Lunes, 14 de mayo de 2007 | Hoy
MUSICA › BERSUIT VERGARABAT CONVOCO A MAS DE 50 MIL FANS EN RIVER
Durante casi tres horas, la banda del sur bonaerense mostró, con numerosos extras, el poderío de su arsenal multirrítmico.
Por Cristian Vitale
Antes de “Desconexión sideral”, tercer tema, Gustavo Cordera se planta firme en el centro del escenario, mira el apretado horizonte humano y dispara: “¡Cómo creció esta familia... qué polvo tan lindo!”. Enfrente tiene una masa transpirada, heterogénea e inconexa. Hay algo más de 50 mil personas. Después de 20 años de cielos e infiernos, de éxitos y fracasos, Bersuit Vergarabat llegaba a River Plate y se metía en el panteón de las grandes bandas del rock argentino. O, por lo menos, entre las cuatro o cinco más populares de su historia. Se concretaba un viejo sueño. Detrás de él, algunos de los integrantes originales más otros que se fueron agregando en el devenir van sumando colores rítmicos a la noche. Primero, ataviados con los clásicos pijamas multicolores y un despliegue escénico bastante atlético. Después, vestidos con disfraces de murga o ambo de arrabal. Sombrero negro, saco al tono y pañuelito blanco. Diez, doce o quince músicos en escena más una comparsa antipapelera de Gualeguaychú y expertos en capoeira agrupados tras un fin: manifestar, una vez más, este cocoliche estético de nombre indescifrable.
El primer River representó, para Bersuit, la exteriorización palmaria de todo lo que representa. De esos rasgos que la detectan –y justifican– como banda festejada y criticada por igual. Causa natural de un ida y vuelta estético que, al menos desde Libertinaje para acá, la ubican como un combo outsider y orillero. Grotesco. Flexible y desprejuiciado. Con un set mayoritariamente asentado en los últimos cinco discos –nada de Asquerosa Alegría, poco de Y punto o Don Leopardo–, el octeto multifacético apoyado en un sinnúmero de extras se mostró crudo y total. Dando todo lo que puede dar en la que, dicen, fue la única presentación del año en Argentina. Ese cocoliche sonoro del que salen esos temas que le quedarían mucho mejor al programa de los sábados en América TV. Pero también bellas canciones. Conmovedoras. De un lado, “Yo tomo”, “La Bolsa”, “El viejo de arriba”, “Comando culo mandril”, “Gente de mierdas”. Del otro, “Murguita del sur”, “Madre hay una sola”, “En la ribera”, ese precioso huayno llamado “Un pacto” o el potentísimo “Tuyu”, de la primera hora.
Entre esos márgenes se desenvolvió el set –casi tres horas– y por el medio naufragaron ciertas sorpresas: Lito Vitale ¡en pijama! tocando teclados en “La Argentinidad al palo”, Vicentico cantando “Sencillamente” en dueto con el Pelado y el regreso puntual de Charly Bianco –primer guitarrista de Bersuit– sumando talento para concretar la acústica “Al olor del hogar”. También, las intervenciones individuales, pruebas de un futuro mediato –pactado– más horizontal. El momento Daniel Suárez, entonando la beatle-melosa “Esperando el impacto”, el momento Alberto Verenzuela, y su voz amelingada en “Porteño de ley”, el momento Osky Righi, con un solo de guitarra que retrotrajo a la banda a sus tiempos más rockeros. Y el momento Pepe Céspedes, rasgueando una criolla para “Mi caramelo”.
Bonus esperados: Suárez, El Cóndor y Cordera mostrando la cola al público durante “Comando culo mandril”. Y seis chicas del público con las tetas al viento –una de ellas, muy encendida, improvisando una performance erótica onda strip casero– durante el pionero “Hociquito de ratón”. Bonus inesperado: Cordera agradeciendo al Cabra y todos los chicos de Las Manos de Filippi por haber escrito alguna vez “Señor cobranza”, que, junto a la postrera “El viento trae una copla”, hicieron tronar River una vez más. Suma: Bersuit es como lo que muestran sus videos de gatos enjaulados, polución, soles, autos hundidos en el Riachuelo, alegrías, placeres mundanos y basura radiactiva. Bersuit es la biblia y el calefón, y se hace cargo.
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