Lunes, 11 de febrero de 2008 | Hoy
LITERATURA › LAURA YASAN Y SAMANTA SCHWEBLIN, GANADORAS DEL PREMIO CASA DE LAS AMERICAS
Las escritoras, que se conocieron a partir del prestigioso reconocimiento cubano, reflexionan, entre otros temas, sobre el interés que genera la literatura argentina en los concursos.
Por Silvina Friera
El parque Rivadavia es testigo del encuentro de dos escritoras que acaban de ganar el premio Casa de las Américas (Cuba) en los géneros poesía y cuento. Laura Yasan y Samanta Schweblin no se conocían –Página/12 las reunió por primera vez–, pero cuando recibieron la noticia, entre incrédulas y sorprendidas, se llamaron, se felicitaron mutuamente e intercambiaron los originales premiados por correo electrónico. Yasan recuerda que el 31 de enero decidió apagar la computadora temprano, por lo que no alcanzó a leer el mensaje que le enviaron desde la isla, donde le informaban que había ganado los 3000 dólares del prestigioso galardón. Al día siguiente, recién levantada, atendió un llamado de un periodista de Prensa Latina que la quería entrevistar. No entendía nada. La “rumana”, como le dicen sus amigos, creía que se trataba de un error. “¿Pero, yo recibí el premio?”, le preguntó a su interlocutor cubano, emocionada, y tratando de digerir, lo más rápido que podía, en esas circunstancias, que su poemario, La llave Marylin, fue seleccionado por tratarse de “una metáfora de la soledad en la ciudad moderna, con un tratamiento original en el que destaca un lenguaje despojado e irónico, entre la imagen y el habla cotidiana”, según fundamentó el jurado. Schweblin, también el último día de enero, regresó muy tarde a su casa, pero por cuestiones laborales encendió la computadora y a eso de las dos de la madrugada leyó las felicitaciones de Roberto Fernández Retamar, director de Casa de las Américas, porque su libro de cuentos La furia de las pestes fue considerado una obra con “una alta calidad estética, tanto por el conocimiento que demuestra de las técnicas y posibilidades del género, cuanto por la originalidad con que aborda aspectos de la realidad”. A esa hora en que la ciudad duerme profundamente, la escritora empezó a saltar de la alegría en su departamento de Parque Patricios y a llamar (y a despertar) a sus amigos y familiares.
Los hombres que cruzan el pequeño puente o que pasan cerca del lago artificial del Parque, a metros de la calle Doblas, observan cómo esas mujeres se entregan a la lente de la cámara con un reposado entusiasmo. La euforia del premio parece domesticada –ambas confiesan que mandaron los originales para probar, que ni siquiera recordaban cuándo fallaba el concurso–, pero de tanto en tanto el brillo esmeralda de los ojos de Yasan o la persistencia de la sonrisa de Schweblin revelan que aún transitan por ese estado onírico que generan los premios. “Parecemos las novias de América”, bromea la poeta, que reconoce la influencia de Alejandra Pizarnik, Olga Orozco, Juan Gelman y Jorge Boccanera, autores que dejaron marcas más o menos perceptibles en su obra. Yasan cuenta que cuando leyó algunos de los cuentos de La furia de las pestes, percibió un punto de contacto con sus poemas: una atmósfera en la que prevalece la desesperación. “La unidad temática de La llave Marylin es la pulsión de muerte por depresión”, explica. “El jurado argumenta que es un libro que habla de la soledad en las grandes ciudades, y creo que esa es una marca de época, son marcas sociales de este tiempo que vivimos.” Aunque Schweblin coincide –“son temas que se transpiran”–, se queda pensando si en los cuentos que escribió en los últimos cinco años hay tanta desesperación. “Admito que me rondan ciertos temas que son oscuros. Me interesan los miedos ancestrales, como el miedo a la muerte, a la felicidad extrema, o el miedo a lo que no terminamos de conocer del todo. Hay varios cuentos sobre los miedos que generan la maternidad y la paternidad. Quizá parezcan cuentos demasiado oscuros”, señala la narradora.
–¿Los premios abren puertas, facilitan la publicación?
Laura Yasan: –Un premio te ayuda a publicar cuando es la edición del libro, o si destinás el dinero para la publicación. Son muy pocas las formas de publicar poesía porque necesitás un editor que se interese en publicar tu obra, y como sabemos, la poesía no es material que resulte redituable, entonces se hace difícil que un editor se haga cargo de la publicación. Hasta ahora La llave Marylin lo tenía pensado para mandar a concursos, no tenía prevista su edición porque el año pasado publiqué Ripio. La verdad es que no tenía apuro en sacar un nuevo libro.
Samanta Schweblin: –Los premios son un medio para poder lograr la publicación de un libro. Mi libro anterior, El núcleo del disturbio, lo publiqué en 2002, año trágico en todo sentido, y ni hablar para editar. Tenía 24 años y lo pude publicar porque el libro ganó el premio del Fondo Nacional de las Artes en 2001, lo que me permitió llegar a la editorial (Destino-Planeta) y que leyeran los cuentos. Sin el respaldo de ese premio no sé si hubieran leído el libro. En el caso de La furia de las pestes está previsto publicarlo este año por Planeta, más allá de que el premio implique la edición en Cuba, y que llegue a toda Latinoamérica.
–La literatura argentina está suscitando interés, al menos entre los jurados de distintos concursos. En poesía, Gelman ganó el Cervantes; en narrativa, el Herralde fue para Martín Kohan, y Ariel Magnus ganó el premio La otra orilla, por mencionar algunos ejemplos. ¿Cómo explicarían este interés?
L.Y.: –No sé si soy capaz de contestar esta pregunta. Comparativamente con la literatura de otros países, no sé qué tiene de especial la literatura argentina... (piensa). Quizá todavía tenemos cosas para decir de manera muy dramática, con mucho peso, por todas las cuestiones que aún no tenemos resueltas. Más allá del estilo, de las formas, está lo que se dice en la obra. Tal vez lo que pueda diferenciarnos es lo que tenemos para decir en una época donde el valor del estilo se está perdiendo.
–¿Se refiere a la homogeneización que algunos perciben en ciertos escritores y escritoras premiados?
L.Y.: –Claro, sobre todo en los concursos más comerciales, donde se premia un estilo ágil que resulte más accesible para la lectura.
S.S.: –Me parece que hay una literatura consagrada y una más nueva y experimental. La crisis de 2001 le hizo bien a estas dos partes; todo se sacudió y el mapa empezó a desplegarse de otra manera. Las nuevas generaciones de escritores aparecen editadas en muchas antologías, como La joven guardia o Una terraza propia.
–Junto a la proliferación de antologías, el año pasado se editaron más libros de cuentos, y la poesía parece vivir en un estado de ebullición desde hace años. ¿El cuento recuperó terreno?
S.S.: –Sí, estoy tratando de pensar por qué se editaron más cuentos. Están los novelistas, que son los mejores “acomodados” o sobrevivientes, o los que más chances tienen de editar, y después están los poetas, que saben moverse mejor; se leen entre ellos y se comunican más. En cambio a los cuentistas los veo más aislados, más individualistas. Pero este aislamiento fue cambiando en los últimos años. Los cuentistas empezaron a agruparse más, a publicar en antologías, que abren muchas puertas, y a participar en lecturas. Elsa Drucaroff (escritora y crítica que organiza y coordina ciclos de lecturas con nuevos narradores) es una gran mecenas de los cuentistas, una madraza que nos conoce a todos, nos lee y siempre es muy generosa y atenta con lo que estamos escribiendo.
L.Y.: –La poesía se presta más a ser leída y escuchada en público por su brevedad. Leerle al público un cuento requiere mucho tiempo de atención continua y no siempre se tiene un público educado para eso. Escuchar varios poemas seguidos es hasta placentero, si están bien leídos. El poema te llega de otra manera, y esto permite que los poetas se agrupen más por simpatías y estéticas. En estos últimos tiempos se percibe una explosión de ciclos de lectura, con micrófono abierto, en donde la gente que escribe puede también pasar y leer. La poesía está siempre en ebullición, no puede ser de otra forma porque es transgresión de la gramática, del lenguaje. La poesía está para que el poeta violente todos los códigos y las convenciones.
–¿El cuento estaría más emparentado con la poesía que con la novela?
S.S.: –Para mí son mundos totalmente diferentes. El cuento requiere una precisión que quizás esté más emparentada con la poesía que con la novela, por lo menos el tipo de narrativa que a mí me gusta, en la que no puede sobrar un punto, una coma, una palabra.
L.Y.: –Soy una poeta con una novela inédita, no es que soy una novelista frustrada ni nada por el estilo (risas). Lo que es diferente es la misión. El cuento tiene la misión de “explicar” una historia, de transmitir los detalles de esa historia; el poema a lo sumo habla de la impronta que dejó la historia, se mueve en otro territorio, y esto tiene que ver con una visión muy propia y personal de la poesía, que para mí no debe contar una historia porque para eso está la narrativa.
–El año pasado, la poeta Diana Bellessi ganó el premio Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes y se lo dedicó a las poetas y los poetas argentinos, que “pese a la absoluta intemperie en la que escriben, gozan de buena salud”. ¿Qué opinan sobre esta situación de intemperie? ¿Es propia de la poesía?
L.Y.: –La cultura en general en nuestro país está a la intemperie, no sé si es solamente una condición de la poesía que no te reconozcan como es debido. ¿A vos te llamaron de la Secretaría de Cultura para felicitarte por el premio?
S.S.: –No, ni de la Nación ni de la ciudad.
L.Y.: –La cultura en este país vive enormemente castigada, es poco respetada y valorada. Como en todas las ramas del arte, los artistas tenemos que remar siempre contra la corriente.
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