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Sábado, 30 de noviembre de 2013

MUSICA › RATA BLANCA REPASO SU ALBUM GUERRERO DEL ARCO IRIS EN EL TEATRO OPERA

Reencuentro abrazando el rock and roll

El combo de hard rock liderado por Walter Giardino parece haberse tomado las bodas de plata con la intención de mostrar las diferentes formaciones que tuvo, tal vez para saldar la disputa de cuál representó con mayor fidelidad su espíritu artístico.

 Por Juan Ignacio Provéndola

¿Será la del primer disco, con himnos de siete minutos y los falsetes imposibles de Saúl Blanch? ¿Tal vez la era astronómica de Adrián Barilari, sembrando el delirio popstar por toda América latina a caballo de hits radiables? ¿La agresividad creativa junto a Mario Ian, perdiendo amabilidad sonora pero ganando riqueza poética? ¿O la experimentación en el ocaso, tal como sucedió con Gabriel Marian? A veinticinco años de la salida de su álbum debut, Rata Blanca pareció tomarse las bodas de plata con la intención de arrimar alguna respuesta a esa pregunta que siempre dividió las consideraciones entre sus propios fans: ¿cuál es la versión que mejor define a la banda, la que más dice sobre ella, la que expresa con fidelidad su espíritu artístico?

Cualquier veredicto podría adolecer de imprecisión. De injusticia, en esencia: ¿quién, acaso, ostenta las facultades extraordinarias para ofrecer como inapelable un juicio que es apenas estético? Por eso, Walter Giardino, a quien la crueldad de sus detractores le construyó una imagen de despotismo y mal semblante, exhibió en este año de celebración y conmemoración una bonhomía conmovedora y a la vez infrecuente, ubicándose por debajo de una leyenda que es suya y que le pertenece más que a nadie, pero que igualmente lo excede en el tiempo y en el espacio. Mientras el rock argentino suele dilapidar gran parte de su capital simbólico y emblemático en divismos y rencores, el guitarrista y compositor orientó su carácter hacia una empresa conmovedora, deponiendo viejos diferendos para recomponer algunos vínculos. Y así, poco a poco, logró lo que no muchas bandas en el mundo: sacar a la historia de las enciclopedias y darle vida sobre el escenario, recuperando las alineaciones más emblemáticas de un grupo sometido a una dinámica muchas veces impredecible.

Primero fue con la formación del disco debut, cuya salida al mercado, en 1988, es la que marca el aniversario en cierne (el estreno en vivo había sido un año antes). Dos shows en el Malvinas Argentinas, donde las nuevas generaciones pudieron ver y oír a Saúl Blanch, la voz de ese material de culto, claro que no con los 36 años que tenía en aquel entonces, sino con sus fatigosos 61. Y esta vez fue el turno de la composición más significativa, igual a aquélla (es decir, también con el ex V8 Gustavo Rowek y el guitarrista Sergio Berdichevsky), pero ya con Adrián Barilari en la voz. Es la del exitoso álbum Magos, espadas y rosas, el hit “Mujer amante”, las largas giras por el continente, los polémicos shows por las bailantas bonaerenses, las ventas descomunales de discos y de tickets, la histeria en la puerta de los hoteles y su flirteo peligroso con lo bueno, lo malo y lo feo de la década del ‘90. Fue una búsqueda desenfrenada del éxito a través de un camino espinoso que sólo los condujo al vacío, haciendo añicos la convivencia interna y derivando en sucesivos cambios de músicos que precipitaron la triste despedida y separación de 1998.

La excusa del reencuentro, en este caso, fue el repaso íntegro de Guerrero del arco iris, el único disco de aquellos años que Rata no había refrendado en vivo últimamente (hace tres años conmemoraron las dos décadas de Magos... y este año también hicieron lo propio con El libro oculto, último trabajo con Barilari en los ’90). “Este disco fue hecho en el quilombo de viajes, rutas, velocidad. Había mucha gira, demasiada. No fue fácil”, explica Barilari antes de cantar “Abrazando el rock and roll”, una descripción de esas épocas de pánico y locura, que es cita obligatoria en cualquier show de este tiempo. Guerrero... es, básicamente, eso: un exorcismo del frenesí de horas atribuladas, ya sea a través de la ambición obsesiva de un objetivo (“Angeles de acero”), la poesía oscura y desangelada (“La boca del lobo”) e, incluso, los amores fugaces de camarín (“Hombre de hielo”, con el que comenzaron el show). El viento de cola de Magos..., el disco anterior, se lee en la continuidad de dos elementos fundamentales como la literatura fantástica, con “Los ojos del dragón”, y las baladas como “Noche sin sueños” o “Nada es fácil sin tu amor”, una de las versiones más logradas y emotivas de toda la noche. Aunque lo más festejado fue “Quizás empieces otra vez”, que durante muchos años sirvió también como punto de partida de cada show y que revalidó las credenciales de Rowek, preciso como una escuadra y violento como un martillo, y de Berdichevsky, a cuyo carisma escénico le suma la funcionalidad de una segunda guitarra que tan bien le sentaría a la banda actualmente.

La elección del lugar no fue al azar: en el Opera habían cerrado la meteórica gira de presentación de ese disco, con tres shows durante octubre de 1992 que tuvieron destino de placa en vivo. Un teatro es para Rata un hábitat casi natural, aunque también representa una marca más de aquella época que de ésta: al barroquismo artístico, traducido en solos interminables y distintos procesamientos de la guitarra, Giardino lo sobrepuso con composiciones más monolíticas y una interesante recuperación del sonido más clásico, salvaje y valvular. La actitud se refleja también en sus shows, que alcanzan performances más calientes y agresivas en lugares sin el obstáculo de las butacas. Por eso cobra otra dimensión la idea de contraponer el rescate emotivo de Guerrero... con el repaso de El camino del fuego, disco con el que Rata volvió a la actividad en 2001, para nunca más irse, apostando a composiciones más concretas, llena de guiños hacia Deep Purple y una necesidad innegociable de renovar la propuesta para no quedarse llorando viejos santos de madera. Fue también el truco final para reivindicar la formación actual, que es también la que más años duró en ejercicio. Y la que seguirá escribiendo una historia que sigue a salvo, esperando nuevos capítulos para seguir tan viva como siempre.

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El guitarrista Walter Giardino depuso viejos diferendos para recomponer algunos vínculos.
Imagen: Bernardino Avila
 
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