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Miércoles, 3 de mayo de 2006

MUSICA › LEO SUJATOVICH Y EL TANGO

“Era una relación que estaba latente”

El ex tecladista de Spinetta Jade presenta su tercer disco solista, Tango ritual, y habla de su descubrimiento de Salgán y de cómo abrazó el género.

 Por Cristian Vitale

En 1983, año clave de su carrera, Luis Alberto Spinetta decidió mover las fichas en Spinetta Jade. Venía de grabar el imprescindible Los niños que escriben en el cielo y, fiel a su hábito de mutar, hizo entrar a César Franov por Frank Ojstersek y a Leo Sujatovich –por entonces un ignoto tecladista, que había pasado por Raíces– en lugar de Diego Rapoport. El resultado fue el no menos genial Bajo Belgrano, que para Spinetta significó convertir en música y palabras su inevitable entraña porteña, y para Sujatovich, que también grabó en el simultáneo Mondo di Cromo, el primer paso importante de su carrera. No sólo por acompañar a un grande, sino porque éste le marcó su primer –e inconsciente– signo de amor por el tango.

“Estando en Madrid, me encontré con Chelo, viejo fan de Jade, y me dijo: ‘Tengo algo que te voy a copiar... no lo vas a poder creer’. Era la grabación de la presentación de Bajo Belgrano en el Coliseo”, cuenta a Página/12 Sujatovich, con su tercer disco solista –un disco de tango, para más detalles– recién salido. “En un momento, hice un solo de teclado y me salió de bandoneón. Cuando lo escuché, me agarró un escalofrío. Indudablemente, había una relación mía con el tango que estaba latente. Además, no era casualidad, porque Spinetta es un tipo muy tanguero..., tal vez el más tanguero de los rockeros.” Sujatovich nunca creyó ser un tanguero sino, más bien, un ecléctico músico que venía del llamado rock sinfónico y que brillaba con algunos destellos de jazz rock que, de repente, abrazó el género con el fanatismo del recién convertido. “Igual, no quiero considerarme un tanguero de cepa, porque me gusta todo lo que hice..., entrar y salir del tango partiendo de otras líricas.”

Pasaron 19 años entre aquella revelación subliminal –años poblados de trabajos junto a Dino Saluzzi, Mercedes Sosa y Pedro Aznar, entre otros– y el momento en que el pianista decidió editar un disco de tango: fue en 2002 y se llamó Trío de Cámara de Tango. El resultado le dio tal satisfacción íntima que tuvo su continuación, ahora, con Tango ritual (Epsa Music), donde el pianista mezcla versiones de piezas de Astor Piazzolla, Juan de Dios Filiberto y Julián Plaza con otras de Manuel de Falla, Isaac Albéniz y composiciones propias tituladas Improvisetas. “Viviendo en Madrid, tuve la inquietud de encontrar aristas comunes entre el tango y la música clásica española. Me quedé caliente con saber qué podría pasar con esta mezcla y compré una pila de CD con música de De Falla, Albéniz y Granados. Los fui escuchando en viajes y empezaron a sonarme melodías en un plan muy tanguero. Al comienzo, me resultaba ridícula la situación, pero después encontré el rumbo.”

Sujatovich está presentando el disco junto a su indestructible trío (Patricio Villarejo en cello y Damián Boletín en violín): el jueves pasado, en el Templo Auditorio Amijai, aparecieron Walter Ríos, Pablo Mainetti, Sandra Mihanovich y Horacio Ferrer como invitados. “El organizador del Festival de Granada nos propuso a mí y a Ferrer a hacer un homenaje a De Falla, por el 60º aniversario de su fallecimiento. Como cierre del festival, compusimos la Suite Manuel de Falla y Horacio escribió siete poemas que describen al personaje y su obra. Lo estrenamos acá.”

–¿Y Sandra Mihanovich por qué? Ella nunca cantó tango...

–No en público, pero me dijo que familiarmente siempre cantaba Chiquilín de Bachín. También cantó Tú, de José Dames, y Corazón al sur, de Eladia Blázquez. Fue una noche ecléctica, una forma de seguir siendo espontáneo, como siempre.

Tango ritual tiene matices que lo distancian del ABC del género. Además de su impronta española dada por las versiones de De Falla, hay un riesgo que remite a aquella anécdota con Jade –la ejecución de Quejas de bandoneón, de Filiberto, justamente sin bandoneón– y las Improvisetas que parten de y llegan al tango, pero cuelan una pizca del amplio background de Sujatovich como compositor de música para películas (Pizza, birra, faso, La furia, Un día en el paraíso) y cierto anclaje en su primer disco –pre conversión–, Dulces sueños, editado en 1994. “Estoy madurando la necesidad de empezar a componer tango, porque siento que estos dos discos son como mi escuela en el género”, dice, reforzando esta idea de camino hacia, en vez de punto de llegada.

–¿Usted viene de cuna tanguera?

–No... mi vieja era maestra de piano, pero tocaba música clásica. En casa no se escuchaba tango, pero bueh... yo soy de acá, me crié en Caballito y creo que al ser porteño y artista tenés que ser muy de roca para que el tango no te pegue.

–¿Pero cuándo lo tomó en forma más consciente?

–Hace unos seis años. Si bien yo no vengo de cuna de tangueros, la que sí proviene de ella es mi esposa. Un verano, ella preparó una reunión familiar tanguera, y ahí debuté. Empecé tocando cosas de Gardel que le gustaban a mi suegro y requetecontra clásicos como Uno, Malena y Confesión... hasta que descubrí a Salgán que, para mí, fue como descubrir América.

–¿No lo conocía?

–No. Sí había escuchado a Piazzolla. Ya a los 9 años, cuando tocaba el piano, recuerdo haber tocado de oído Balada para un loco, pero a Salgán lo descubrí de grande y sentí que era un viejo conocido, porque su estética me llevó a descubrir a otros grandes como Troilo. Pichuco estaba asociado a viejos programas de miércoles a la noche en televisión, a ese sonido de orquesta que lo transformaba en uno más para quien no paraba mucho la oreja. Por esos programas pasaban tipos poco felices, muy trillados. Es más, creo que gracias a ellos uno no escuchaba tango. Pero Troilo era la excepción, por su fineza y sus sutilezas. También fue encontrar un tesoro.

–Pero en el disco no hace piezas de ninguno de los dos... sí de Piazzolla, Filiberto y Plaza. En el caso de Astor, optó por Zum y Escualo.

–Zum, el que más me gusta de los dos, es una cosa muy visceral de Astor y aparte estaba en uno de los primeros discos de tango que compré. Lo tenía muy incorporado.

–La Danza ritual del fuego es una gran apertura..., comienza con un gran impulso. Además, es extraño cómo un tema de De Falla suena tan tanguero.

–Un día me encontré con Ferrer y le dije “te quiero mostrar un par de tangos de De Falla” y enseguida adivinó: “La Danza ritual del fuego... fue una propuesta que le hice a Raúl Garello hace veinte años”. Fue fácil hacer el arreglo. Todo esto derivó en Tango Brujo, el proyecto que hice con Julio Bocca. A Bocca le gustó y me pidió que desarrollara más repertorio de De Falla, que después presentamos en España ante la reina Sofía, en una noche inolvidable.

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“Escuchar a Salgán fue como descubrir América”, asegura el tecladista Leo Sujatovich.
 
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