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Sábado, 16 de noviembre de 2013

MUSICA › BECK, LANA DEL REY Y TRAVIS TOCARON EN LA PRIMERA EDICION DEL PLANETA TERRA FESTIVAL

Fiestas íntimas para públicos diversos

El encuentro realizado el jueves en el Estadio Cubierto de Tecnópolis se distinguió por abrir el abanico de alternativas musicales bien contemporáneas, pero repitió la constante de la carencia en la producción de eventos.

 Por Yumber Vera Rojas

Al mismo tiempo que Beck se confirmaba como uno de los artistas más populares e influyentes de los ’90, el culto que se erigió en torno de su obra se vio mermado por la calamidad. Ya en su pasada visita a la Argentina, en la que fue soporte de The Police, en 2007, si bien es cierto que actuó bajo los efectos de la fiebre, los que lo vieron en la intimidad aseguran haberlo notado pálido, como si estuviera ido, e incluso con dificultad para moverse por sus propios medios. Desde entonces saltaron las alarmas acerca de que el artista estadounidense no podía disimular más su osteogénesis imperfecta, o “enfermedad de los huesos de cristal”, por lo que algunos productores locales lo pensaron dos veces antes de traerlo de vuelta al país. La posibilidad de tener que hacerse cargo de una póliza de seguros quizá más costosa que el cachet del cantautor no era de lo más atractiva. Así las cosas, el propio músico contribuyó a alimentar la fábula al bajarse de las giras durante una larga temporada en la que se sumió en el ostracismo del estudio.

Cuando se anunció su regreso a la Argentina, para formar parte de la primera edición del Planeta Terra Festival, celebrada en la tarde-noche del jueves, reaparecieron los fantasmas sobre los achaques de Beck, que él mismo se encargó de confirmar en Página/12 a pocos días del show, en una entrevista en la que reveló que sufrió un daño severo en su espina dorsal que lo alejó de los escenarios. De manera que este reencuentro con el público argentino, ante la ausencia además de un nuevo álbum desde la aparición de Modern Guilt (2008, el próximo disco saldrá recién en 2014), se vislumbraba como un saludo a su ilustre pasado. Lo que no era poco.

No obstante, cerca de la medianoche, y para sorpresa del para ese entonces raleado Estadio Cubierto de Tecnópolis –luego de que Lana Del Rey exaltara hasta el frenesí a sus fans, que tan sólo fueron secundados en protagonismo por los de los escoceses Travis–, Beck ofrendó el mejor de sus tres shows en la Argentina (el primero databa de 2000, cuando fue parte del Hot Festival). Así es: lo del rubio fue un homenaje a ese rock que lo salvó del anonimato, y que a manera de agradecimiento ayudó a renovar. Y de un nivel que muy pocas veces se vio en el abultado trote recitalero de este año. A lo largo de una hora y media, el artista de 43 años no se guardó nada para el cierre de esta gira con la que nuevamente puso a tono su show en directo. Como si minutos antes hubiera logrado convencer al Diablo para que lo poseyera, el último mohicano de la vanguardia sonora del siglo XX subió a la tarima prendido fuego y envuelto en ese hit que se tornó en una suerte de advertencia de lo que sucedería: “Devil’s Haircut”.

Mientras que en el resto de sus shows sudamericanos abrió con algunos de los tramos más acústicos de su repertorio, de las que despunta el folk descarnado “The Golden Age”, en su recital de Villa Martelli el icono del rock alternativo arremetió con lo más electrizante de su cancionero: “Loser”, “Güero” o “Modern Guilt” le dieron forma a un espectáculo que saltaba del funk al electro o del rap al rock sin que trastrocara en lo más mínimo su eje. Beck transmutó en Prince, en James Brown y en Alice Cooper de la manera más lyncheana, manteniendo, por supuesto, la compostura. Así, también flirteaba con una actitud irónica que llegó a su cumbre cuando “Sissyneck” se materializó en el “Billie Jean” de Michael Jackson. Y es que si algo perdió la cultura pop en los últimos tiempos fue el humor.

Aunque Beck fue lo mejor del Planeta Terra Festival, que estrenaba el predio que inicialmente iba a ser inaugurado meses atrás por Morrissey, Lana Del Rey fue la estrella de la noche. Ella también sabe de pop, pese a su breve trayectoria, pero de su lado más manipulador. La cantante estadounidense redime a la perfección esa frase retadora del grupo Jane’s Addiction del “nosotros tenemos más influencia sobre tus hijos que tú tienes”. Consejo para los padres de las adolescentes fans de una de las artistas más polémicas de los últimos tiempos (se dice que no sabe cantar, que es un producto de la industria, que es un gato, que fue alcohólica a los 14, y mejor déjelo ahí): acompañen a sus hijas a explorar un mundo que podría sorprenderlos. Ojo, puede servir como guía leer Lolita, de Vladimir Nabokov, pues obtendrá muchas respuestas de cómo una chiquita puede hacerse del mundo a partir del descubrimiento de su sexualidad. Y eso que este clásico literario fue escrito en 1955, la época que le apasiona recrear a la Barbie Lana.

Pero lo de Lana Del Rey no es retro, sino retromoderno. Su sonido pop, plegado a la avanzada del indie que se instaló como una suerte de dictadura orwelliana durante la última década, es oscuro, lo que contrasta con el camisón blanco hasta la entrepierna de la cantante de pies descalzos que se ganó al mundo con dos álbumes, un hit como “Video Games”, y a punta de esa sensualidad de la que no quiere, pero que le gusta frotar su espalda hasta con el pie del micrófono. No obstante, en su debut en la Argentina se entregó por entero a sus seguidores, a los que saludó uno a uno y hasta agradeció por las banderas blanquicelestes (si Justin Bieber la viera...).

Y si a las fans de la neoyorquina de 27 años se los reconocía por sus coronitas de flores, a los seguidores de Travis se les sacaba la ficha por sus globos y remeras que llevaban inscripto “Patota Travisera”. Un toque demasiado futbolero para una banda que puede jactarse de una melancolía que se traduce en una veta pop y otra más folk. El carismático cuarteto de Glasgow, el eslabón perdido de Coldplay y Keane, en su segunda visita al país presentó las canciones de su nuevo álbum, Where You Stand, al igual que clásicos como “Sing” y “Why Does It Always Rain on Me?”. Y sus compañeros le cantaron el “feliz cumpleaños” al bajista Dougie Payne.

El otro acto internacional del Planeta Terra Festival fue Palma Violets, la revelación del pop independiente inglés, que debutó en Buenos Aires en el clímax de su novedad. Lástima que haya sido antes del ocaso de la tarde, con apenas un poco de público. Pese a que el evento creado en Brasil en 2007, al que asistieron en su hora pico (con Lana Del Rey) siete mil personas, se distinguió por abrir el abanico de alternativas musicales bien contemporáneas (incluso en la grilla local, al sumar al presente de la escena local, encarnado en El Mató a un Policía Motorizado y Onda Vaga), repitió esa constante de la carencia en la producción de eventos. La ausencia de un segundo escenario, que obligaba a ver a todos los artistas y a esperar a los cambios de puesta, provocó cierto hastío en la gente.

Justamente, fue Beck la cabeza de cartel del festival, quien pagó los platos rotos de esa falencia, pues al momento de su show, el Estadio Cubierto de Tecnópolis le quedaba grande. Pero los pocos miles de treintones y cuarentones que aguantaron una tarde calurosa vivieron el momento como una fiesta íntima en la que el arengue, la imaginería y el desparpajo del músico estadounidense lograron que el tiempo pasara volando. Ya en el descuento, con “Girl”, “E-Pro” y “Where It’s at”, el Güero mayor había ganado por goleada, aupado por una banda impecable, de esas que hacen que un artista luzca más allá de su luz propia. Sin embargo, la aventura conjunta con esos músicos notables acabó en ese momento debido a que sus respectivos proyectos demandaban su atención. Así que con ese dejo a vacío, aunque con la alegría de que al menos sucedió, se fueron del escenario fundidos en un mismo abrazo.

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Beck fue lo mejor del festival, aunque lo vieron apenas un par de miles de personas.
Imagen: Gentileza Beto Landoni
 
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