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Domingo, 12 de abril de 2009

MUSICA › MÖTORHEAD EN EL MICROESTADIO DE ARGENTINOS JUNIORS

Una ceremonia con motores al rojo

El grupo liderado por el veterano Lemmy dio lecciones de metal a alta velocidad. El aperitivo estuvo a cargo de Almafuerte.

 Por Cristian Vitale

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MÖTORHEAD

Músicos: Ian “Lemmy” Kilmister (bajo y voz), Mikkey Dee (batería) y Phil Campbell (guitarra).
Grupo invitado: Almafuerte.
Duración: 90 minutos.
Público: 8 mil personas.
Microestadio de Argentinos Juniors, viernes 10.

Lo único que tuvo más o menos de santo este viernes, aquí, en el microestadio de Argentinos Juniors, fue el perro cristiano. O algo que se parezca, si se fuerza al límite una libre asociación: Ricardo Iorio, claro, no parece un personaje para enlazar directamente con el espíritu de estas Pascuas devaluadas. El gran puteador, pese a su esencia devota –“será por eso que aunque yo rezo / no creo en el perdón”–, sería carne de cañón para cualquier ortodoxia inquisidora, ¿cómo tolerar eso de la concha de Dios? Ajena, entonces, brindó su banda, Almafuerte, un show tempranero –empezó a las siete y treinta–, impecable y demoledor como acostumbra: “Triunfo”, “Convide rutero”, “Toro y pampa” y una lista reducida de temas –es más– dejaron el infierno a punto caramelo para el plato principal: Mötorhead.

Si hay poco rastro de solemne liturgia católica en Almafuerte, nada existe de ella en la banda londinense. Totalmente nada. Ahí está Lemmy Kilmister, con sus bigotes mostachol, su cara de rufián wiskero, su chupín y sus botas negras, predispuesto a que sus huestes criollas le metan los cuernos al cielo; ahí está, parado a su derecha, el guitarrista Phil Campbell, poco virtuoso pero tremendo conocedor de una historia dura. Y ahí está, detrás de ambos, Mikkey Dee, un verdadero animal de la batería. Mötorhead, banda austera en recursos, haciendo música dura: la suicidada por la sociedad. Y ahí están unos ocho mil metaleros encendiendo un fuego sagrado distante del luto cristiano, como Júpiter de Neptuno.

Hora y media duró esta nueva revancha del grupo nacido hace ya 34 años en Londres. El trío, aceroso y contundente, ya se había redimido de aquella tremenda trifulca en Hangar que casi termina en tragedia (mayo del 2004), cuando le voló los ángeles al Luna Park dos años después; pero esta vez reconfirmó que había sido simplemente una contingencia: nada de tubos de oxígeno para Lemmy ni bengalas perdidas; nada de avalanchas asfixiadas ni rotura de instrumentos e invasión al escenario... el “destrucción, destrucción” de ayer mutó por el “Mötorhead, Mötorhead” de hoy: banquete heavy, metal clásico y un público de parabienes, endulzado ya por la inercia de la aún fresca visita de Iron Maiden. Mötorhead salió a matar igual que –casi– siempre; a dejar el cuerpo tomando piezas de cada etapa de su largo devenir –18 discos entre On Parole y el reciente Motorizer–. Haciendo base, claro, en esos clásicos que el tiempo no devora y entregando ciertas pizcas de lados B.

La lista –19 temas en total– se resolvió entonces en esos noventa minutos, carga horaria estándar de un grupo que va a mil y sólo baja un cambio cuando Campbell solea para que descanse Lemmy o cuando éste troca la armónica por el bajo –y Dee la guitarra por la batería– para que los tres encaren un miniacusticazo..., un paréntesis en medio del torbellino: “Whorehouse Blues”, algo así como el stop necesario que liga al héroe del whisky a su primera escuela: el blues rock a lo Canned Heat.

Después, dureza rockwell constante. Pura contundencia basada en sus condimentos habituales: la voz rasposa y forzada de Lemmy, una guitarra a tono y la batería devota del viejo Bonzo fueron revisitando –y alternando– perlas viejas y nuevas: entre el impresionante Overkill (1979) y sus infaltables (“Stay Clean” y “Metropilis”) y dos joyas de Kiss of Death, anteúltimo disco: “Be My Baby” y “One Night Stand” –esta vez no hubo “Sword of Glory”– y en el medio, tomando como parámetro la historia, el sintomático “Goin to Brazil”, “In The Name of Tragedy”, vivificado por un solo demoledor de Mikkey Dee, “Over The Top”, viejo tema de la banda de cuyas cenizas nació Mötorhead: Hawkind, cuyo primer registro data del en vivo No sleep ‘til Hammersmith (1981); “Ace of Spades”, el ultraveloz “Chase Is Better Than Catch”, “Iron First” –tema de apertura–, “I Got Mine” y “Killed by Death”. Nada, hasta aquí, ajeno al inconsciente del fana tipo. Sí, un par de temas de la nueva placa que el público siguió con respeto: “Rock out” y “The Thousand Names of God”, el denso tema que cierra Motorizer.

Almafuerte y Mötorhead juntos por primera vez en tiempo y espacio, y justo en un Viernes Santo. La fe tiene esas cosas.

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Ian “Lemmy” Kilmister, líder de una banda que recorrió 19 canciones de su historia en apenas hora y media.
Imagen: Kala Moreno Parra
 
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