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Viernes, 18 de enero de 2008

MUSICA › LA COMPAÑIA SE APOYA EN UN CATALOGO FORMIDABLE

Cómo exprimir el archivo

 Por Diego Manrique y
Jesus Ruiz Mantilla *

En la central londinense de EMI no deja de escucharse el clamor de músicos que afirman haber perdido la confianza en sus nuevos propietarios, Terra Firma. Los actuales directivos aseguran que compensarán la sangría humana con la apuesta por las nuevas tecnologías, algo que no convence a los artistas. ¿Su temor? Que EMI pierda la eficacia para comercializar la nueva música y se centre en explotar su catálogo dorado, el patrimonio que Terra Firma espera revalorizar hasta tres o cuatro veces con vistas a una futura y no muy lejana venta.

Un empeño, dado el estado de crisis de la industria, que no podría ni plantearse sin el impresionante archivo del sello. Las joyas de EMI parecen inabarcables y vienen de largo. La historia de Electric and Musical Industries, que comienza en 1898, es la de la misma fonografía. La compañía posee incluso el famoso cuadro de Francis Barraud en que un perro escucha un gramófono (una imagen que bautizaría uno de sus sellos, La Voz de su Amo). EMI acompañó la expansión colonial del imperio británico, instalándose en los cinco continentes, lo que explica que tenga el más rico catálogo global de todas las multinacionales. Se implantó en Estados Unidos en 1957, al comprar Capitol Records. La voracidad de EMI parecía insaciable: fue adquiriendo potentes compañías como Chrysalis, Virgin o Mute, aunque luego prefirió financiar indies para fichar nuevos talentos y establecerse en campos especializados: Manhattan, Hut, Astralwerks, Real World, Food, DFA. EMI está presente en todos los campos: desde el jazz, con el ilustre sello Blue Note, a la música cristiana, con Sparrow. Posee un esplendoroso repertorio clásico, que era dominante hasta la Primera Guerra Mundial, cuando la rama alemana se separó bajo el nombre de Deutsche Grammophon.

En el campo de la música popular, la discográfica es propietaria de las obras maestras de figuras que siguen vendiendo millones anualmente: basta repasar nombres como The Beatles, Pink Floyd, Rolling Stones, Frank Sinatra, Nat King Cole, Edith Piaf, Charles Aznavour, los Beach Boys, Deep Purple, David Bowie, Duran Duran, Iron Maiden, Queen, John Lennon, Kraftwerk, Radiohead, Blur, Pet Shop Boys, Manu Chao o Héroes del Silencio. Se trata de grabaciones cada vez más rentables, gracias a la publicidad, las bandas sonoras y las reediciones remasterizadas y/o expandidas. Sobre todo, se trata de éxitos seguros, que no incorporan el factor de riesgo y apuesta que sí exige la creación y promoción de nuevos artistas en un momento de gran incertidumbre. Un ejemplo de revitalización comercial de un producto de éxito infalible se pudo ver a fines de 2006, cuando George Martin remasterizó los éxitos de The Beatles en Love, una estupenda manera de vender lo mismo de siempre de nuevo. Aunque las cifras no fueron tan buenas como se esperaba.

El catálogo clásico de EMI es uno de los patrimonios más valiosos de la música universal. Sus acuerdos históricos con orquestas, directores, cantantes, instrumentistas o formaciones de cámara reúnen a los grandes, a figuras históricas y a instituciones, como la Filarmónica de Berlín, que son referencia constante. Entre los más exitosos y de venta continua asegurada están las óperas y grabaciones de Maria Callas, que lanzan cada dos por tres en diferentes colecciones o formatos para mantener a la diva presente en las vidrieras. Pero también cuentan con voces como la de Elisabeth Schwarzkopf, Fischer-Dieskau, Giuseppe di Stefano, Victoria de los Angeles o Franco Corelli. Y entre los vivos y muy activos, discos de Roberto Alagna, Angela Gheorghiu, Natalie Dessay, Barbara Hendricks, Ian Bostridge o Thomas Hampson.

Las batutas son un fondo que cuidan especialmente. Y están las mejores. De nombres históricos como John Barbirolli, Thomas Beecham, Wilhelm Furtwängler, Otto Kemplerer, Herbert von Karajan, Sergio Celebidache o Giulini a maestros en activo como Claudio Abbado, Riccardo Muti y Simon Rattle. También cuidaron e impulsaron la carrera de muchísimos solistas además de reeditar interpretaciones míticas de pianistas como Sviatoslav Richter, Arturo Benedetti Michelangeli, violonchelistas y violinistas como Jacqueline du Pré, Rostropovich, el mismo Pau Casals o Yehudi Menuhin, a los que se unen hoy otros nombres de referencia como Barenboim, Marta Argerich o los ascendentes Leif Ove Andsnes, Evgeny Kissin y Sarah Chang.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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