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Lunes, 11 de febrero de 2008

MUSICA › SEGUNDA LUNA EN COSQUIN ROCK

Otra noche mágica a puro rocanrol

Casi 30 mil personas disfrutaron de doce horas de música, cerveza y buena onda.

 Por Cristian Vitale
desde la Comuna San Roque

Cosquín Rock. Día 2. Cruce y concatenación de secuencias. Flashes bizarros. Juanse, temprano y durante la soberbia presentación de los Ratones Paranoicos, trepado a la estructura de hierro que sostiene el escenario; Alejandro Sokol apareciendo –de improviso– para cantar ¡una estrofa! del “Rock del gato”; Sokol, de nuevo, abrazando a Pity al grito de “el verdadero auténtico” (¿?); Pity, saliendo a cantar con una boa de cotillón enredada al cuello y un trío de amigos tocando percusión con bidones vacíos de agua mineral (“Reggae para Mirta”); Juanse y una salida insólita: “Disculpen, hoy no estoy muy telefónico”. Y así, a base de frases célebres, la segunda luna rockera tuvo condimentos graciosos, de esos que pasan cuando la buena vibra impregna el aire. Con algunos inconvenientes ajenos a cualquier intervención humana (una tormenta arreció sobre San Roque poco después de las 12), casi 30 mil personas disfrutaron de doce horas de rock, cerveza y buena música. Incluso Gardelitos, que salió a cerrar la jornada en pleno diluvio, mantuvo a su público estoico. “Mañana se va a agotar el Ibupirac en todo Córdoba”, fue el comentario al paso de otro entrañable del rock: el Mosca, empapado, después de cerrar el escenario punk con 2 Minutos.

Pudo haber sido al revés, pero la moneda cayó seca y el grueso de las bandas sonó impecable. Principalmente, Ratones Paranoicos. Atravesada ya la etapa oscura, debilitada, de la banda, el demiurgo del rock and roll (con todas las letras) parece manifestarse a través de cinco músicos, grandecitos ya, pero con ganas frescas y más horizonte. Juanse en su habitual rol (alpinismo escénico incluido), más dos piezas aceitadas (Roy y Sarco), un digno representante de la mejor tradición blusera (Rubén Gaitán, armónica) y el reintegrado Pablo Memi, que le dio un toque de distinción al set, al comando de su contrabajo eléctrico. Repertorio hitero (“Ya morí”, “Sigue girando”) y pasajes que remiten a ciertas bandas más allá del planeta stone. Canned Heat, por caso. La introducción del momento Roy es, claramente, copia fiel del “Woodstock Boogie”, que inmortalizó la banda de Bob Hite en el festival de los festivales. Tierra caliente, al fin, para dejar a paso Las Pelotas. Es la primera vez que la banda mimada del rockero medio cordobés no cierra una fecha. Acierto. La idea es que el embudo salida-de-festival desagote rápido, y sin problemas.

Poco que agregar a la habitual solidez de la banda que les gusta a todos. Oscuros y luminosos; introspectivos y mágicos; perfectos. Apenas un incidente, parecido al de la última edición del festival de la gaseosa en Obras, que terminó con una bengala inconclusa y su efecto pugilístico: ciertos golpes al pibe pirotécnico y el correctivo a tiempo de Sokol: “Eh, flaquito, apagá eso o se termina el recital acá”. Hasta ahí, llovizna tenue pero persistente, noche negra, guitarras que sangran, caricias en el alma, con canciones como “Shine”, “Bombachitas rosas”, “Como un buey”, “Día feliz”, “Sin hilo”, “Capitán América”. O, lo que es igual, un derrame de gemas más la conversión de la suma cartesiana (“Siento, luego existo”), o la intensa “Basta”, determinaron lo acostumbrado: un concierto notable.

Tercera moneda en seca. Felizmente, Pity orbita bien. Ordena su caos e Intoxicados, como efecto natural, brinda otro show de los buenos. Circense al principio (una mesa redonda con Dady Brieva (¿?) cenando + el trío de percusionistas de bidón + Pity con su campera de mil kilos) y el comienzo con el hombre de Piedrabuena pateando la mesa y aplicando una grotesca versión de “Pila, pila”. Pero el comienzo, real, es con “De la guitarra” y una seguidilla de canciones simples pero lindas, que concluye en la máxima pitiana: “La música es una forma de hablar”. Se oyen “Nunca quise”, “Lo artesanal”, “Perra”, “Se fue al cielo”. Se percibe el carisma de un hombre que, con sus giros, tiene el don de hacer feliz a la gente. Impagable.

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Las Pelotas –locales en Córdoba– y el inefable Pity, de Intoxicados.
Imagen: Gonzalo Martinez
 
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