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Jueves, 27 de agosto de 2009

CINE › COCO ANTES DE CHANEL, DE ANNE FONTAINE, CON AUDREY TAUTOU Y BENOîT POELVOORDE

La alta costura como educación sentimental

En su sobria funcionalidad, la película parecería mimetizarse con el estilo Chanel, quien siempre prefería la línea recta y el despojamiento. Lo que le falta a Coco antes de Chanel es, en todo caso, la elegancia innata del personaje.

 Por Luciano Monteagudo

Hay una modesta audacia en Coco antes de Chanel y está anunciada desde su mismo título. Mucho más que famosa diseñadora de modas, Chanel (1883-1971) llegó a ser durante buena parte del siglo XX una figura de una influencia cultural capaz de alcanzar las esferas del arte y la política. Como tal, se relacionó, de una u otra manera, con Pablo Picasso e Igor Stravinsky, con Jean Cocteau y Antonin Artaud, con Serguei Diaghilev y Jacqueline Onassis, con Victoria Ocampo y Eva Perón. Toda esta galería de nombres propios –que parece haber tentado a otros proyectos ya terminados o en proceso de posproducción, que también se ocupan de lo que a esta altura puede considerarse “el fenómeno Chanel”– está felizmente ausente del film escrito y dirigido por Anne Fontaine, una directora que siempre ha hecho de la sobriedad su marca de fábrica, incluso en Nathalie X (2003), su último film estrenado en Argentina, la historia de un oscuro ménage à trois que contaba con protagónicos de Gérard Depardieu, Fanny Ardant y Emmanuelle Béart.

Ahora con otra estrella del cine francés al frente de la marquesina –Audrey Amélie Tautou– Fontaine se ocupa de los años de formación de Chanel, de aquello que Flaubert hubiera denominado su “educación sentimental”. Abandonada por su padre a los diez años en el orfanato de Auvergene, donde aprendió los rudimentos de la costura, Gabrielle encontró su nuevo nombre en un cabaret de provincias, donde entonaba sin demasiada gracia melodías picarescas, como “Qui qu’a vu Coco sur le Trocadero?”, fatigado leitmotiv musical de la película. De allí la rescata Etienne Balsan (Benoît Poelvoorde, una revelación), un acaudalado bon vivant cuyo cinismo no alcanza a esconder cierta nobleza de espíritu. En Balsan, Coco encuentra algo más que un amante ocasional o un “protector”, decidido a albergarla en su castillo y eventualmente a darle alas para que ella inicie su carrera como modista: con él, esa muchacha de ojos tristes pero decididos se forma una idea de cómo funciona el mundo en el que le toca vivir y qué es lo que puede extraer de allí.

Se diría que lo mejor de la película de Fontaine está en esta relación pragmática, que no tiene nada de romántica, donde cada uno parece sacar del otro apenas lo que necesita, mientras viven el presente como si no hubiera o no importara el futuro. Mujeriego impenitente, dilapidador de la fortuna familiar y amante de los caballos de carreras, Balsan se resiste a reconocer que Coco no es una más de las cortesanas que suele frecuentar (y entre quienes brilla Emilienne D’Alençon, magníficamente interpretada por Emmanuelle Devos). Sin embargo, poco a poco ella se instala dentro de Balsan con la misma determinación con que hace de su castillo su hogar y su primer laboratorio de la moda. Con una calidez y una simpatía que no excluyen de-sagradables matices de superioridad de clase, Benoît Poelvoorde encarna a Balsan con una rara espontaneidad, como si uno estuviera en verdad frente al personaje sin tener que pasar por el tamiz del actor.

Exactamente lo contrario sucede con Arthur “Boy” Capel, un galán inglés quien según la película habría sido el único amor en la vida de Coco, antes y después de Chanel. En esta zona, la película se vuelve tan convencional y estereotipada como la actuación del italiano Alessandro Nivola, quien parece poco más que un maniquí. La inspiración artística de Coco también sufre en este tramo de una literalidad extrema. Si la tendencia de Chanel a la ropa cómoda y ligera, a la manera masculina (lo que hace de su apariencia andrógina una suerte de feminismo avant la lettre) había surgido como una sutil rebeldía frente a los moños, corsés y tocados de la época, aquí en cambio basta un viaje al mar en compañía de Boy para que Coco vea a unos pescadores y al plano siguiente –como una didáctica relación de causa-efecto– ya lleve puesta una amplia remera marinera blanca con rayas azules.

El resultado final del film de Fontaine es desigual. Por un lado evita no sólo la burda galería de retratos de tantas biopics, sino también el típico martirologio a la manera de La vie en rose, que hacía de Edith Piaf el obvio ejemplo del artista torturado. En esta sobria funcionalidad, se diría que la directora quiere mimetizarse con el estilo Chanel, quien siempre prefería la línea recta y el despojamiento. Lo que le falta a Coco antes de Chanel es, en todo caso, la elegancia innata del personaje, una ausencia que quizás haya que atribuir también a Audrey Tautou, que quizás nunca pueda dejar de ser, como una condena, la prosaica Amélie.

7-COCO ANTES DE CHANEL

(Coco avant Chanel, Francia/2009).

Dirección: Anne Fontaine.

Guión: Anne Fontaine, basado en la novela de Edmonde Charles-Roux.

Fotografía: Christophe Beaucarne. Música: Alexandre Desplat.

Intérpretes: Audrey Tautou, Benoît Poelvoorde, Alessandro Nivola, Marie Gillain, Emmanuelle Devos.

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Tautou como Chanel, que hizo de su apariencia andrógina una suerte de feminismo avant la lettre.
 
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