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Jueves, 18 de octubre de 2012

MUSICA › DEMI CARABAJAL Y SU CICLO DE LOS JUEVES DE OCTUBRE EN LA JALAPEÑA

Compartir la imaginación

Este cantautor y multiinstrumentista está cruzado por la tradición de las chacareras de su padre Carlos y la renovación y el riesgo de su hermano Peteco. Aunque dice que hace sólo “músicas santiagueñas”, a la hora de crear piensa en U2, Pink Floyd y Divididos.

 Por Cristian Vitale

Lleva en la sangre una encrucijada entre el latir ancestral de las chacareras de su padre Carlos y los arriesgados –y felices– giros de su hermano Peteco. De ese justo medio parte el camino de Demi Carabajal, cantor y multiinstrumentista santiagueño. Ahora está en la Jalapeña, espacio donde antes estaba El Empujón del Diablo. El cuadro parece una postal de la santiago folk y under en pleno Palermo. Está en la previa de un ciclo que se extenderá todos los jueves del mes. Este, por ejemplo. Prueba sonido y lo que suena, suena suave y colgado. Son como chacareras lisérgicas o huaynos sobrevolados por una atmósfera nebulosa. “Cuando veo que la gente medio se aburre, cambio el plan y mando nervio”, admite él, sobre lo que vendrá. La Jalapeña (todos los jueves de octubre a las 21.30 en Angel Carranza 1969) tiene ese pulso. Muestra a un Demi independizado de su hermano Peteco, cuya banda acompaña hace una buena cantidad de años, y concentrado en una treintena de canciones que se reparten entre sus dos discos solistas (Bajo el cielo santiagueño y Más de mí) y algunas inéditas.

“La diversidad de las influencias que han pasado por mi vida han provocado que vaya tomando mis propias decisiones, respetando mis creencias y mis raíces, porque hago músicas santiagueñas, nacidas de Santiago, y no describo otra cosa. A lo sumo, mezclo mis vidas peñeras con mis vidas nocturnas de boliche under. En algunos momentos he podido estar hasta en lugares conchetos (risas)... Pero, obviamente, mi terreno es la peña, es acá donde yo mando”, sentencia, como una primera aproximación sobre sí. La apertura es un terreno en el que Demi también manda. Hay diversidad y matrices estéticas que se mezclan. Melodías espaciadas y sedadas que conviven bien con la rítmica letal, cruda, de la chacarera. Hay huaynos, zambas, tinkus y gatos con variaciones. Uno que se llama “La Gata” que, según su autor, es como una versión del gato negro pero en mujer, bien bailarina. “Se la dediqué a esas mujeres que bailan descalzas, en patio de tierra, y hechizan a los bailarines y a los cantantes por sus giros. A las que te hacen olvidar la letra cuando estás cantando”, se ríe Demi. Otro que se llama “La voz del que se ha ido”, ofrendado a la masa de migrantes santiagueños que circula por el país en busca de trabajo y una canción de amor e imaginación –“un poco dedicada a las flores”– llamada “Roca preciosa”. “Son variaciones, nuevas formas de tocar que muchos santiagueños de esta generación venimos experimentando y a las que cada uno le saca el jugo como puede”, determina el cantautor.

–En su caso, se intuye, remitiendo a una especie de nexo entre aquella niñez de guitarreadas en la casa de la abuela Luisa, en La Banda, y las millas recorridas junto a su hermano, en épocas de renovación...

–Sí, claro. En lo autoral, por ejemplo, Peteco ha tenido mucho de juventud y ha sido de los primeros que han podido establecer un vínculo junto con Jacinto Piedra, el Chango Farías Gómez y Verónica Condomí. Me refiero a un vínculo con la juventud y géneros como el rock. Para mí, visto M.P.A. (Músicos Populares Argentinos) y visto su público, eran todos hippies (risas). Y ahí he conocido otra clase de gente, porque yo estaba acostumbrado a las peñas de mi viejo Carlos, y esto era otra cosa, otro nivel. Peteco nos ha dado una clase inesperada de cómo interpretar el folklore y hacia dónde apuntar. La diferencia por ahí está en que él ya lo ha hecho y yo lo estoy haciendo ahora.

En el ciclo de la Jalapeña, Demi está compartiendo aquello que hace ahora con amigos del entorno folklórico y de otros géneros. Para hoy, el convite pertenece a bajistas que han tocado con él en diferentes momentos de su trayectoria, y para el próximo están confirmadas las presencias de Roxana y Graciela Carabajal, Laura Ros, Bruno Arias y Mavi Díaz, siempre bajo el plafón de su banda propia conformada por Mariano Sarquís en bajo, Martina Ulrich en batería y su hermano Dipi en guitarra. “Me gusta jugar con la imaginación y compartirla. Como digo en la ‘Chacarera de los barrios’, donde estoy jugando en el barro, en canchita de tierra, pero en la imaginación estoy jugando un mundial. La imaginación es todo, ¿ha visto? Si uno la quiere realizar, es como el País del Nunca Jamás, en el que los personajes imaginaban una comida y comían eso... Yo lo hago con la música: cada vez que creo una canción digo ‘me gustaría que suene como un tema de U2 con la guitarra de Pink Floyd’, o como Divididos, no sé, me divierto por ese lado.”

–¿Cómo cae esta metodología de la creación en el circuito peñero de Santiago?

–Bueno, allá siempre hay que mechar lo tradicional y lo nuevo, porque el santiagueño tiene el antecedente de haber sacado a botellazos a M.P.A., por ejemplo. Se tarda en asimilar lo desconocido, porque algo que no lo esté moviendo, al santiagueño lo desespera. Hay que estar atento a eso. Pero, a la vez, es un público muy abierto... El único requisito es hacerlo vibrar. El santiagueño quiere vibrar, encenderse, bailar y que se levante tierra.

Luego de veinte años “yéndose”, el guitarrista volvió a anidar en La Banda y se ha reinsertado en la dinámica de un circuito peñero agitado que tiene en grupos como Ultravioleta, Vislumbre del Esteko, La Brasa o Don Argañaraz, como puntales del nuevo folklore santiagueño. “Hay movidas todos los fines de semana, y la verdad que se trabaja bien, porque también están los festivales anuales, como el de la chacarera, el de la Salamanca, el de Frías, el de Añatuya, los aniversarios de La Banda y Santiago, el cumpleaños de la abuela... En fin, la gente es peñera y no quiere otra cosa. Una vez he tocado un lunes laborable a las 9 de la mañana, porque eran las 5 y no habían puesto ni el sonido. Yo tocaba y decía ‘Mierda, ¿de dónde viene tanta gente?’ Así es Santiago, y esperamos que así lo sea siempre.”

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“Peteco nos ha dado una clase inesperada de cómo interpretar el folklore y hacia dónde apuntar.”
Imagen: Arnaldo Pampillón
 
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