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Domingo, 29 de enero de 2012

MUSICA › CATUPECU MACHU, AMBULANCIA Y TAN BIONICA ABRIERON LOS FESTIVALES DE PARQUE ROCA

Una banda en estado permanente de rock

Con la fogosa capitanía de Fernando Ruiz Díaz, el grupo volvió a demostrar su capacidad de avasallar en el escenario, en una brutal combinación de tracción a sangre y pulso tecnológico.

 Por Mariano Domino

Horario poco usual para festivales si el sol de verano todavía quema en su cenit, pero el riguroso inicio que a las 17 del viernes marcó el comienzo de un nuevo ciclo de recitales gratuitos en el Parque Roca hizo que un espectáculo de rock se amigara, al menos por un momento, con la claridad del día. El arranque estuvo a cargo del proyecto Ambulancia Pret A Porter, que entre sus miembros incluye a los actores Muriel Santa Ana (ausente) y Mike Amigorena en dupla vocal. Siempre incursionando desde los márgenes del género –que incluyen el electro, el ambient y el pop– la banda inquieta por momentos con ciertos guiños y covers mechados entre sus temas, aunque ese acto logre animar apenas a un puñado de los presentes, quizá porque el abuso de tanta experimentación ya exceda lo que se puede esperar de un conjunto, a priori de rock.

Los humores se encendieron con la presentación del segundo número, Tan Biónica, con cierta trayectoria que acredita público propio y que prueba a las claras que la banda ya lleva un trecho recorrido. El set, de tan solo cinco temas, resultó contundente porque logró exhibir las armas que el cuarteto sabe volcar al escenario, mostrando su capacidad de producir hits con gancho poderoso, canciones pop en mid tempo y electrónica con efervescencia vital.

Y para el cierre de la primera jornada, Catupecu Machu: la mejor de las virtudes que puede exhibir la banda que capitanea Fernando Ruiz Díaz es su síntesis creativa, término cuya autoría incluso puede atribuírsele si se tiene en cuenta la desoladora ortodoxia del panorama rockero al momento de su formación, a mediados de los ’90. Definido como cuarteto desde la realización de su más reciente disco El Mezcal y la Cobra, Catupecu supo compendiar una vez más su sonido valvular –hasta épico– que lo emparienta con el rock junto a sus machacantes bases electrónicas, a cargo de Macabre, socio estable de la banda, por momentos insustituible. El trinomio fundado sobre una base pesada de densos teclados, bajo y batería con compases estirados al máximo que logran producir un extraño efecto de vacío, representa una marca inequívoca que surca gran parte de sus temas; en vivo, ese logro se ve marcadamente mejorado con temas recientes (“El Mezcal”, “Metrópolis nueva”) y no tanto (“Gritarle al viento”).

En el centro del escenario, escoltado por la imagen omnipresente de su hermano Gabriel, Fernando Ruiz Díaz es el gran prestidigitador, el capitán que no vacila en arrojar una, dos guitarras cuando hay problemas con el sonido –hecho recurrente y que hasta obligó a recomenzar un tema– y dialogar con su público para, airoso, llenar ese silencio incómodo que obliga a improvisar quién sabe qué. Además de probado frontman, director de orquesta y garganta de vibrato, Ruiz Díaz se completa como mentor de riffs pegadizos (“Eso espero”) y letales solos (“Plan B”) que logran colmar su veta rockera, más expuesta aún desde la incorporación del ex Cuentos Borgeanos Agustín Rocino en batería y en quien encuentra suficiente apoyatura rítmica. El resto de los temas que completaron el set –fueron tan solo diez ejecutados en poco más de una hora– recorrieron los highlights de la banda (“Magia veneno”, “Dale!”) pero mejorados, otro punto positivo para el cuarteto, que evita apelmazarse intentando reversionar aquello que ya sonaba demasiado eficaz. Para el final, hubo tiempo para hacer pasar a dos músicos invitados, Corvata y Tery de Carajo, para explotar con “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”, el eterno hit de la banda con una versión aún más salvaje, pesada y provocadora.

Si esta clase de minishows sirven de pretemporada para que los músicos calienten la muñeca y vuelvan al ruedo, para Catupecu Machu, banda en estado de rock permanente, esa liturgia anual no necesita cumplirse.

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Catupecu debió lidiar con un sonido lleno de problemas.
Imagen: Luciana Granovsky
 
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