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Lunes, 20 de marzo de 2006

LITERATURA › “SUMMER CROSSING”, DE TRUMAN CAPOTE

El eslabón perdido en la obra de un gran provocador

Llegaron a Buenos Aires unos pocos ejemplares en inglés de su primera novela, que durante años permaneció inédita.

 Por Silvina Friera

A los 19 años, un muchacho sureño, que trabajaba como corrector de pruebas para la revista The New Yorker, comenzó a escribir su primera novela, Summer Crossing. En 1943, Truman Capote quería brillar, conquistar una voz y un estilo. Aún no soñaba con ser el Proust de la sociedad norteamericana de posguerra, pero tenía la certeza de que “podía tomar un puñado de palabras y que al tirarlas al aire descenderían en el sitio apropiado”, como alguna vez confesó. Y tramó la historia de Grady McNeil, una joven de 17 años de la alta sociedad neoyorquina que un día se rebela contra el estilo de vida que llevaba en el penthouse de la Quinta Avenida. Grady, que se niega a viajar con sus padres en un crucero por Europa, se queda sola. Y el affaire con el empleado de un estacionamiento, un judío nacido en Brooklyn, y para más datos veterano de guerra, se torna moralmente ambiguo. Esta novela permaneció inédita y el manuscrito se creyó perdido. Era el eslabón perdido del autor de Desayuno en Tiffany’s, hasta el año pasado, cuando apareció entre los papeles del escritor. Recientemente publicada en Inglaterra por la editorial Penguin y en Estados Unidos por Mondadori, acaban de llegar al país veinte ejemplares de la edición norteamericana, que se pueden conseguir únicamente en las sucursales de la librería Capítulo Dos en Alto Palermo y en Galerías Pacífico (Santa Fe 3253 y San Martín 760).

En las primeras páginas de Summer Crossing la fluidez narrativa y la prosa cercana a la perfección revelan el triunfo de un estilo, o de una carrera, según lo planteó Capote. En una entrevista que le hicieron en 1980, cuatro años antes de su muerte, el escritor comparaba la vida de los narradores norteamericanos con una carrera de caballos. En la largada hay muchos escritores –mencionaba entre sus competidores a Norman Mailer, Salinger y Gore Vidal–, pero pocos llegan a cruzar el disco. “¿Quién ganará la carrera? Bien, presiento que yo ganaré. Porque tengo un as en la manga, y no creo que ninguno de estos caballeros lo tenga”, decía el autor de Plegarias atendidas.

Esta novela inédita –escrita veinte años antes de A sangre fría– es el debut literario que no fue. Capote no quería que Summer Crossing fuera publicada; la vanidad –que la tenía en dosis poco recomendables– perdió ante el implacable crítico de sí mismo. Cuando terminó de escribirla, tiró del hilo delgado de sus recuerdos de infancia y de pronto decidió guardar el manuscrito y empezó a trabajar en Other Voices, Other Rooms (Otras voces, otros ámbitos), obra que fue su presentación en sociedad, cuando se publicó en 1948. No sería la primera ni la última vez que “los materiales familiares”, como diría Cheever, le facilitarían a Capote la escritura de novelas. Ese clima asfixiante de “pueblo chico, infierno grande” también aparecería en El arpa de hierba.

Hay una persona que encarna dos papeles antagónicos: es el héroe, para los lectores, y un verdugo para el autor. Esa persona es la que rescató el manuscrito de Capote que se creía perdido. El año pasado, cuando la casa Sotheby’s lo subastó en Nueva York, junto con otros papeles que habían pertenecido al escritor, muchos no lo podían creer. Alguien había conseguido salvar las cuatro libretas que contenían la novela inédita manuscrita, después de que Capote abandonase su departamento neoyorquino, a mediados de los ’60, y tirase todos sus papeles a la basura. La publicación de esta obra en inglés, que aún no ha sido traducida al castellano, coincide con el fenómeno Capote, film interpretado por Philip Seymor Hoffman que viene apuntalando el creciente interés sobre el autor de Música para camaleones. “Creo que lo más difícil del mundo es sobrevivir a décadas de trabajo creativo, trabajando creativa y coherentemente, tratando de hacer lo que uno quiere y sobrevivir. Míreme a mí. Me construyen, me derriban, me construyen, me derriban, arriba, abajo, arriba, abajo.” Y quién sabe si Summer Crossing permitirá reconstruir, o ajustar, la construcción de uno de los edificios más sólidos de la literatura norteamericana. Quizá no agregue demasiado, es cierto, pero hace tiempo que Capote descansa, cómodo, bien alto, en la cúpula.

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Capote empezó a escribir Summer... a los 19 años.
 
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