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Martes, 27 de septiembre de 2016

MUSICA › LUCIO MANTEL Y GILLESPI EN CARAS Y CARETAS

“Las cosas trascendentales suceden sin previo aviso”

Ya se habían cruzado azarosamente algunas veces, pero su primera juntada formal mañana a las 21 en el auditorio de Sarmiento 2037. “Será un concierto inédito, pero una de las ideas a futuro es hacer un disco juntos”, avisan el trompetista y el cantautor.

 Por Cristian Vitale

“La juntada es anímica, porque no hay nadie que ponga un contrato millonario detrás de esta reunión”, dicen Mantel y Gillespi.
Foto: Bernardino Avila

Se conocieron cuando uno de ellos, hombre de medios y músico todoterreno, hacía una crítica sobre un disco del otro, músico pero “a secas”. Marcelo “Gillespi” Rodríguez contaba sobre Unas horas, de Lucio Mantel y la reseña fue la excusa perfecta para que éste visitara una movida radial de aquel. “Me invitó a tocar en una zapada que armó con Javier Martínez y Litto Nebbia, en el anfiteatro de Radio Nacional. Quería hacer como una zapada de los sesentas, y a mí me llamó para `hacer de Almendra`...”, evoca Mantel sobre la hora cero de un encuentro que, tras invitaciones recíprocas a grabar en discos o tocar en shows de cada quien, tendrá su primera juntada “formal” mañana a las 21 en Caras y Caretas (Sarmiento 2037). “Será un concierto inédito, pero una de las ideas a futuro es hacer un disco juntos”, prevé el cantautor. “Siempre me entusiasma juntarme con gente que tiene una óptica distinta a la mía: en el caso de Gillespi, él viene del jazz y del rock, y tiene una cultura musical profunda que enriquece cualquier juntada. Me gustan su impronta y su personaje”, sigue introduciendo el folk(rock)singer, recién llegado de un viaje por México y Puerto Rico, y en los prolegómenos del show con el ex trompetista de un montón de bandas.

Show cuyo a priori es todo incertidumbre, básicamente. Lo único que se sabe es que primero va a tocar cada uno con su banda, y se van a juntar hacia el final… uno, Gillespi, tocando teclado y trompetas, y el otro, Mantel, guitarra acústica y eléctrica, además de cantar. “Son todas promesas”, arranca Gillespi, que llega un poco tarde a la nota y, antes de empezar, se pide en vino orgánico, de esos que sirven en el bar de Pipo Lernoud. “Diría que la juntada es anímica, porque no hay nadie que ponga un contrato millonario detrás de esta reunión, tampoco es algo que le va a cambiar la vida a nadie. Es una cuestión puramente nuestra, y me gustaría tomarla como una experiencia para disfrutar y después veremos si, potencialmente, sirve para replicar el concierto, o grabar un disco, o algo, yo que sé”, se explaya el hombre que tocó con Divididos, Las Pelotas, Luis Salinas, Sumo, Pedro Aznar y Charly García, entre otras muchas bandas y solistas.

–¿Por qué define al concierto como algo anímico?

Gillespi: –A mi me pasa algo con él, porque reúne características que me gustaría hacer si yo fuera cantante, joven y flaco (risas). Pero como yo no lo puedo hacer, lo llamo y lo hace él. El primer disco suyo que escuché (Unas horas) me voló la cabeza por su encare. Es un disco spinetteano, porque Lucio es como una rama de ese gran árbol que es el Flaco Spinetta. Es cierto que hay muchos cantantes de su generación que se consideran spinetteanos, y yo que sé, pero es un lugar común que no veo en él. Lucio lo es de verdad. Tiene sensibilidad, y tiene una voz con un color muy particular.

En la parte que le toca, el trompetista piensa hacer temas de su último disco, Desayuno en Ganímedes, producido por Daniel Melero. “Este disco representa la parte más ambiental que funk de mi repertorio. Tiene más presencia de teclados, hay una búsqueda sonora a partir de la trompeta, pero también de incorporar electrónica a los vientos. Es más fumado, digamos”, define Gillespi. Tras ello, sucede un maremagnum de temas diversos que entremezclan los diferentes tipos de té y sus propiedades (“Yo estoy tomando té todo el tiempo… de hecho me dice Mr Té”, confiesa Mantel) con los vinos blancos y tintos orgánicos de la casa. O los yuyos curativos (el lugar da, claro) y los beneficios del yoga. También se habla de peronismo; de lo violenta que está la gran urbe; de la muerte de Juan Gabriel; de cómo hacer un buen asado; de los periodistas talibanes y cagatintas; de una nota impresentable que le hicieron a Dady Brieva en un programa de chimentos; de la Antígona Vélez, de Leopoldo Marechal; de los misterios de Villa Crespo; de Jauretche, su rol en Forja y su libro Los profetas del odio; de los peligros de la web; de Macedonio Fernández y su hermetismo; del monopolio de lo virtual; de la clase media y el corralito del 2002... Hasta que una elipsis espontánea devuelve las palabras a uno de los fines centrales: lo que va a hacer específicamente Mantel en el show compartido del miércoles.

“Voy a volver a tocar con la banda, algo que no hago hace un par de meses, ya. Y la idea es tocar los temas de Confín (su último disco) adaptados a un sonido más ácido y frontal del que había hecho con la agrupación de cuerdas”, informa el cantautor. “Sería como un set eléctrico. Incluso, me compré una guitarra eléctrica y es probable que la estrene en vivo, en esta ocasión”, sorprende el joven spinetteano, y especialmente a Gillespi que, jodón, le sale al cruce “¡Ojo con probar cosas en el escenario, justo en mi show, ¿eh?!”, se ríe el trompetista que tocó con todos, y que lleva siete discos propios en su haber. “Paremos con esa onda de `bueno, me compré una guitarra y la voy a probar en el show`… no, pará loco, probala en tu casa”, vuelve a reír el también hombre de radio, y le devuelve la palabra a Mantel: “Va a ser el último show del año con este formato, y está buenísimo cruzarlo con la banda de Gillespi”, se entusiasma.

–La pregunta del millón es qué van a tocar juntos, porque no hay ni disco ni concierto previo –más allá de alguna invitación ocasional– que dé alguna pista.

G: –Es la gran incógnita, sí. Lo primero que surge es que yo tengo temas para él, y él tiene temas para mí.

–Que ambos desconocen ¿o no?

G: –Que ambos desconocemos, sí, porque él estuvo un mes afuera ¡es el peor compañero para armar un show! (risas)

Lucio Mantel: –Es que se me juntó todo.

G: –Igual, la música es una maravilla. Es lo mismo que usted encare una charla con un colega con el que tiene feeling, y lo que se diga en esa charla va a estar bien.

–Se llevan bien con la incertidumbre, entonces.

G: –Yo me llevo bárbaro con la incertidumbre. Es más, ¡vivo en ella! y creo que todos vivimos en ella. Particularmente, me gusta improvisar en la vida tanto como en la música… suelo surfear sobre ambas. Por ejemplo, en los conciertos míos por momentos me pongo a hablar, y no se sabe dónde voy a terminar, porque no tengo nada planificado. Un flaco que me estaba empezando a manejar las cosas me decía: “Vos tendrías que escribirte un libreto”. Porque vio que ahora están de moda los standaperos, pero yo le decía que por ahí era una momia lo que escribía, porque el chiste mío es precisamente la incertidumbre.

L.M: –Sino sería como John Coltrane leyendo un solo.

G: –Tal cual. A mí me encanta improvisar en todo sentido. Está el caso de cuando hacía el programa de radio con el “Negro” Dolina, donde se trataba de surfear sobre algo que ninguno tenía idea... él arrancaba y decía: “Buenas tardes ¿esto es una peluquería?” Y yo decía que sí. “¿Y usted es la peluquera?”, preguntaba él. “No, soy un hombre, lo que pasa es que tengo el pelo largo”, seguía yo, y así. Eso era media hora de humor, con el público ahí, en vivo. Y con la música pasa lo mismo porque, bueno, se sabe que para mí improvisar en ella es algo fundamental, y la vida tampoco es algo tan planificado. Creo que las cosas trascendentales suceden sin previo aviso… siempre te agarran de sorpresa. El otro día leía que el cuarenta por ciento de los trabajos que existen hoy no van a existir en la generación de nuestros hijos, porque la tecnología ha cambiado tanto que hay un montón de cosas que hoy las hacen las máquinas, mucho más que hace veinte años. Entonces, no sé, vos estás con tu hijo y le decís “Tenés que poner un video club”, y el pibe te dice, pero boludo, dejame a mí que no tenés idea (risas).

–La música, así como la conciben ustedes, estaría exenta de estos cambios abruptos.

L.M: –Porque por suerte pasa al revés. Me acuerdo que mi viejo me decía “Mirá que el tango te espera a la vuelta de la esquina”. Y yo terminé escuchando esa música. Siempre hay algo que vuelve, algo que no pasa con lo tecnológico, que a esta altura es irreversible.

G: –Pasa con los famosos millenials que aparecen en las redes sociales ¿no? Te aparece uno como diseñador de no sé qué, el otro como asesor de no sé cuánto, el otro como marketing de la poronga, y otro como planificador nutricionista ¿qué es todo eso?, ¿de qué laburan?, ¿no hay algún tornero, loco? (risas). Es todo pirí pipi ¿el futuro será así?

L.M: –Yo estoy leyendo un libro sobre la historia del sapiens, y habla mucho de estas cosas. Empieza de cero total, del sapiens conviviendo con seis especies humanas, que fueron eliminadas tanto como las miles de especies de animales y vegetales que existían. Y ahora voy por la parte de los oficios, y hoy pasa tal cual, aunque más vertiginosamente, claro.

G: –Hay una cantidad de fenómenos que suceden y que son abrumadores. Y que si se empieza a pensar, póngale, en todos los descubrimientos que tienen que ver con la medicina y los medicamentos, no sé, se está experimentando con quince mil sustancias, hoy, pero ¿cuál es la posta?, ¿cuál va a fabricar el gran laboratorio?... Tu médico te va a recetar lo que él conoce, y vos piraste o viviste bien, depende cómo te pegue la pastilla. Vivimos en lo inesperado y para muchos es angustiante esto, pero en realidad nadie sabe nada de lo que va a pasar. Hay películas que hablan de eso y a mí me encantan, porque por ahí aparece una toma de uno en un café, y otra de otro tipo que viene tomando merca en un auto a doscientos por hora, y va a ser el que va a aplastar al que está tomando café. Yo me vuelvo loco con ese manejo que se tiene de lo azaroso, de lo loco de la vida, ante lo que uno no tiene dominio. De repente, no sé, se te me mete un bondi acá dentro porque al chofer le agarró un acv y nos hace pelota a nosotros, que estábamos hablando de Coltrane.

L.M: –Terán dice que el futuro no existe, que es una fantasía decir, por ejemplo, “mañana nos juntamos a tal hora en tal lugar”. Sí, bueno, es un plan, pero no es que vaya a pasar sí o sí.

–En ese caso, esta nota habría que hacerla después del show, sino estamos mintiendo los tres.

L.M: –Totalmente, si (risas). Pero antiguamente se usaban los potenciales… Probablemente, si Dios quiere, tal vez ¿no?

–Tal vez Gillespi y Mantel toquen el miércoles, entonces…

G: –(Risas) Y así es el jazz, también. Cuando empezás a improvisar, bueno, viene la melodía y todo bien, la desplegás, todo, pero cuando termina, aparece una montaña rusa que no sabés dónde ni cómo va a terminar. Es toda la parte de los solos y las improvisaciones.

–Qué determinan un carácter, una forma de ser, además ¿Y usted, Mantel, cómo se lleva con lo inesperado?

L.M: –Yo no soy un improvisador. Aunque sin serlo, necesito partir desde un lugar de incertidumbre. Tiene que haber un componente random muy grande para poder trabajar relativamente bien, para encontrar algo.

G: –Claro, no da para componer cincuenta veces el mismo tema. Dizzy Gillespie, mi tío (risas) adoraba las notas erróneas, porque por ahí salía una fortuitamente y lo que sucedía después de ese “error” era siempre maravilloso. El rescate ¿no?

–La arritmia musical que te salva la vida…

G: –Totalmente, porque ahí no sé que cosa extraña se produce en tu psiquis, que entra a laburar y sucede algo mágico, inesperado.

–Finalmente, ya que insisten con esto de lo inesperado, habría que avisar qué “podrían” hacer en el final del recital, cuando se junten….

G: –A ver, cantar es mi gran materia pendiente. Nunca lo hice, y la idea es hacerle cantar a él algunas canciones que acabo de componer.

L.M: –Y vamos a aprovecharnos mutuamente, porque de eso se trata.

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