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Domingo, 26 de enero de 2014

MUSICA › CLAROSCUROS DE LA 56ª ENTREGA DE LOS PREMIOS GRAMMY

Gala de reparaciones e injusticias

Esta noche en Los Angeles, la Academia de Artes y Ciencias de la Grabación elige lo más destacado de la música comercial del último año, da escenario a Metallica y Stevie Wonder y homenajea a Los Beatles (con Ringo y Paul).

 Por Luis Paz

Paul y Ringo, a medio siglo del debut beatle en los Grammy.

Cinco palabras bastan para resolver qué representan los Premios Grammy que esta noche entregará la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación de Estados Unidos. Insolentemente, no son vocablos en inglés: “Nel blu dipinto di blu”. La canción de Domenico Modugno, más conocida acá y en prácticamente todos lados como “Volare”, se impuso en la primera entrega de los Grammy, en 1959, con una doble corona: fue preferida como la Grabación del Año y como la Canción del Año. El gesto fundacional de la academia fue, entonces, distinguir a un tema insoportablemente pop –con lo bueno y lo malo que implica serlo– por sobre otras piezas que también fueron publicadas por esos meses como... “Great Balls of Fire” (Jerry Lee Lewis), “Summertime Blues” (Eddie Cochran) o “Johnny B. Goode” (Chuck Berry). Es decir, la gratificación instantánea, el regocijo de los miembros de la academia jugueteando entre planillas de ventas como los niños yanquis juegan a hacer angelitos en la nieve, buscando subir al acorazado que más pueda hacer mover a la industria pesada hacia adelante en términos económicos; frente a un par y medio de canciones que dieron origen a un género, un movimiento y una cultura. Pero claro, el rock era inimaginable entonces, y más claro aun que eso, los empresarios buscan la mayor ganancia y de la manera más inmediata posible, y eso pasa siempre.

Es que si bien esta academia está conformada por productores, técnicos, editores y personalidades de la música, la parte empresarial predomina: son empresarios de la producción, empresarios de las áreas técnicas, de las editoriales y sellos y personalidades empresariales. Que, al fin, arman esos algoritmos onda Servicio Meteorológico para adivinar la canción más importante, el disco fundamental o la grabación más sobresaliente del año entre vientos huracanados de calidad artística y frentes fríos del sector comercial. Entonces figurones del pop y compositores contemporáneos

de música académica, artífices rockeros de los charts y músicos latinos afincados en Miami, algún especimen de world music y las divas platinadas de la era del auto-tune se funden en una gala que, año tras año, rezuma la autoindulgencia de la industria estadounidense: vale el dato de que este año se anuncia, a la par que la presencia de Ringo y Paul por los 50 años de la primera aparición beatle en los Grammy, la actuación de Beyoncé y Jay-Z, pareja real del pop estadounidense, que va y actúa en el cumpleaños de Michelle Obama, pero es tan prescindible fuera de aquellas fronteras. Por cierto, este año la cosa ocurrirá en el Staples Center, con trasmisión por CBS y retransmisión por portales y canales de TV globalizados: en TNT se podrá ver en vivo y el canal E! tendrá un especial durante la previa.

No obstante, como otras ceremonias afines en otras ramas de la industria cultural (por caso, el Oscar), los Premios Grammy traen aparejados alguna curiosidad, un eventual orgullo patrio (Illya Kuryaki and the Valderramas, nominados), cierta relevancia para el día a día (del Twitter, más que de la música contemporánea), la posibilidad de comentar un lindo cruce de artistas en un escenario de decorado, la sensación de justicia de que un disco, una canción o un artista universalmente relevante se imponga. En esta línea, aflora la mención de Random Access Memories, el muy buen disco (y muy clásico, también) del dúo francés de música pop electrónica Daft Punk, en la categoría Disco del Año, ante The Heist, de Macklemore & Ryan Lewis, The Blessed Unrest, de Sara Bareilles, Red, de Taylor Swift o good kid, m.A.A.d city, de Kendrick Lamar, todos productos eminentemente Made in USA. Lo cual se corresponde con que la academia es de ese país, claro, y ventila un poco esa necesidad transoceánica de que Estados Unidos venga a promover, a rubricar la firma en el certificado de calidad de la música.

En fin, pese a que Daft Punk parece aquilatar mejores razones para su imposición en esa categoría, el favorito de la academia vuelve a ser Jay-Z, quien ostenta nueve nominaciones y hará dúo con Beyoncé en la entrega. El productor Pharrell Williams, el rapero Kendrick Lamar, la dupla que armaron el hip popero Macklemore y el productor Ryan Lewis y el comodín de la industria pop estadounidense Justin Timberlake aparecen con siete menciones para el palmarés 2014 de los Grammy.

La mayoría de ellos (Daft Punk, Swift, Williams, Lamar, Macklemore & Lewis) tendrá su momento de defensa en vivo de la nominación, dentro de una grilla de artistas que incluye a Metallica, Stevie Wonder, Merle Haggard, Kris Kristofferson, Willie Nelson, Blake Sheltona, John Legeng, P!nk o Katy Perry, pero que a diferencia de lo que trascendió hace unos días, no tiene confirmada la actuación musical de Ringo Starr con Paul McCartney. Los ingleses, sin embargo, sí participarán de un tributo a Los Beatles, a cincuenta años de la primera aparición del grupo de Liverpool en la ceremonia de los Grammy del ’64. Dato: un año después, los Fab Four fueron seleccionados como la mejor banda nueva en la séptima entrega.

La reunión de músicos de Nine Inch Nails y Queens of the Stone Age con Dave Grohl (Foo Fighters, Nirvana) y Lindsey Buckingham, como en la banda sonora de la película Real to Reel, acerca de los estudios Sound City, se ocupará de cerrar la jornada, en tanto que la reina inclaudicable del pop, Madonna, también se presentará en vivo, lo que también harán Billie Joe Armstrong de Green Day y Miranda Lambert, en su caso para homenajear al fallecido Phil Everly, mitad de los Everly Brothers, que por cierto en 1958, cuando los Grammy premiaron a “Volare”, habían publicado un temita llamado “All I Have to Do is Dream”. Ejém.

Luego están las otras dos categorías fuertes del triángulo sagrado de los Grammy: Grabación del Año y Canción del Año. Ante cualquier confusión: por Grabación, el premio distingue al conjunto de artistas y equipo de producción entrometidos en la realización de una pieza musical; en tanto que por Canción se celebra la composición de un tema en ese formato con asiento en su construcción melódica, armónica, rítmica o letrística, pero no necesariamente en las virtudes del trabajo en estudio sobre esa obra. Si después de la aclaración la confusión persiste, la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación recibe consultas en grammy.com/contact. La cosa es que en Grabación compiten “Get Lucky”, hit globalizado de Daft Punk, “Radioactive” (Imagine Dragons), “Locked Out of

Heaven” (Bruno Mars), “Royals” (Lorde) y “Blurred Lines” (Robin Thicke). Crédito aparte: Pharrell Williams colaboró en el de Daft Punk y también en el de Thicke. Y en Canción aparecen esas mismas piezas de Bruno Mars y de Lorde, más “Just Give Me a Reason” (P!nk), “Roar” (Katy Perry) y “Same Love” (Macklemore & Ryan Lewis). Descrédito aparte: el estribillo de la pieza de Katy Perry dice “soy campeona y me escucharás rugir más fuerte que un león, oh, oh, oh, oh, oh”, bueno, después muchos “oh” más y luego otros tantos; mientras que el estribillo de la de Macklemore & Ryan Lewis dice “no pude cambiar, aunque intenté, aunque quise; mi amor me mantiene caliente, me mantiene caliente”, bueno, después muchos “me mantiene caliente” más y luego otros tantos. Claramente, el criterio que distingue a la mejor Grabación por el trabajo en estudio debe ser mucho más ajustado que el que interpreta como grandes logros en una canción a las peroratas de Perry y Macklemore-Lewis.

Este último dúo se avecina favorito en la categoría de Mejor Artista Nuevo, en el que han sido premiados Los Beatles, como ya se escribió, pero también una galería irreconciliable como la que forman Crosby, Stills y Nash, Carpenters, Men at Work, Culture Club, Mariah Carey, Alicia Keys, Norah Jones, Hootie and the Blowfish, Amy Winehouse y Bon Iver, por caso. Le compiten el rapero Lamar, la cantante country Kacey Musgraves y los británicos Ed Sheeran y James Blake; e insólitamente quedó fuera Lorde que con su primer disco tuvo cuatro nominaciones pero no figuró aquí.

Después de tanto, hay también representación argentina en los Grammy: Chances, de Illya Ku-ryaki and the Valderramas, compite a Mejor Album de Rock Latino, Urbano o Alternativo ante Café Tacvba (El objeto antes llamado disco), El Tri (Ojo por ojo), La Santa Cecilia (Treinta días) y Los Amigos Invisibles (Repeat After Me). Otras apariciones latinas, de entre 82 categorías que distingue la academia, están en los segmentos de Mejor Album de Pop Latino (Frankie J, Ricardo Montaner, Draco Rosa, Aleks Syntek, Tommy Torres), Mejor Album de Jazz Latino (Concha Buika, Paquito D’Rivera, Trio Corrente, Roberto Fonseca, Omar Sosa y Wayne Wallace Latin Jazz Quintet) o el de Mejor Album Tropical (Marc Anthony, Carlos Vives).

Tantos nombres dudosos y reparaciones tardías para la industria musical no aparecen a contramano de lo que ese segmento cultural viene haciendo entre contratos con artistas nuevos intrascendentes e impersonales y sacar rédito de fondos de catálogo, reediciones y remasterizaciones. Los premios Grammy son bastante como esa industria pesada se comporta a diario, con todas sus injusticias y sus hallazgos, su autoindulgencia y su cinismo. La diferencia es que una vez al año, todos visten de gala y juegan a que lo suyo es indispensable para la salud de la música, artistas que compiten por ser punta de lanza de un sello hacen migas en un escenario y músicos menospreciados que ya murieron cobran su homenaje post mortem. Sólo eso.

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