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Viernes, 6 de enero de 2006

MUSICA › JAVIER WEYLER, BATERISTA DE LOS GALESES STEREOPHONICS

Un argentino en el paraíso

Hasta el año pasado, Weyler era asistente en un estudio de grabación... pero se cruzó con una de las bandas más exitosas de Inglaterra y terminó en Live 8 y en una gira con Oasis.

 Por Roque Casciero

Los maradonianos dirían que a Javier Weyler lo tocó la mano de Diego; los demás religiosos hablarán de sus dioses. Lo cierto es que este treintañero argentino, que pasó la mayor parte de su vida en Venezuela, nunca imaginó que iba a tener un 2005 como integrante de una de las bandas de rock más importantes del Reino Unido, que iba a tocar en Live 8 y se iba a emocionar viendo banderas de sus dos patrias, o que viajaría por todo el mundo dando más de noventa shows en un año. Y era lógico: hasta el año pasado, Weyler estudiaba ingeniería de sonido y era asistente en un estudio de grabación. Allí se hizo amigo de los Stereophonics, un trío galés muy exitoso –cuatro de sus cinco discos han sido número uno en Inglaterra–, y metió percusiones en Just Enough Education to Perform (2001). Luego, el baterista original del grupo decidió irse y... “Cuando llegó la hora de hacer los demos del quinto disco, Kelly (Jones, voz y guitarra) y Patrick (Jones, bajo) volvieron al estudio y vieron que yo tenía mi batería ahí, así que empecé a tocar en esas grabaciones”, recuerda el músico, de vacaciones en Buenos Aires. “Fue increíble: en seis días hicimos dieciséis temas, un entendimiento musical total. Fue muy loco, porque después ellos se fueron a terminar una gira abriendo shows de David Bowie, con el baterista de los Black Crowes como invitado, y yo volví a mi trabajo de asistente: hacer sandwiches, té y café. Pero me escribieron para decirme que querían hacer todo el disco conmigo. Yo estaba como loco. ¡Para mí ya era increíble haber grabado los demos!”

La historia musical de Weyler tiene “una conexión argentina”, aunque cuando empezó a tocar ya hacía varios años que había emigrado con su familia a Venezuela. “Acá, mi viejo tenía una banda de música beat y en uno de mis viajes el baterista de ese grupo me regaló su instrumento”, recuerda. “Fui a buscarlo a Temperley y me lo llevé. ¡Mi primera batería! Dos años más tarde ya tocaba en bares con Claroscuro, una banda con la que sacamos un par de discos y hasta tocamos con Soda Stereo.” Los viajes a la Argentina siempre fueron frecuentes, para visitar a los abuelos y a los primos. “Pasaba tres meses por año en Carlos Casares, Turdera, Lomas de Zamora y Mar del Plata, donde vivían ellos. Entonces, aunque mi formación musical la hice en Venezuela, la influencia del rock argentino siempre fue muy importante para mí. En cada viaje me compro discos, estoy pendiente de lo que pasa. Ahora me llevo los nuevos de Babasónicos, Victoria Mil, Leandro Fresco y Flavius E. y quiero conseguir los de Emisor y Gustavo Lamas. La electrónica que se hace acá me parece muy buena. Cuando tocás rock’n’roll muchas veces querés escuchar otras cosas, desde ambient a música de Piazzolla. De Charly (García) y (Luis Alberto) Spinetta ya no me compro porque tengo todo, lo mismo que de Juana Molina. Hay muchos artistas argentinos que darían la talla para tocar en Inglaterra, pero el idioma no es un tema menor”, asegura el baterista.

El título de la película debería ser Javier, de Turdera a Gales. Sin embargo, la grabación de Language. Sex. Violence. Other?, quinto disco de Stereophonics, se hizo en un pequeño castillo en la campiña inglesa, donde los músicos vivían, además de grabar. Hasta ese momento, el argentino pensaba que su trabajo con la banda terminaría cuando el disco estuviera listo, pero durante la mezcla el manager convocó a una reunión para planificar las actividades del año... y él estaba entre los que participaban. “El flaco empezó a poner hojas mes por mes en una mesa larga, mientras explicaba lo que tenía proyectado”, recuerda el músico. “Mientras tanto, yo pensaba ‘mierda, qué cantidad de cosas van a hacer’, pero no entendía mucho qué carajo hacía en esa reunión. Al final me preguntaron qué pensaba y les dije: ‘Miren, todo bien, pero quisiera saber por qué estoy acá, qué onda’. Y la respuesta fue: ‘Bueno, queremos que seas parte de la banda’. ¡No lo podía creer!”

La sorpresa siguiente fue que le dieran cabida como integrante del grupo desde el principio. “Fue un flash entender que soy parte de la banda. El approach de ellos ha sido de muy buena onda, porque siempre fueron un trío y no querían que eso cambiara. Desde que empezamos este año fui a todas las entrevistas, me dieron un voto de confianza en cuanto a lo que pueda decir o hacer. Incluso los fans me recibieron muy bien. Pero siempre resulta un poquito bizarro: en el cerebro siempre hay una semillita latina que dice ‘mierda, ¿qué hago acá?’”, confiesa. El primer show con Stereophonics fue en enero del año pasado, en Manchester, y a la presión del debut se le agregó la de los invitados estrella: casi todo el equipo del Manchester United fue a ver a la banda. Después llegarían los viajes a Australia, Japón, Estados Unidos y toda Europa, las presentaciones televisivas en Top of the Pops y en CD:UK, o en célebres programas radiales, como el de Jo Whiley en los estudios de la BBC.

Y la actuación en Live 8, claro: “Eso fue un flash”, se emociona. “Veníamos de Australia y al día siguiente, mi cumpleaños, nos íbamos a Estados Unidos. Entre el jet lag y el champagne, después de tocar andábamos todos con un pedo bárbaro. En un momento me choqué con un guardaespaldas, miro y estaba Paul McCartney ahí nomás. Todo el mundo estaba como muy cool, pero yo pensaba: ‘Cool las pelotas, ¡quiero conocer a McCartney!’. Ese día estuve charlando con Roger Daltrey, el cantante de The Who.”

Para Weyler, el balance del 2005 es “espectacular”. “Tener un disco número uno y un single número uno en el Reino Unido es muy loco”, se asombra el músico. “Vendimos más de 200 mil tickets para conciertos en el Reino Unido. El otro día me mandaron el disco de platino a casa y pensé que me estaban cargando... No sé dónde ponerlo, lo tengo en el suelo, en un rincón.”

El futuro inmediato de Weyler es de vacaciones argentinas hasta mediados de mes –ya anduvo por la Laguna de Gómez, en Junín, jugando un picado con el tecladista de Attaque 77, Martín Bossa– y el 25 comenzará la gira europea que Stereophonics hará con Oasis. Y hay rumores de que la dupla se repetiría aquí en marzo, el mismo mes en el que saldrá el primer disco en vivo del grupo galés. La gira sudamericana ocupa un lugar en los sueños del baterista, que ya prometió un asado monstruo para la banda y los asistentes. “Ya les hice probar los malbec, y también les pasé Artaud de Spinetta”, dice. También espera poder terminar un disco propio en castellano y desarrollar la productora artística que comenzó en Londres con un amigo venezolano. Pero, lógicamente, será en los huecos que pueda encontrar en la actividad de la banda, que es su prioridad. “Estoy muy agradecido de vivir todo esto”, asegura. “Y que venga lo que tenga que venir.”

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Weyler nació en la Argentina y pasó buena parte de su adolescencia en Venezuela.
 
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