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Viernes, 30 de septiembre de 2011

MUSICA › PRIMAL SCREAM DIO UN CONCIERTO HISTORICO, AUNQUE CON ALGUNOS PROBLEMAS

La imposibilidad del orgasmo masivo

El grupo liderado por Bobby Gillespie llegó al Pepsi Music como parte de su gira por los veinte años de Screamadelica, el álbum que unió al rock con el acid house, y debió lidiar con inconvenientes de sonido y de distancias. Cerró Snow Patrol, pero fue lo de menos.

 Por Luis Paz

Como en una más notable y digna ley del embudo, la banda escocesa Primal Scream se sirvió durante la segunda mitad de los años ’80, en sus comienzos como grupo, de algunas de las piezas de quiebre de la cultura y la música rock que los antecedió: algunas mezclas y texturas utilizadas por los Rolling Stones, elementos del pre-punk de bandas estadounidenses como The Stooges o MC5, la traspolación del rock a la pista de baile de lo que se conoció como la escena de Madchester y la aceptación de que una nueva cultura narcótica juvenil (de la que también participaba) venía a renovar algunos criterios de la música grabada y en vivo. La mayor porción de ese contenido fue vertido en Screamadelica, su álbum fundamental de 1991, que los de Bobby Gillespie recrearon al anochecer del miércoles en el club GEBA, en el marco de su tour Screamadelica Live y la jornada de cierre del Pepsi Music, de la que también participaron, sin dejar nada notable, los también escoceses Snow Patrol. El resto siguió goteando y empapó la primera gran unificación del rock de guitarras y la pista de baile, con lo que Primal Scream, hace ya dos décadas, ofició de conector entre las culturas del rock y el acid house.

En ese contexto, tiene un importante sentido el modo en que Screamadelica está construido, como un viaje narcótico en sí mismo. Que no es necesariamente químico, si se entienden a la adolescencia, el ingreso a la adultez, la desazón amorosa, la traición y la fe como otros espacios medianamente psicodélicos. La voluntad de Primal Scream, en todo su tour, es la de recrearlo, ampliarlo con unas pocas canciones de su otra decena de discos y dejarle un espacio determinado, aunque no definido a la improvisación. Pero en su capítulo argentino, la propuesta se encontró con más de un desperfecto técnico y de amplificación, lo que si bien no desintegró la capacidad de goce, la complicó bastante.

Así, el introductorio arranque del disco, calcado para todo el tour y, claro, en el show en GEBA, tambaleó durante la stonesiana apertura “Movin’ on Up” y la versión de “Slip Inside this House”, del grupo estadounidense psicodélico de los años ‘60 The 13th Floor Elevators. La cosa recién se puso buenísima con esa oda al acid house y a sus condimentos de tan elocuente título, “Don’t Fight it, Feel it”, amparada por la presencia de una corista enérgica de raigambre gospel y los arreglos de teclas característicos de Martin Duffy, tan sutiles como movilizadores. A esa altura, las obras de videoarte proyectadas ya eran una cosa seria y se aprestaban a dar la puntada final a los estímulos.

Pero “I’m Coming Down”, una de las piezas (junto a “Damaged”) en las que el cantante Gillespie sienta palabras acerca del fin de las fiestas y las relaciones que parecían interminables, no pudo sonar dignamente: otra vez los problemas atacaron, aunque en estas ocasiones dándole un tono más tremendo a las pérdidas que, como pudo, volvió a comentar el insigne vocalista del grupo. Como mediante un balance kármico, “Higher than the Sun” y el redentor “Loaded” (otro tema homologable a sumar una dosis al trance o a cargar nafta para el viaje) hicieron ascender el nivel del espectáculo en general y de algunas porciones de público en particular, y tendieron al goce extático.

Pero el clímax ocurrió con la fascinante “Come Together”, con proyecciones que secuestraban y una delirante duración de 15 minutos (en el marco de un show de 75). El sonido, organizado ya de mejor forma, permitió fundirse en una pieza trascendental (a la manera de la meditación), aunque el concepto mismo del tema no pudo hacerse carne: el coro mántrico que corona el tema proponiendo que “vengan (o acaben) juntos como si fueran uno” se topó con una valla, la que separaba al campo VIP del campo trasero (porque en esta ocasión, fue un campo trasero y lateral, pegado a la línea de cal que marca los límites del campo de juego del club porteño) y no hubo modo de que los 8 mil asistentes al cierre del Pepsi Music hicieran nada juntos. Un punto que contraría largamente el eje de comunión de la música diseñada para el baile, pero que no pareció incomodar tampoco al grupo.

Con esos vaivenes, el show de Primal Scream destiló una literalidad para con el disco en cuestión, que versa ampliamente sobre los subidones y aterrizajes de la experimentación sensorial, emocional y musical, pero más allá de la propuesta expresada desde el micrófono por Gillespie (que maniobró a la manera de unas maracas, manejando volúmenes con la misma pátina stone), el orgasmo masivo pedido no ocurrió y el show se realizó en una variedad de dimensiones paralelas: fanáticos en el pico de la gloria por ver a este grupo de culto en un escenario que se anticipaba como decente en cuanto a capacidades audiovisuales; fanáticos en el bajofondo de la emoción, aletargados por los problemas técnicos y la lejanía del escenario; curiosos sorprendidos, otros aburridos; y una galería de grupos imposibilitados de interactuar del modo más preciso con esta música rockera y bailable.

En lo estrictamente musical, no obstante, el show alcanzó los ribetes esperados por quienes habían tenido en cuenta a la hora de ingresar que Screamadelica tiene ya veinte años y los músicos de Primal Scream, dos décadas más de subidones, bajonazos y paseos por vericuetos de todos los tipos (y si no, a preguntarle al bajista Mani Mounfield, que tocó en un estado... complicado). Atendiendo a eso, la realización práctica y física de Screamadelica en un escenario argentino siempre tendrá una alta dosis de peso histórico, incluso cuando su cruce cultural poco comparta con el aquí acontecido. Y también en el presente, ese valor fundamental en las músicas conjugadas en Primal Scream (desde el punk a la música de matriz electrónica), el show tuvo sus momentos de altura conmovedora y un “hit para todos” en el tema “Country Girl”, que contagió en los bises junto a “Jailbird” y “Rocks”.

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Screamadelica, el disco que tocó Primal Scream, está construido como un viaje narcótico.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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