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Martes, 15 de julio de 2014

MUSICA › EL EXCEPCIONAL CONTRABAJISTA CHARLIE HADEN FALLECIó EL VIERNES A LOS 76 AñOS

En la cuerda floja del silencio

Fue uno de los grandes del jazz del último medio siglo y un creador incansable. Su sonido corpóreo, tridimensional, sus frases siempre atentas al desarrollo melódico son parte de algunos de los grandes hitos del género. Tocó en la Argentina junto a Pat Metheny.

 Por Diego Fischerman

Silencio. Ese es el título de uno de sus temas más bellos. Un coral, apenas una desnuda sucesión de acordes. Sencillez extrema. Finalmente, sonido contando eso

inasible que el título anuncia. Charlie Haden lo grabó varias veces (con el cuarteto de Keith Jarrett junto a Dewey Redman en saxo y Paul Motian en batería, en el disco BopBe, de 1977, y en dúo con Egberto Gismonti, en el Festival de Montreal de 1989, entre otras versiones exquisitas). Pero hay una en la que la apabullante desolación de ese coral encuentra su relato más exacto. Allí, en un álbum que nombra a la distancia y al sur –Once Upon a TimeFar Away in the South, de 1985–, el contrabajista que fue parte esencial del cuarteto de Ornette Coleman en los ’60 se sumaba al trompetista noruego Palle Mikkelborg y al percusionista Pierre Favre para entretejer los sonidos –y el silencio de la Pampa infinita– con el bandoneón único de Dino Saluzzi.

Silencio. O, mejor, su música, para despedir a uno de los grandes del jazz del último medio siglo. Charlie Haden murió el viernes 11, después de una larga enfermedad, poco menos de un mes antes de cumplir 77 años. Había estado en Buenos Aires en 1986, como parte del cuarteto del guitarrista Pat Metheny, con Ernie Watts en batería y Paul Wertico en contrabajo. Su sonido corpóreo, tridimensional, sus frases siempre atentas al desarrollo melódico son parte de algunos de los grandes hitos del género. Empezando por aquel cuarteto de Ornette en que el saxofonista omitía al piano para no quedarse prisionero de lo que juzgaba una impronta armónica demasiado invasiva, generando una clase de improvisación que requería una escucha casi sobrehumana de cada uno de los integrantes. Haden fue un maestro en ese estilo, que después incorporó, trasformado, en cada uno de sus proyectos. Pero si hay algo que lo caracterizó fue, precisamente, la dificultad para ser caracterizado de una manera unívoca. Y dice mucho de él que los tres primeros de sus discos como líder, todos grabados en 1976, hayan sido dúos. En As Long as There’s Music, tocó con quien había sido para él una suerte de maestro, el pianista Hampton Hawes; en Closeness, con Ornette, con Keith Jarrett, con Alice Coltrane y con Paul Motian, y en The Golden Number, sus compañeros fueron el saxofonista Archie Shepp, nuevamente Coleman pero esta vez en trompeta, Hawes en piano y Don Cherry, en trompeta de bolsillo. Esos discos marcaron un luminoso comienzo. O, más bien, un segundo principio, si se piensa en esos extraordinarios discos donde lo colectivo era esencial: The Avant-Garde, de 1966, donde tocaba junto a Cherry y a John Coltrane, y el fundante Liberation Music Orchestra, de 1969, donde el material consistía en himnos políticos y canciones políticas, además de un tema dedicado al Che Guevara (“Song for Che”, que también grabaría varias veces en diferentes versiones, una de ellas junto al guitarrista portugués Carlos Paredes) y una especie de recreación satírica de la convención demócrata de 1968, con arreglos de Carla Bley y un plantel que incluía entre otros a Cherry, Motian, el clarinetista Perry Robinson, Dewey Redman y el argentino Gato Barbieri (con quien Haden volvería a tocar en el disco The Third World, de 1970).

Es posible que tampoco sea casual que el final de la carrera de Haden se haya coronado con dos discos en dúo, Jasmine y Last Dance, publicados en 2010 el primero y hace apenas un mes el segundo, esta vez con Jarrett y grabados en la intimidad del estudio del pianista, ambos en marzo de 2007. Los pianistas Hank Jones, Denny Zeitlin, Kenny Barron y Enrico Pieranunzi y los guitarristas Pat Metheny, Gismonti y Paredes estuvieron entre los que cultivaron con él ese extraño arte de tocar de a dos, siempre alrededor de la cuerda floja del silencio. Tres grupos, además, tuvieron una importancia seminal en el jazz de las últimas décadas: la mencionada Liberation Orchestra, el Quartet West, en que rendía tributo a la música de la Costa Oeste y el extraordinario cuarteto Old and New Dreams, con Cherry, Redman y el baterista Ed Blackwell, donde llevaba el espíritu de Ornette Coleman a una nueva frontera.

Su perfil fue, en todo caso, inabarcable. Tocó rock con sus hijos, creó el trío Magico, con Gismonti y el saxofonista Jan Garbarek y, en rigor, tuvo que ver directamente con el debut de muchos de los grandes músicos de su época. Entre ellos, el pianista cubano Gonzalo Rubalcaba, con quien grabó varios discos memorables. Había nacido en Shenandoah, Iowa, en 1937. Se crió en una granja y de niño cantaba y tocaba música country junto a su familia. Aquel espíritu fue rescatado en el disco Rampling Boy, publicado en 2008, donde tocaba repertorio folk y country junto a su esposa y sus hijos, e invitados como Bela Fleck y Elvis Costello. Mucho más que un gran contrabajista, Charlie Haden fue un creador incansable.

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Haden fue parte esencial del cuarteto de Ornette Coleman en los ’60.
 
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