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Miércoles, 4 de enero de 2012

MUSICA › EL DúO BARAJ-BARRUECO Y SU NUEVO DISCO, TANGOS Y MILONGAS

Riesgo y experimentación sonora

El saxofonista y el guitarristra siempre apuntaron, desde Alma y Vida, a una búsqueda artística no convencional.

 Por Cristian Vitale

Bernardo Baraj tiene 67 años. Juan Barrueco no, pero le pisa los talones por meses. Se conocieron, barrio de Floresta y jazz mediante, a los 15 años y jamás dejaron de estar, de tocar juntos. Alma y Vida fue lo más trascendente, pero no lo único: en 50 años, claro, pasaron cosas. Entre ellas, armar un dúo poco después de la primera separación de la banda madre del jazz-rock en argentina (1977) con el desafiante propósito de minimizar tangos, milongas y candombes a formato de saxo y guitarra. “Fuimos los primeros que lo hicimos”, sentencia Baraj, en fugaz revisionismo personal. El debut concreto fue a través de un disco homónimo editado en 1982, nutrido de piezas que le habilitaron vientos al tango; años después (1989) llegó Nostalgias, un trabajo más abierto, con una impecable versión de “Zamba de Lozano”, y el tercer mojón tardó pero llegó: se llama Tangos y milongas, lo editó Fonocal y el dúo logró ratificar en trece piezas que aquel desafío no era una locura. “Podemos hacer distintas músicas, estar con diversas gentes, curtir diferentes estilos, pero al cabo nos dominan climas y criterios parecidos, y es lo que muestra este disco... no importa que estemos dos años sin tocar juntos, cuando nos reencontramos sale todo tan natural como comer un asado”, expande Barrueco.

Tangos y milongas, que el dúo mostrará pasado mañana en el Centro Cultural El Galpón de Luján, revela básicamente una evolución dentro del desarrollo de un estilo, su perduración hacia adelante. Baraj y Barrueco, como en aquel trabajo debut, no necesitan más que dos guitarras, dos saxos y alguna flauta para traducir a clímax de entrecasa y vinito de por medio, tangos y milongas clave del acervo popular: “La última curda”, “Los mareados”, “Milonga triste”, “Gricel” –matizado por el teclado del malogrado Gustavo Liamgot–, “Tinta roja” y “El día que me quieras”, entre ellos. “La idea no es variar ni deformar versiones. Es Juan con su tendencia a buscar colores y texturas nuevas desde lo armónico, y soy yo con la expresividad del saxo generando determinado clima, pero en general respetamos las formas”, sincera Baraj.

–El grueso son versiones, pero también hay dos temas que llevan la rúbrica de ambos: “Mil on gon” y “A Manuel Mandeb”. ¿Por qué dedicarle un vals a ese entrañable personaje de Dolina?

Bernardo Baraj:–Me fascinaba Mandeb, leía con devoción sus historias en la Humor. ¿Uno al cabo es un hombre sensible, no? O, al menos, es más eso que un refutador de leyendas (risas). No sé, nos pareció que un valsecito era la mejor manera de describirlo en sonidos y el Flaco se copó: le pedimos autorización, vino a firmarla, y todo bien... nos conocemos desde cuando venía a vernos a Jazz & Pop, y su presencia aún pasaba inadvertida.

–¿Y “Mil on gon”? Es llamativa la intro percusiva, parecen tambores que no hay.

B.B.: –La hago pegándoles a las llaves del saxo. No creo que sea algo exclusivo, la habrán hecho otros, pero yo jamás lo escuché y entonces es mía (risas).

Juan Barrueco: –Acá aparece otro aporte, algo experimental. Y lo experimental también fue algo clave cuando armamos el dúo, que no sólo pasó por escapar un poco de la influencia anglosajona y hacer una música que tuviera más que ver con nuestro paisaje, con un sesgo porteño, sino también por aplicar un criterio experimental, de búsqueda.

–Tenía que notarse que eran argentinos y no tan distintos, apenas algo...

B.B.: –Tal cual (risas). Por supuesto que la influencia de lo que veníamos haciendo con el jazz-rock de Alma y Vida permaneció, pero se sumaron otras cosas: en mi caso, la experiencia que tuve como integrante de la Banda Spinetta en 1977, o de La Banda con Rubén Rada... El Negro me aproximó al Río de la Plata, pero lo más fuerte fue haber visto a Hermeto Pascoal la primera vez que vino. Yo me mataba escuchando a Keith Jarrett, Chick Corea, a Coltrane, pero con Hermeto me caí de culo por la música alucinante que hacía, y porque el tipo demostraba claramente que con esos elementos tan contemporáneos, tan vinculados al jazz moderno, podía tocar una música esencialmente brasileña. Eso me pegó fuerte y dije: “Tendría que haber una manera para ir tras nuestra esencia desde estos elementos tan atractivos”. Ahí fue cuando armamos el dúo sobre esta idea de utilizar elementos armónicos más ricos y aplicarlos a una música nuestra.

J.B.:–Igual, con Alma y Vida habíamos grabado algo con aires urbanos, Spinetta y Manal también lo habían hecho. Yo creo que nadie se puede desprender de esa condición vivencial. Nuestra generación de alguna manera reaccionó contra el tango, pero a su vez, en mi caso, que mi viejo y mi vieja fueran a las milongas, o escucharan Troilo y Piazzolla, al final me terminó enriqueciendo. Son aprendizajes que duran largo.

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Bernardo Baraj y Juan Barrueco llevan cincuenta años tocando juntos.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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