Desde su título, Estocolmo, identidad perdida (estreno de hoy por Netflix), podría sugerir que se está ante otro exponente del “noir nórdico”. Sin embargo, se trata de la primera ficción argentina que tendrá su estreno exclusivo por la plataforma on demand (otro policial como El marginal primero tuvo lugar en la tevé pública). La producción de Story Lab y Kapow, compuesta por trece episodios, se embarca dentro de las normas de su género pero con tintes muy reconocibles para el espectador argentino. 
El caso de una joven secuestrada por una red de trata disparará una investigación criminal, judicial y mediática vinculando a Rosario Santa Cruz (Juana Viale), con un fiscal en ascenso (Luciano Cáceres) y un agente encubierto (Esteban Lamothe). La historia del trío, entrelazada por misterios, chantajes y una clara línea romántica, se hilvana con varios ingredientes sociales complejos, sea la injerencia mediática, la corrupción política y hasta los barrabravas. “Queríamos trabajar varios temas a la vez, empezando por la cocina de un noticiero y cómo se construye una información desde los medios audiovisuales. Ahí aparece esta presentadora de noticias que se involucra con querer saber qué pasó con esta otra chica, y eso va a servir de disparador para su propia identidad: ella va entendiendo que su propio origen tiene mucho que ver con el tráfico de personas”, cuenta uno de sus guionistas, Marcelo Camaño, que junto a Diego Palacio fue entrevistado por PáginaI12.
El papel de Viale fue el único que los autores escribieron con la actriz en mente: la periodista que quiere ir a fondo con la desaparición de Larissa Torres pero que también tiene debilidad por las luces del estudio y las cámaras. Además, es hija de una representante de un partido conservador (Leonor Benedetto) –a la que llama Isabel en vez de mamá– y de un empresario de medios (Jorge Marrale). Otros actores que forman parte del elenco son María Onetto (como la madre de la desaparecida), Martín Slipak (su novio) y Patricio Contreras (como un sesudo forense), entre otros. Estocolmo sigue una lógica rizomática, donde cada personaje encarna a un poder, está ligado a un éste o lo sufre. Aunque sin perder de vista otra clave: el vínculo amoroso entre Viale-Lamothe-Cáceres. Y no será uno simple. En la primera escena querrán resolver su relación a los tiros en medio de un estudio de tevé. “La historia de amor siempre tracciona para adelante y es la que complica los objetivos de los personajes. Acá hay un fiscal que tiene un plan y no imagina que el amor le vaya a complicar la vida a él y a los demás. Para armar una ficción, el amor siempre está. El contexto en un principio iba a ser sólo el marco pero nos fue ganando, como nos fue ganando el suspenso y el policial, o como se da con la línea del personaje de Patricio Contreras. Son ingredientes que estaban más atrás y empezaron a ganar su lugar, la historia los fue pidiendo. Los que sostienen la trama no son solamente los protagonistas, todos tienen su momento”, apunta Camaño que además fue el autor de los libros de Vidas robadas, novela emitida por Telefe en la que repercutía el caso Marita Verón. “La trata de personas nos interesa a nivel humano y es una problemática mundial, lo de los barrabravas es más localista, y el corte estético también suma”, añade Palacio.
Estocolmo fue una de las últimas ganadoras del concurso de series de ficción en Prime Time impulsado por la anterior administración del Incaa en conjunto con el Ministerio de Planificación Federal. Y finalmente encontró su lugar en el servicio digital que cuenta con 83 millones de abonados alrededor de todo el mundo: desde hoy, la ficción se podrá ver  subtitulada también en Oceanía, Europa y América del Norte. Los realizadores apuntan que la búsqueda estética y narrativa trata de captar a un espectador global y que se esforzaron bastante en esa línea. “La pensamos como una película de trece episodios con tres grandes bloques, cada una de esas partes tienen su desenlace. La plataforma también alienta eso”, dice Camaño. “Hay que jugarse un poco. Netflix nos está dando la posibilidad de que nos van a ver en todos lados. Tenemos que subirnos al carro de lo que son nuevas formas de relatar”, opina Palacio.
–Con la aparición de las plataformas on demand han cambiado las propias estructuras narrativas de las series. Por ejemplo, ya no hay necesidad del gancho al final de un episodio. ¿Esto repercutió de algún modo en este caso?
Diego Palacio: –Acá se cuenta la historia en dos tiempos, el pasado y el presente, y ese formato acompaña hasta el final. No es estrictamente un flashback porque nadie recuerda. De alguna manera intenta darte una ventana a ese futuro de los personajes, la columna de la serie es ese devenir que genera el conflicto que uno ve al comienzo y al final. 
–En cuanto al recurso, recuerda a la primera temporada de True Detective. 
Marcelo Camaño: –Hoy en día para hacer un formato, sea de Netflix, por aire o tevé paga, lo que fuera, necesitás recurrir a nuevas maneras de contar. Primero como espectador, y también realizador, los dos ya estamos muy entrenados. Al relato canónico común y corriente podés encontrarle una vuelta de tuerca para que no nos aburramos en el camino. En este caso lo fuimos encontrando en el proceso, probamos y creo que funcionó. Quizá en una segunda temporada usemos otro modelo. 
–La crítica social hacia diversos actores es muy fuerte, el rol de los medios que presentan este caso como espectáculo, el afán de la fama de los que trabajan en la justicia, el poder político ligado a mafias. ¿Hay alguno que les parezca más corrupto o ese estado en descomposición simplemente forma parte del género?
D. P: –No queríamos caer tampoco en la idea de mostrar a los políticos como villanos. Deciden lo que hacen en función de lo que queremos contar. No queremos enfatizar un lado en particular. 
M. C.: –El vínculo entre el sector político y medios es cada vez más claro. Y, al menos en mi caso, valoro la discusión política, hay que defender y ponderar lo que sucedió en lo últimos años con la militancia. Lo que no quita es que haya una familiaridad muy grande entre medios y política, lo que pasó con Trump y su despegue desde la tevé, lo que nos pasó a nosotros con medios que influyeron para que ganara Macri. No es novedad. No hay ficción a nivel global que no cuente como se arma un candidato. Y es un tema que aparece en una de las historias secundarias. Hay un matrimonio establecido entre esos dos sectores.