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Martes, 20 de septiembre de 2016

MUSICA › NORA SARMORIA Y SU PRESENTACIóN EN EL TEATRO NACIONAL CERVANTES

“La música está por encima de todo”

La pianista mostrará mañana, con entrada gratuita, material de sus dos últimos discos: Tres libros, con Canciones para niñ@s de 0 a 100 años, y Fueguitos. Sarmoria se desdobla entre sus trabajos “para grandes” y las canciones que tienen a los chicos como primeros receptores.

 Por Karina Micheletto

Sarmoria construyó una prolífica carrera, desde su piano, su voz y sus composiciones.
Foto: Sandra Cartasso

Nora Sarmoria dice que cuando hace música siente que teje, y las lanitas de colores se desparraman, de diversas formas, en todos sus discos. Y en sus canciones y en su forma de concebirlas y concretarlas, con ese modo artesanal que encierra, como el tejer, una dimensión tanto laboriosa como amorosa. Desde su piano, su voz y sus composiciones, y con una extensa y prolífica carrera, Sarmoria abre un universo que tiene un sello muy personal, y que se expande en sus proyectos solistas y en otros como el de la Orquesta Sudamericana, en su trabajo “para grandes” y en las canciones que tienen a los chicos como primeros receptores. Una muestra de ello es la reciente edición, casi en simultáneo, de sus dos últimos discos: Tres libros, con Canciones para niñ@s de 0 a 100 años, y Fueguitos, que podría pensarse para los que están más arriba en ese corte temporal, pero que bien puede presentarse para grandes de 0 a 100 años. Celebrando el día de la primavera, la pianista y compositora los presenta juntos mañana a las 19.20 (diez minutos después está previsto el concierto, puntualísimo), en el Teatro Cervantes (Libertad 815), con entrada gratuita y con invitados como Chiqui Ledesma.

Fueguitos se llama así por el texto de Eduardo Galeano –aquel de El libro de los abrazos–, que fue lo primero que se grabó para el disco, con la voz de Liliana Daunes, y resultó inspirador de todo lo que vino después. Planteado como una suerte de continuidad sonora del disco anterior, Silencio intenso, despliega con piano, voz, percusión y vientos composiciones de Sarmoria y una versión de una chacarera inédita de Eduardo Lagos, “Buena Ventura”. Es en rigor un disco-libro, con las partituras, pentagramas y melodías listas para quienes deseen interpretar. “Y aunque no sepas leer música, tenés bien claras las letras”, dice Sarmoria, con esa vocación docente que sabe volcar en la Orquesta Popular o en el Ensamble Sudamericano de Niños y Niñas que lleva adelante en el Centro Cultural Haroldo Conti, o en su momento en la Orquesta Sudamericana, que creó y dirigió por diez años, y que ahora, dice, “dejó volar”. “Así fui reeditando todos mis discos, con el librito, con las partituras y con el mismo objetivo: intentar que la música sea para todos, y cuantos más, mejor”, explica.

“Para mí la música de chicos no es música de chicos”, aclara Sarmoria sobre su otro flamante disco, Tres libros, que se llama así porque reúne canciones que están en los tres volúmenes de sus libros Piano inicial, y que cuenta con la participación de invitados como Teresa Parodi, Chiqui Ledesma y Marina Santillán. “Son canciones con el mismo color de las que hago siempre, la misma búsqueda y el mismo concepto, y la misma simpleza. Tal vez se diferencian únicamente en que son más breves. Pero todas las canciones que hago, en todos los proyectos, son canciones para todas las orejas”, define lo suyo la pianista.

“Yo tejo. Y para mí hacer canciones, es como tejer: ir punto a punto, vuelta a vuelta, poquito a poquito, hasta que vas armando un todo”, cuenta sobre un modo de hacer, encontrando una metáfora que implica tanto lo laborioso, como lo amoroso. Eso abarca también un modo de trabajo artesanal que, cuenta la pianista, asume en todas las partes del proceso de hacer música: desde su concepción y grabación hasta la edición de los discos y los libros, todo está a su cargo, y tiene esa marca hasta visual que en estos nuevos discos puede manifestarse con una lanita enrollada en el arte del disco, y en discos anteriores en presentaciones en tela. Así, tejiendo, y de paso explorando, esta inquieta pianista y compositora grabó ya ocho discos como solista y seis compartidos con gente como Lilián Saba y Marcos Cabezaz, o con la Orquesta Sudamericana.

–¿Y cómo surgió su trabajo con chicos?

–Cuando empecé con la música de adolescente daba clases a chicos, pero nunca más trabajé con ellos. Hasta que nació mi hija (Catalina, que participa en los discos y espectáculos de Sarmoria). Sin darme cuenta me fui metiendo, primero guiándola a ella. Ahí me surgió la necesidad de escribir un libro de piano, porque no había un material que pudiera usar para hacer canciones simples y ritmos sudamericanos, que es lo que a mí me interesa siempre. De ahí pasé a componer temas para chicos, y de ahí a crear el ensamble, donde los chicos también participan en el proceso de creación. No fue un proceso planeado pero sí bastante natural. Y cuando eso se plasma en un disco, es una felicidad especial.

–¿Por qué?

–Me gusta lo que un disco representa, todo el trabajo que encierra. Me gusta grabarlo, me pongo a experimentar en mi estudio, en casa, con texturas, colores, sonidos. El resultado puede tener errores, pero es fiel a una foto, sin trucos ni retoques: representa un estado musical de ese momento. Eso es lo que yo busco al grabar un disco.

–Ha dedicado muchos años a formar orquestas y ensambles. ¿Qué le atrae de ese trabajo?

–Lo grupal me encanta, tiene una dinámica que me enriquece. Me siento liviana en esa energía “de a muchos”. Como mucho de lo que hago, se fue armando casi por necesidad. Porque yo escribía para orquestas, y como no tenía quien tocara mis obras, armé primero Amaranto, un noneto, y casi enseguida la Orquesta Sudamericana. La dirigí diez años, y fue muy enriquecedor. Pero en un momento me di cuenta de que ya no quería dirigirlos: hoy quiero tocar con ellos. Así que les dije que siguieran, que se gestionaran solos, y eso es lo que están haciendo, y muy bien, con Marcos Cabezaz como director interino. Como madre del proyecto, también sentí la necesidad vital de correrme, para que nazcan otras cosas. Y me maravilla ver el camino que han recorrido estos chicos que empezaron en la orquesta cuando tenían veintipico, y hoy tienen más de treinta, son músicos sólidos, grandes músicos. ¡Ahora me encanta que me inviten a tocar! (risas). Y es de alguna manera seguir girando: aprender ahora de los más jóvenes.

–¿Y qué une a este proyecto con los otros proyectos grupales que sostiene, o con el suyo solista?

–Hay un concepto que está presente en cualquier cosa que genere o en la que participe: que lo más importante es la música. Que esa materia con la que trabajamos no entre nunca en conflicto con cuestiones personales, con egos o lo que fuere. La música está por encima de todo. Si eso se da, yo voy para adelante.

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