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Viernes, 29 de abril de 2016

MUSICA › LA BANDA BRITANICA MARILLION REGRESA A BUENOS AIRES

Una parte de los 80, en pleno siglo XXI

El grupo cultor del rock “neoprogresivo” se presentará el próximo martes en el Teatro Gran Rex. “Haremos una mezcla entre viejas y nuevas canciones”, afirma Pete Trewavas, bajista y “casi” fundador del grupo. Marillion sostiene su carrera gracias al crowdfunding.

 Por Cristian Vitale

Marillion, la banda del hit “Kayleigh”, llega con una formación que incluye a solo uno de sus fundadores.

A la larga historia de Marillion hay que hacerle un tajo entre el antes y el después de Fish. Un AF-DF que divide sin retorno a la tríada inicial Script for a Jester’s Tear - Fugazi - Misplaced Childhood (más el conflictivo Clutching at Straws) de la posterior, cuya voz pasó a las cuerdas de Steve Hogarth desde 1989 hasta hoy. Es decir un “AF”, recordadísimo por la avasallante personalidad de Derek Dick (a quien le decían pescado porque de chico pasaba horas y horas en la bañera) y un “DF”, que tuvo que remarla –y la sigue remando– para alejar de los fans aquellas resonancias imponentes del cantante original. Sutilmente, Pete Trewavas, bajista y casi fundador del grupo esquiva la respuesta ante una pregunta concreta de Página/12: ¿Qué cambió entre las dos etapas? “Hemos trabajado casi treinta años con esta formación y hemos visto muchos cambios: la desaparición de las tiendas de discos, la proliferación de la música por Internet, el declive de los principales sellos discográficos, y sin embargo logramos seguir”, se las arregla el músico, barrenando en un auténtico y cabal “mutis por el foro” del que por supuesto no saldrá. “Y nos fue bien, porque hemos pasado de estar a entera disposición de un sello a ser dueños de nuestra propia compañía discográfica. A estar a cargo de nuestro destino y seleccionar lo que queremos hacer y lo que no”, gambetea el hábil Trewavas, que reemplazó a William Minnitt, bajista original, allá lejos en el tiempo: 1981.

Ni hablar de “Fish en el recuerdo”, entonces, durante la previa de la presentación de la banda el próximo martes a las 21 en el Teatro Gran Rex (Corrientes 857). Sí, de una trayectoria que arrastra trece discos en veintisiete años (era DF) y que llega a Buenos Aires con una formación que incluye a solo uno de sus fundadores (el guitarrista Steve Rothery), a dos que ingresaron antes de Script for a Jester’s Tear, el disco debut (el tecladista Mark Kelly y el mismo Trewavas), al baterista Ian Mosley, que solo faltó en Script, y a Hogarth, ex cantante “new wave” que reemplazó a Fish cuando anochecían los ochenta. “Somos conscientes de que, a pesar de que hemos tocado en la Argentina hace un par de años, no es un país en el que hemos tocado mucho, por eso haremos una mezcla entre viejas y nuevas canciones, y hemos tenido especial cuidado en armar el set list para no repetir mucho lo que tocamos en el último concierto. Así que habrá un montón de canciones que los fans argentinos no han escuchado todavía en vivo, incluso varias del disco que está a punto de salir. Será un espectáculo impresionante”, se agranda Trewavas, no solo pensando en la banda a secas, sino también en los músicos brasileños que se incorporarán al rock neoprogresivo de la banda, en su nueva gira por Sudamérica. “Haremos con ellos y sus instrumentos (birimbaos y atabaques) canciones que se prestan para la mezcla, en vivo. Y otras que no tanto, pero que han adquirido su propia identidad como ‘Neverland’ o ‘The invisble man’ (ambas del disco Marbles) que no podemos dejar de tocar ante un público tan apasionado y exuberante, como es el de este país”, añade el bajista, que grabó en todos los discos de la banda.

Tras la ida de Fish, acosado por el alcohol, las drogas y ciertas “estafas”, la banda nacida en el crepúsculo de los setenta en Buckinghamshire, Inglaterra, supo atravesar el mal trago de entrada, a través de un disco que al menos la mantuvo en cartel: Seasons end, pero luego cayó en una especie de pozo comercial hasta bien entrado el nuevo siglo. Muchos prefieren llevar la caída al terreno de banda de culto, sobre todo por el resultado que arrojó un gran disco como Brave (1994), pero el mismo Trewavas reniega de ello. “Personalmente, pienso que no somos una banda de culto, en absoluto”, sentencia el bajista y orienta la charla hacia los rasgos centrales del disco por venir, el sucesor de Sounds that can’t be made, publicado en 2012. “Será un disco poderoso líricamente, porque Steve se está metiendo seriamente con los graves problemas que existen en el mundo, como lo que pasa en la franja de Gaza, y todo esto mezclado con ricos pasajes musicales”, informa el músico sobre la placa grabada en el Real World de Peter Gabriel, que ya tiene fecha exacta de publicación: el 9 de septiembre. “No lo aburriré con ejemplos porque para eso están los periódicos, solo diré que hablamos de la tristeza y la resignación con la que vive el hombre de hoy en Inglaterra y en el mundo”, sostiene el bajista de la banda que supo cautivar parte del imaginario musical de occidente con grandes temas como el “hit” “Kayleigh”, o piezas de mayor desarrollo inspiradas en maravillosos dinosaurios que los precedieron. “He Knows You Know”, “Garden Party”, “Lavender” o la impresionante “Grendel”, entre ellas.

–¿Por qué hablan de “menos es más” para definir el nuevo disco que “adelantarán” en el show de Buenos Aires...? No parece una fórmula muy aplicable al rock neoprogresivo.

–Porque todos los álbumes de la banda son muy diferentes entre sí. En este caso se habla de “menos es más”, porque hay como una especie de reescritura acústica y experimental de algunas de nuestras canciones más interesantes. Es un álbum muy jugado en este sentido y, para mí, está en el pináculo de nuestra trayectoria con Mike Hunter como coproductor. Todavía no lo sacamos y ya nos encanta tocarlo en vivo.

–¿Cuál es el estado de la música progresiva o neoprogresiva –como la llaman casi desde que aparecieron ustedes– en Europa?

–Yo diría que es bastante saludable. Hay un montón de bandas de jóvenes que están proliferando y muchos músicos viejos que están reformando sus bandas para salir a tocar de nuevo, y enfrentar a ese rock más convencional (risas). En nuestro caso se nota mucho porque tenemos los mejores fans del mundo, que viajan por todos lados para vernos e incluso han financiado Anoraknophobia, el disco que sacamos en 2001. Ya no podríamos estar tocando si no fuera por ellos, que nos han tenido una fe inquebrantable durante todos estos años.

Treinta y siete años total, si se agrega el del origen de la banda (1979), y que tuvieron su pico en los que abarcan la era Fish, sobre todo a mediados de los ochenta y –tal vez en menor medida– a partir de 1997 cuando, desahuciada por las compañías y la pérdida de dinero, la banda empezó a aplicar el crowdfunding, esa especie de mecenazgo a escala micro y colectiva. “El primer evento de este tipo que hicimos fue pionero en el mundo. Todo comenzó con un puñado de aficionados de Estados Unidos, gente que juntó unos setenta mil dólares para ayudarnos a desempeñar un viaje por ese país y luego a conseguir nuestro sitio web. Desde entonces, hemos construido una relación especial con los fans, que permite momentos mágicos en conciertos en todo el mundo. Somos muy afortunados en experimentar esto”, sostiene el bajista sobre la campaña que les posibilitó, entre otras cosas, solventar la publicación de Anoraknophobia, y preservar los derechos sobre su música, algo que se profundizó con el disco Marbles, el de “You`re gone” (“el” clásico de la banda versión siglo XXI) y sobre todo a partir de 2008 cuando se convirtió en el primer grupo en colgar su disco en p2p (Happiness is the road), y explicar, a la vez, que estaban contra la piratería. “De todas formas, iban a bajar nuestra música igual”, justifica Trewavas, sobre un tema del que sí quiso hablar.

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