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Viernes, 16 de noviembre de 2007

“COBRADOR, IN GOD WE TRUST”, DE PAUL LEDUC

Vulgata política-ideológica

 Por Horacio Bernades

4

COBRADOR
(Cobrador, In God we Trust)
México/Argentina/España/Brasil/Gran Bretaña, 2006

Dirección y guión: Paul Leduc, sobre varias historias breves de Rubem Fonseca.
Fotografía: Diego Rodríguez, Josep María Civit y Angel Goded.
Montaje: Juan Carlos Macías.
Intérpretes: Peter Fonda, Lázaro Ramos, Antonella Costa, Milton Gonçalves, Dolores Heredia, Isela Vega.

Producida gracias a la concurrencia de capitales latinoamericanos y, en menor medida, europeos, Cobrador parecería signada por el carácter multilateral. Basada en cinco cuentos del escritor brasileño Rubem Fonseca, transcurre, entre otros lugares, en Nueva York, Buenos Aires y México DF, la dirige el experimentado realizador mexicano Paul Leduc (el de Frida, naturaleza muerta), fue montada por el argentino Juan Carlos Macías y musicalizada por el mítico tropicalista Tom Zé. En el elenco, junto a los nombres de Peter Fonda, Lázaro Ramos (memorable protagonista de Madame Satâ) y la argentina Antonella Costa (que, refrendando la multinacionalidad del proyecto, nació en Roma), es posible hallar los nombres de las mexicanas Isela Vega y Dolores Heredia, así como el mineiro Milton Gonçalves. Tal vez aquello de “muchas manos en un plato” ayude a explicar las disparidades generadas por una película ambiciosa, irregular y desencontrada.

Uno de los problemas es, justamente, el estar basada en varios cuentos, no dando la impresión de que éstos se hayan amalgamado de la mejor manera. De los tres protagonistas, el que más mueve a desorientación es el llamado Cobrador, a quien interpreta el siempre expresivísimo Lázaro Ramos. No resulta fácil armar el rompecabezas que plantean sus diversas encarnaciones: un asesino serial que no se sabe bien si mata por ira, hastío o costumbre, un trabajador semiesclavo en una mina de oro brasileña, un padrillo sexual y el compañero de aventuras de una chica, con la que emprende una suerte de miniatentados anarcoides. Quien recurra a la gacetilla de prensa se enterará de que varias de esas encarnaciones serían imaginarias, siendo el sojuzgado minero el imaginero.

La chica con la que el Cobrador se junta es Ana (Costa), fotógrafa argentina radicada en México, que, sospechando que sus padres sean meros apropiadores, decide pasar a la acción directa, cuando su mejor amiga resulta asesinada por la policía. En el caso de Peter Fonda, la condición enteléquica del personaje (carácter que los otros dos comparten) viene subrayada por su nombre, o falta de él: los títulos lo identifican, simplemente, como “Mr. X”. Responde a la idea arquetípica del Yanqui (así, con las mayúsculas del estereotipo): un millonario blanco, que vive en medio del más alienado confort y resulta ser dueño de minas en Brasil, pero se halla en pleno cambio de huevos en la canasta corporativa. La otra característica que define al personaje es menos común, aunque no deja de responder a fantasías negativas. Sexualmente impotente, vuelca su libido en asesinar mujeres latinas, atropellándolas por las noches con su 4x4.

En algún momento, Mr. X bajará hasta Buenos Aires, con el objetivo de curar su impotencia, para lo cual acudirá a los servicios de una curandera, que habla en inglés y receta fetos triturados de raza negra. Mixtura indiscriminada de vulgata política-ideológica con una no menos trillada denuncia de la violencia, Cobrador superpone planos narrativos y amucha el realismo urbano con el realismo mágico. No suena bien, no luce bien, no parece haber estado bien pensada.

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Peter Fonda es recibido con flores en Buenos Aires.
 
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