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Jueves, 22 de octubre de 2009

CINE › LOS ESTAFADORES, DE RIAN JOHNSON, CON RACHEL WEISZ, ADRIEN BRODY Y MARK RUFFALO

El juego de las apariencias y los engaños

 Por Horacio Bernades

Tal vez el mayor engaño de una película de engaños sea hacerle creer al espectador que se trata de eso, cuando lo que importa pasa por otro lado. Opus dos de Rian Johnson (Maryland, 1973), en la superficie Los estafadores parecería querer remedar otras películas de simpáticos tramposos, como Cómo robar un millón de dólares, El golpe y hasta Dos pícaros sinvergüenzas. En el fondo, sin embargo, es posible que la película de Johnson tenga mucho más que ver con las parábolas de Charlie Kaufman sobre la creación literaria, al estilo de ¿Quieres ser John Malkovich? y Adaptation.

Stephen (Mark Ruffalo) y Bloom (Adrien Brody) son huérfanos. Cerebro de los dos, Stephen se especializa, desde pequeño, en inventar alambicados engaños. Se trata de fraudes paradójicos, que a la vez que perjudican al prójimo, lo ayudan. “El timo ideal es aquel en el que todos obtienen lo que desean”, es su lema. Cumple con él: además de reportarles algunos dólares a ambos, sus historias (“escribe estafas como los rusos escribían novelas”, opina Bloom) permiten que el tímido hermano menor conozca chicas a las que de otro modo no sabría encarar. De grandes, los hermanos Bloom siguen haciendo lo mismo, pero a mayor escala: ahora el blanco es una heredera recontramillonaria, que lleva el nombre de comic de Penélope Stamp (Rachel Weisz). Gracias a su asombrosa capacidad de aprenderlo todo, Penélope pasará de víctima potencial a socia de Stephen y Bloom. Como en una de James Bond, la trama urdida por Stephen los obliga a viajar de Grecia a Praga y de México a San Petersburgo, involucrando a un par de personajes que parecen escapados de una aventura de Tintín o una película de Wes Anderson: un curador de arte belga (el muy británico Robbie Coltrane, simulando acento francés) y un mafioso ruso (el reaparecido Maximilian Schell, con parche en el ojo).

Película de apariencias, Los estafadores recubre su melancolía con pura manía. Los huérfanos no son dos sino tres, tal vez cuatro. Penélope lo es, y no sería raro que también lo fuera la cuarta pata de la banda, un ser lunar apodado Bang Bang (la nipona Rinko Kikuchi, vista tanto en Babel como en El sabor del té). Versión femenina de Harpo Marx, a lo largo de toda la película Bang Bang habla sólo una vez, para pedir un campari, y otra, para exclamar fuck!, cuando una de sus explosiones resulta mucho mayor de lo previsto.

Explosiones abundan en Los estafadores, tanto como gags visuales, referencias cultas, ideas en velocidad, pop visual y un burbujeo general. Todo ello arma una superficie de espejismos artificiosos, detrás de la cual parecería haber más espejismos. Los gags son casi abstractos, como si más que gags fueran la reducción a su esqueleto. Las ideas visuales en velocidad se multiplican en los primeros minutos, pero luego se aquietan.

La proliferación de sombreros y sombrillas, el color amarillo rabioso, los aires de otras épocas, parecen tan caprichosos o herméticos como las citas literarias. Citas que no se andan con chiquitas: a cierto relato oscuro de Herman Melville se suma la referencia a Dostoievski, y al tema dickensiano de la orfandad, el hecho de que ambos protagonistas tengan uno el nombre, el otro el apellido de personajes del Ulises de Joyce. La trama de engaño, por otra parte, es entre subdesarrollada e incomprensible.

¿A qué lleva todo eso? Seguramente a nada, y de eso se trata. Detrás de los protagonistas está la nada, el vacío: la orfandad. Parecería que el horror vacui es lo que los lleva a juntarse y hacer cosas. Una de esas cosas es inventar historias, escribirlas, guionarlas, como hace Stephen. Otra, prota- gonizarlas a disgusto. Es lo que le sucede a Bloom, que no ve la hora de abandonar las ficciones del hermano, para vivir una vida propia.

Parece sintomático que el par al que la película refiere sea el que componen un escritor y su personaje. Falta allí una figura esencial: la del director. Algo semejante sucede en Los estafadores, donde la función que parecería caberle al realizador Rian es la de ilustrar lo que su hermano Johnson escribe. El día que, como Stephen con Bloom, el escritor otorgue libertad al cineasta, las películas de Rian Johnson serán tan interesantes como sus invenciones.

6-LOS ESTAFADORES

(The Brothers Bloom, EE.UU., 2008)

Dirección y guión: Rian Johnson.

Fotografía: Steve Yedlin.

Música: Nathan Johnson.

Intérpretes: Rachel Weisz, Adrien Brody, Mark Ruffalo, Rinko Kikuchi, Maximilian Schell y Robbie Coltrane.

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