London Bridge” y “Big Girls Don’t Cry”, más orientados a un moderno R&B que a la fragmentación del hip hop. A medida que los temas se sucedían, la gente empezó a sentir la factura de estar bajo el sol desde temprano y la intensidad pasó de caliente a tibia, con alguno que otro bostezo. ¿Pueden veinte mil personas bancarse un concierto de dos horas y no haber cantado ni un solo estribillo? Sí. O al parecer eso no pareció importarles demasiado a los chicos que desde el campo despertaron sobre el cierre y, a instancias de los mohínes de Fergie, volvieron a agitar sus brazos y sus gaseosas como en una final del Superbowl. “Let’s Get It Started”, “Where Is The Love” y una poco feliz “No llores por mí, Argentina” a capella con toda la banda en la punta de la pasarela, fueron las últimas imágenes que dejó la noche del domingo. El festival concluye hoy con Divididos. Que sea rock.

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Black Eyed Peas parece seguir un libreto bien estudiado, sin lugar a la más mínima improvisación.
Imagen: kala
 
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