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Sábado, 6 de junio de 2015

MUSICA › LITTO NEBBIA PRESENTA CINCUENTA AÑOS DE ROCK ARGENTINO

Un aniversario para celebrar con la novedad de lo viejo

Por el cumpleaños del primer disco de Los Gatos Salvajes, el músico regrabó versiones de cincuenta y tres temas de toda su carrera en un CD doble. Lo mostrará hoy en su Rosario natal, en el primer concierto de una gira de treinta en todo el país.

 Por Cristian Vitale

“Hace cincuenta años que escribo canciones y es lo que sigo haciendo todas las mañanas en mi casa”, afirma Litto Nebbia.
Imagen: Pablo Piovano.

Litto Nebbia se sienta en el bar. Pide un cortado, despliega las solapas de una carpeta y saca hojas. Hojas dispersas, unas al derecho, otras al revés, otras cruzadas o transversales, que tratan de poner un poco de orden en el caos. En un caos producto del hacer, claro. De un hacer incesante que ahora, puntual y específicamente, está vinculado con el disco que está por salir en honor a los cincuenta años de rock argentino. Al compacto doble que presentará en una gira cuyo arranque está confirmado (hoy, en el Centro Cultural Parque España, de Rosario) y que tiene algunas dudas, aún. “El deseo es ir por todo el país desde ahora hasta fin de año, hacer más de treinta conciertos, y por eso no tengo previsto otro tipo de actuaciones. Confirmados, hasta ahora, tenemos el de Rosario, el del 27 de junio en La Plata, los de julio en Santa Fe y el Congreso Nacional, los de agosto en San Luis y Córdoba... En fin, tenemos quince actuaciones comprometidas y pensamos llegar a las treinta”, aclara don Félix Litto Nebbia, mientras muestra de qué va esa maraña de hojas: alguna contiene la información detallada del octeto que lo va a acompañar en la gira (Aire Fresco + Los Reyes del Falsete); otra, un borrador con la tapa del disco (él tocando la guitarra), la lámina interna (él, pero tocando teclado), y la contratapa (también él, pero cuando tenía 14 años, en una foto que le sacó su madre). Hay otras con la ficha técnica del disco y ciertos detalles del tour en pleno armado.

“La cosa empezó en enero –desarrolla Nebbia–. Vino un pibe a hacerme una nota y me dijo: ‘¿Así que el 27 de junio se cumplen cincuenta años de la salida del disco de Los Gatos Salvajes?’. Y yo pensé: ‘¡Qué disparate cumplir medio siglo en algo, ¿no?!’. Es cierto que no es difícil llegar a esa cifra, pero sí estar bien, tranquilo, y haciendo cosas... Hace cincuenta años que escribo canciones y es lo que sigo haciendo todas las mañanas en mi casa”, cuenta el creador de “Quien quiere oír que oiga”. “Y lo que dije fue: me voy a armar una celebración de las composiciones con la idea de armar un espectáculo en el que tenga presencia la cantidad de direcciones que ha tomado mi música en todos estos años. Claro, cuando se empezaron a enterar, empezaron las sugerencias. ‘Cómo no va a estar éste, cómo no va a estar el otro...’. Llegué a 53 temas, porque ocupé los 160 minutos que duran dos CD... y ya me parecía una locura hacer tres”, explica Nebbia, que algún límite tiene, al cabo.

Cincuenta años de rock argentino (que saldrá hoy junto con la presentación en Rosario) es otro eslabón en la saga de aniversarios que viene provocando el rosarino incansable. De los cuarenta años de Los Gatos Salvajes (2005), los de Los Gatos (2007), los de la edición del disco Melopea (2014) y los cuarenta de Muerte en la catedral, también, que suscitó shows en Paraná y Rosario, en 2013. “La idea que tengo ahora, a diferencia de aquellos aniversarios más puntuales, es que aparezca la presencia de las varias vertientes por las que ha pasado mi música. Desde las que tienen que ver con la guitarra y la semblanza rítmica asociada al folklore argentino, hasta las cosas de piano solo y su climática tanguera, la bossa nova, el candombe, la improvisación jazzística, o la guitarra eléctrica y el rockabilly... Todo eso está presente en el disco y en el espectáculo. Como cualquier selección es arbitraria, claro, siempre va a faltar algo”, dice Nebbia.

–La lista de lo que falta daría para un libro de cincuenta tomos, pero sí cuente qué hay...

–(Risas) Bueno, como dije, todo recorte es arbitrario. Lo que hice fue sentarme varios días en el piano, y ponerme a tocar los temas que puedo hilvanar y cantar con naturalidad, que cuando tengo que modular porque canto algo en otro tono, pueda hacerle algún adorno que me guste. Es decir, tengo muy claro, muy identificado mi lenguaje, entonces me baso en que cuando veo que algo sale blando, que estoy a gusto cantándolo, lo elijo. “Vamos negro, fuerza, negro”, por ejemplo. Es la primera vez que hago una versión en piano de ese tema, porque siempre había sido con la guitarra y con Domingo Cura. Hay otra de “Canción del horizonte” con grupo, cuando siempre la tocaba con la guitarra y solo. No sé, hay cositas que han ido saliendo con naturalidad, incluso en la grabación, porque armamos el estudio como si estuviésemos tocando en vivo, con un micrófono guía y todos los instrumentos ubicados. Y esto hizo que muchos temas estén grabados en la primera o segunda toma. Tienen una espontaneidad total, una frescura imponderable. Es más, grabamos las cincuenta y tres canciones en cinco sesiones.

–Nada, casi...

–¡Un disparate! Después me tomé un tiempo para cantarlas tranquilo. Metimos algunas flautas, algunos adornitos de sintes y eso, y salió. Ya está.

–“Para John” es otra de las versiones que rescató. ¿Qué vuelta le dio a ese tema cuyo original abre el lado dos de 1981, el vinilo que grabó en México?

–Que aquélla está hecha en doce por ocho, y la nueva es una rítmica medio reggae. Además, el tarareo de “Nowhere Man” que tenía la original en forma de coro, acá directamente es una estrofa completa. También hay otra versión de “La balsa”, cuya introducción es “Chica de Ipanema”, de Jobim.

–¿Cómo es eso?

–Sí, traté de buscarle un sonido, ensamblamos las dos y quedó. Esto tiene que ver con la música que yo escuchaba en la época de “La balsa”. Me volvía loco con la música brasileña, había conocido personalmente a Jobim y era bastante inédito que alguien a mi edad conociera eso, por eso los temas de Los Gatos tenían unos tonitos raros, a comparación de otros temas de rock de la época. Entonces, si vos querés hacer el experimento, podés tararear “Chica de Ipanema” arriba de “La balsa”, y también podés hacer el puente. Pero no es nada que lo copié. Era así, natural.

–Fruto de un contexto que siempre se cuela ¿no?

–Así es. Y como siempre cuento esa anécdota, ahora decidí grabarla. También hicimos “Días de juventud”, un tema de mi primer disco solista que quiero mucho. Y lo quise hacer con el mismo ritmo de aquel disco, que era con orquesta. Le dije a Daniel Homer “vamos a hacer ese ritmo que medio se parece a un joropo venezolano” y yo canto la canción arriba como si estuviese pasando ese ritmo.

–“Días de juventud” es un tema bien representativo del pop de los ‘60, bien flower power criollo...

–(Risas) Sí, bien cuadradito, pero después viene un preludito de piano y enlaza con “Nadie es tan importante como uno cree”, que es un tema que grabé en el disco Sólo se trata de vivir, también de principios de los ’80. Quedó natural, lindo.

–Hay un tema del segundo disco solista que es “Suite alrededor de Monalisa”, un tema bello pero algo intrincado. ¿Por qué nunca volvió a hacerlo?

–Es un tema complejo, precisamente, en el que toco todos los instrumentos. Es complejo porque tiene paradas, arreglos, es muy hincha bolas (risas), y nunca se me ocurrió volver a hacerlo. Creo que es un tema que se dio porque cuando hacés un disco solo, vos mismo te ponés pruebas, desafíos, experimentos. El que sí hice de nuevo es “El otro cambio los que se fueron”, y quedó espectacular.

–¿Tanto como la versión original? Es difícil superarla en su estado puro.

–Es difícil, sí. Y qué destino ¿no?, porque la original es el último tema de un lado ya que todos me decían “ese tema no tiene polenta, aburre, se van a dormir”, porque era solo con cuerdas y piano. Pero después fue creciendo: la hicieron Baglietto, Fito Páez, Adriana Varela... Y volví a hacerla yo hace ocho años. Creo que a veces escribís una canción que es criticada en ese momento, pero después van creciendo la música y la gente, y la cosa cambia. La evolución no pasa por hacer algo raro, por ser un marciano, sino por tener un concepto de comprensión acerca de cómo tocar algo viejo hoy. Pasó con los últimos discos de Brian Wilson, de John Lennon...

–De Bob Dylan...

–¡Uh, sí, me vuelvo loco! Pasa con tipos que son muy viscerales, que viven mucho. No sé, hay tipos que están cinco años sin grabar un disco. ¿Qué hacen? ¿Se quedan en la casa maquillándose como artistas de Hollywood? Y no pasa un carajo, porque cuando sale el disco y lo escuchás, no es mejor que el anterior. Dylan es todo lo contrario: tiene discos a cagarse, algunos que no son tan buenos, pero cada cuatro o cinco aparece uno que te rompe la cabeza, literalmente.

–Modern Times, por ejemplo.

–Ni hablar, ése es impresionante. Igual que el disco que sacó con versiones de Sinatra (Shadows in the Night): lo escuchás cuatro veces y te parte la cabeza. Está eso, y también el hecho de no reformar los temas por reformarlos. Como decía Cadícamo, algunos temas tienen la novedad de lo viejo, y de hecho hay algunas versiones que cambié poco, porque no hacía falta.

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