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Miércoles, 18 de junio de 2008

CINE › CINE GUSTAVO POSTIGLIONE Y EL DOCUMENTAL EL PARADIGMA BRANDAZZA

Primeras noticias de la represión

El director de El asadito y El cumple exhibe los jueves en el Centro Cultural de la Cooperación un trabajo sobre Angel “Tacuarita” Brandazza, el caso más antiguo de desaparición de personas investigado por la Conadep.

 Por Oscar Ranzani

“¡Soy Brandazza, me secuestra la policía!” Ese fue el último grito en búsqueda de salvación y como denuncia de lo que estaba padeciendo el 28 de noviembre de 1972 en la esquina de Oroño y Córdoba, de la ciudad de Rosario: allí Angel “Tacuarita” Brandazza, de 23 años, fue visto por última vez, ya que lo secuestraron integrantes del ex comando SAR (Sub Area Rosario), un organismo dependiente del Segundo Cuerpo del Ejército. Luego, empleando métodos de tortura y de exterminio similares a los que desarrolló a escalas masivas la dictadura de Jorge Rafael Videla, lo asesinaron y pasó a convertirse en el caso más antiguo recogido por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). Pero el secuestro y desaparición de Brandazza sucedió durante otra dictadura a la que se le estaba esfumando el poder: la de Alejandro Agustín Lanusse. Tacuarita era un militante social que, en sus primeros años de juventud en Venado Tuerto, había integrado grupos católicos y que cuando se trasladó a Rosario para estudiar Ciencias Económicas comenzó a militar en la Unión de Estudiantes del Litoral, una agrupación universitaria peronista. Esa tarde, a las 15, cuando las botas largas lo patearon para ingresar al Ford Falcon, soltó ese grito desesperado, quizá presintiendo su trágico destino. Pero nada impidió que esa situación fuera vista y que tomara estado público. Sobre este caso, Gustavo Postiglione (El asadito, El cumple, La Peli), escribió y dirigió El Paradigma Brandazza, documental combinado con ficción, elaborado en base a una investigación del periodista venadense Mauro Capillato, quien es, además, el productor ejecutivo del film, que puede verse los jueves de este mes a las 19 y a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543).

El Paradigma Brandazza alterna documental y ficción: hablan los familiares y compañeros de militancia de Tacuarita y, excepto la ficcionalización del secuestro, el resto de la ficción reproduce reuniones de militantes situadas temporalmente en los ’70 que discuten sobre la violencia, el asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, analizan las contradicciones del sistema y la necesidad de la creación de una vanguardia revolucionaria. En otro momentos, reclaman ante el periodismo la aparición de su compañero. Después, la ficción va adoptando las situaciones de lo que se vivió desde 1976. “No buscamos ficcionalizar la historia de Brandazza, pero sí momentos de los protagonistas de la época, de lo que fue la militancia de aquel momento como para que funcione de manera paralela al relato testimonial”, comenta Postiglione. “En lugar de usar material de archivo (que tampoco había tanto) –agrega el realizador–, la idea era que estas ficciones fueran una especie de fotografías de la época vinculadas a la militancia, como si fueran postales que, de alguna manera, acompañaran el relato.”

El 25 de mayo de 1973 –meses después del secuestro– asumió, como presidente de la Nación, Héctor Cámpora, y como gobernador de Santa Fe, Carlos Silvestre Begnis. Como el caso había trascendido, se decidió conformar una comisión bicameral en Santa Fe, integrada por diputados y senadores. “Esa comisión comienza a investigar. Lo que tiene de particular, además, es que se encontraron todas las cosas: cómo lo secuestraron, quiénes eran los involucrados, cómo lo hicieron. Se llamó Comisión Bicameral Investigadora de Apremios Ilegales y Tortura de la Provincia de Santa Fe y fue descubriendo, de a poco, todo lo que ocurrió”, comenta Camillato. Sin embargo, a medida que se iba descubriendo lo sucedido, el poder castrense comenzó a presionar para paralizar el caso, aduciendo que los delitos debían ser juzgados por la Justicia Militar. Tiempo después, Perón, como presidente, les dio esa posibilidad y, después de su muerte, todo se fue esfumando en medio de un clima cada vez más enrarecido por el accionar terrorista de la Triple A.

A Brandazza lo secuestraron supuestamente por el asesinato del general Juan Carlos Sánchez,“ya que creían que era Julio Roque (dirigente del ERP). Esto tendría que ver con que el 24 de noviembre de 1972 el ERP tomó la fundición Monterrey con fines propagandísticos; el mismo lugar que era cliente del estudio contable donde trabajaba Tacuarita y de donde salía el día de su secuestro”, relata Camillato, quien brinda datos para sospechar de “la teoría de la confusión”. Como ejemplo, señala: “La visita de la Policía Federal al domicilio de los padres de Angel en Venado Tuerto, diez días antes del secuestro, evidenciaría que lo tenían marcado”. Camillato recuerda el testimonio de Juan “Piti” Martínez, compañero de militancia de Brandazza, que señaló: “Decir que lo confundieron con otra persona es como creer que era un perejil y no era así, porque Tacuarita, si bien no era un cuadro principal, se destacaba por su trabajo, era un líder laburando y con ideas y principios bien puestos”.

Las partes documental y ficcional se pueden leer por separado: mientras que la primera focaliza en un caso particular, la ficcional abarca un abanico más amplio, es decir, generaliza. “En algún punto, sí”, coincide Postiglione, porque “es como un documental inacabado. No en el sentido de que le falta algo porque no lo pudimos hacer sino que está abierto ex profeso: es una historia que podría seguir por carriles totalmente distintos, tanto la ficción como el documental. Creo que lo inacabado o el trabajo en proceso (por llamarlo de alguna forma) del documental, en un momento lo pensé como esa idea de las películas del militante de aquella época, donde la conclusión era posterior a una charla también posterior a la película. Como que el film podía plantear un tema y entrar a discutir acerca de ese tema, que no tuviera tanto valor en sí mismo como obra sino que fuera una herramienta. Yo, por lo menos, la concibí como una herramienta”. Postiglione buscó “no emitir un juicio desde el hoy”. “Muchas veces –opina– cuando se habla de los ’60, de los ’70 o del pasado de la dictadura, hay como una idea acerca de que yo tengo que opinar desde hoy. Y desde hoy es muy difícil opinar porque pasó el tiempo. Entonces, en la medida de lo posible, yo traté de ubicar mi juicio en aquella época y no en el hoy. De manera tal que uno pudiera leer la militancia y los hechos de esa época pensados desde ese momento.” Postiglione considera que si hubiese vivido su adolescencia en ese momento “yo hubiera hecho lo mismo que ellos”. “Tengo una empatía grande de lo que fue la militancia revolucionaria de ese momento. No creo que (como en muchos discursos aparece) hayan sido pobres tipos ni gente que no sabía lo que hacía. Querían cambiar el estado de las cosas.”

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Gustavo Postiglione entremezcló ficción y documental para un retrato de la militancia.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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