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Domingo, 25 de abril de 2010

LITERATURA › LA PRESENTACION DE RAFAGAS DE UN EXILIO. ARGENTINOS EN MEXICO 1974-1983

El exilio como motor creativo

El autor Pablo Yankelevich encabezó una mesa que buscó echar luz sobre la “experiencia mexicana”, la aventura política e intelectual colectiva que resultó de la huida forzada por la dictadura que asolaba el país.

 Por Facundo García

“El ejercicio de la memoria es también la reflexión sobre esta clase de experiencias.”
Imagen: Guadalupe Lombardo.

La historia de los perseguidos revela, como quien invierte los tonos de una foto en negativo, el contorno de las violencias que ha padecido el país. Y la presentación de Ráfagas de un exilio. Argentinos en México 1974-1983 de Pablo Yankelevich puso en evidencia lo fructífero que puede ser recuperar ese relato. A lo largo de casi dos horas y frente a un público que había colmado la Sala Storni de la Feria del Libro, el autor conversó con Javier Garciadiego, Carlos Altamirano, Luis Bruschtein, Sergio Bufano y Ricardo Nudelman. Hablaron sobre la “experiencia mexicana”, una de las aventuras políticas e intelectuales más interesantes que dio la década del setenta.

Ofició de moderador el doctor en Historia Javier Garciadiego, que abrió el juego dándole la palabra a Ricardo Nudelman. “Este es el tratado más penetrante y certero sobre el exilio en México”, felicitó Nudelman, que vivió en tierras aztecas entre el ’76 y el ’84 e integró el grupo que editaba la célebre revista Controversia. “Estamos ante un ejemplo de rigurosidad que deberíamos seguir, porque el ejercicio de la memoria no es solamente un recuento de los muertos. Es también el rescate y la reflexión sobre las experiencias colectivas que se han vivido”, añadió.

Publicada en conjunto por el Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México, la investigación hace un recuento de las principales polémicas al interior de la colectividad argenmex, a la vez que saca a la luz episodios que se produjeron en charlas y reuniones informales de aquel tiempo. Segio Bufano, otro ex integrante de Controversia –actualmente codirector de Lucha Armada–, coincidió en que se trata de “un texto formidable”. “Rescata los caminos que encontrábamos para integrarnos; pero también el modo en que los militares contribuyeron a la muerte de Cámpora y el intento que hizo el ejército al mandar oficiales para asesinar a dirigentes montoneros que habían huido. En otras palabras, Yankelevich devuelve a nuestra consciencia hechos que estaban un poco entre tinieblas.”

Luis Bruschtein alternó anécdotas y autocríticas. Para el subdirector de Página/12, la prolongada estadía en el norte fue “de puro aprendizaje”. “México nos salvó la vida, y la actitud solidaria que tuvo en aquel momento su gobierno derivaba de una de las características más marcadas de aquel pueblo: la solidaridad”, subrayó. “Por otro lado necesitábamos demostrar que de una u otra manera seguíamos vinculados con nuestra sociedad, un desafío que expresaron con gran calidad Rodolfo Puiggrós y Noé Jitrik. Los militares, mientras tanto, decían ‘vamos a extirpar con un bisturí el cáncer de la subversión’. Así estaban planteadas las cosas; y ahora viene Pablo Yankelevich con aguja e hilo a reunir las partes que ese bisturí pretendió cortar”, agregó.

A su turno, el historiador y crítico literario Carlos Altamirano advirtió que aunque él no se había exiliado, sabía que en México habían recalado algunas de las mentes más lúcidas del progresismo continental. “No creo que en ese período se hayan escrito dos libros equivalentes a Los usos de Gramsci de Juan Carlos Portantiero y Marx y América Latina de José Aricó. Tampoco creo que la ‘cultura montonera’ haya gestado una crónica mejor que Recuerdos de la muerte de Miguel Bonasso; y no sé si otro grupo habrá conseguido remontarse al nivel que tuvo Controversia. En consecuencia, opino que esta investigación da cuenta de la labor intelectual más rica del exilio argentino”, certificó.

Cerca del final, Yankelevich puso en relieve lo mucho que se ha tardado en reconocer la importancia de aquella diáspora, que involucró a unos cinco mil militantes de entre 19 y 40 años. “Cuando los exiliados retornaron, el preconcepto era ‘por algo se habrá ido’. La mano de la dictadura seguía ahí, a tal punto que hubo que esperar hasta 2006 para que se reconociera oficialmente a los gobiernos u organizaciones que salvaron vidas”, resaltó el especialista en Estudios Latinoamericanos. Los aplausos sugerían que ese cambio ya no tiene vuelta atrás.

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