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Viernes, 12 de febrero de 2010

CINE › LOS VIAJES DEL VIENTO, DE CIRO GUERRA

Imágenes de antropología turística

 Por Horacio Bernades

LOS VIAJES DEL VIENTO

Colombia/Argentina/Alemania/
Holanda, 2009.

Dirección y guión: Ciro Guerra.
Fotografía: Paulo Andrés Pérez.
Intérpretes: Marciano Martínez, Yull Núñez, Rosendo Romero, Beto Rada y Guillermo Arzuaga.

Fábula arquetípica que tiene lugar en ambientes rurales, en un marco de imponentes paisajes y con músicos autóctonos tocando en vivo guarachas y vallenatos, Los viajes del viento responde a uno de los modelos de cine latinoamericano que más repercusión suelen tener fuera de la región: el del folklorismo. Dirigida por el colombiano Ciro Guerra (nacido en 1971, autor de La sombra del caminante) y coproducida con capitales alemanes, holandeses y argentinos (la productora Cine Ojo, habitualmente dedicada al documental), desde su debut en la sección Un Certain Regarde de Cannes, Los viajes del viento recorrió, durante todo el año pasado, una buena cantidad de festivales internacionales, siendo nominada al Oscar al Mejor Film Extranjero y quedando finalmente a sus puertas.

No se trata esta vez de un violín, como en el film mexicano homónimo, sino del acordeón que su veterano dueño quiere devolver a quien se lo transfirió, atribuyéndole a ese instrumento del demonio la culpa por la muerte de su mujer. Para devolverlo, don Ignacio Carrillo deberá atravesar a lomo de burro todo el norte colombiano, yendo del llano a la montaña, de la montaña al desierto y del desierto al mar. Lo acompaña, de a pie nomás, un muchacho empeñado en que el maestro le enseñe a tocar. Que es lo último en el mundo que el hombre –parco y de duelo– parece dispuesto a hacer. Aunque no es difícil intuir que en algún momento va a necesitar del empeñoso discípulo. Se sobreentiende también, desde muy temprano, que el viaje que para uno de los dos puede ser el último, para el otro resultará iniciático.

Fotografiada con un lujo técnico poco acorde con los pobres ambientes en que tiene lugar, que no excluye además algún regodeo esteticista (como el duelo a machete que la superficie de un lago invierte en espejo), el segundo film de Guerra se organiza de estación en estación, como corresponde a todo relato de viaje. El reacio maestro y el obstinado discípulo participarán de una variante colombiana de la payada, serán contratados para musicalizar un duelo a muerte (sic), visitarán al hermano ermitaño del juglar, participarán del ritual de sangre de unos percusionistas aborígenes, se toparán con unos galleros mafiosos de la Guajira, serán sanados por el brujo de una tribu. Predomina en Los viajes del viento lo atávico, lo ritual, lo sanguíneo. Formas del exotismo que hacen de ella una variante cinematográfica de la antropología turística.

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