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Martes, 4 de enero de 2011

CINE › A LOS 64 AñOS, MURIó EL ACTOR PETE POSTLETHWAITE

El inglés que brilló en segundo plano

Se dio a conocer al gran público haciendo de padre de Daniel Day-Lewis en En el nombre del padre. Nominado al Oscar por ese papel, a partir de entonces se convirtió en uno de esos secundarios capaces de hacer bien cualquier personaje.

 Por Horacio Bernades

Toda una paradoja, la de Pete Postlethwaite: se hizo conocido de viejo y murió joven. Este actor británico era un perfecto desconocido, para el mundo del cine al menos, cuando se convirtió, de la noche a la mañana, en un rostro inconfundible. Eso fue en 1993, cuando, a los 47 años, hizo de padre de Daniel Day-Lewis en En el nombre del padre. Nominado al Oscar por ese papel, a partir de entonces este hombre –de apellido tan difícil como la topografía de su rostro– se convirtió en uno de esos secundarios capaces de hacer bien cualquier personaje. Se tratara de hampones (en Los sospechosos de siempre y la reciente Atracción peligrosa), proletarios (en Tocando el viento y Entre gigantes), curas (en Romeo + Julieta, en la remake de La profecía) y hasta cazadores de dinosaurios (en Jurassic Park II) o dueños de megacorporaciones (en El origen, una de sus últimas películas). Calificado por Steven Spielberg como “el mejor actor del mundo”, la quimioterapia le permitió mantener a raya un cáncer de testículo diagnosticado hace veinte años. Pero nada es para siempre: Postlethwaite falleció en Inglaterra el segundo día de 2011, a los 64 años.

Nacido, como el gato de Alicia en el País de las Maravillas, en la localidad de Cheshire, como tantos “duros” del cine –aparentemente insospechables de un paso previo por las tablas–, Postlethwaite tenía detrás una sólida formación teatral. Sólida y clásica. Tanto, que llegó a ser parte de la Royal Shakespeare Company, actuando, entre otras, en una versión de Sueño de una noche de verano. Cuando Baz Luhrmann lo convocó para su paroxística rendición de Romeo + Julieta (antes lo había hecho en el Hamlet de Zeffirelli), Postlethwaite resultó el único miembro del elenco capaz de frasear en pentámetro yámbico, métrica característica de las obras de Shakespeare. Antes de eso y tras dejar de lado la idea de llegar a sacerdote, Postlethwaite había dado clases de actuación. Luego fue miembro estable del Everyman Theatre de Liverpool, junto a colegas más tarde tan conocidos como Jonathan Pryce, Bill Nighy y Julie Walters.

Ni siquiera es que En el nombre del padre haya sido su debut cinematográfico. Previamente Postlethwaite había hecho cantidad de papeles secundarios, desde Los duelistas (1977) hasta Alien 3 (1992), incluyendo El vestidor (1988), el hito de Distant Voices, Still Lives, de Terence Davies (1988) y la versión de Michael Mann de El último de los mohicanos (1992). Pero es verdad que la primera vez que su rostro rocoso y su resonante voz (una de esas que en el cine dan ganas de cerrar los ojos y ponerse a oír) impactaron fuertemente en el público masivo fue en el papel del irlandés Giuseppe Conlon, llevado a prisión como cómplice de su hijo Gerry (Day-Lewis). A partir de ese momento, Postlethwaite (que alguna vez echó a su representante, por sugerirle la conveniencia marketinera de cambiar el apellido) dejó de ser un actor británico y se convirtió en actor internacional. Imposibilitado, eso sí, de encarnar a ningún personaje que no fuera británico: su fuerte acento, típico del noroeste de Inglaterra, era tan indisimulable como esos pómulos, que de película en película daban la impresión de desviarse cada vez más.

Que su tipo lo destinaba a los personajes más rugosos o amenazantes lo fueron confirmando, en el curso del tiempo, el pater terribilis de Distant Voices, Still Lives (1988), el “contacto” de Los sospechosos de siempre (1995), el cazador de Jurassic Park: el mundo perdido (1997), el abogado esclavista de Amistad (1997) o, más recientemente, el florista de Atracción peligrosa (2010), simple fachada para la que tal vez haya sido su criatura más ominosa y letal. Que el registro de Postlethwaite no se reducía a la dureza lo demostrarían el padre Laurence de Romeo + Julieta (1996), el director de orquesta de Tocando el viento (1996), el trabajador manual de Entre gigantes (uno de sus escasos protagónicos, de 1998) o el médico humanista de El jardinero fiel (2005). Como también suele suceder con los duros del cine, en la realidad Postlethwaite era el más pacífico hombre de familia, a quien sus vecinos de Church Stretton solían ver andando por la calle, haciendo las compras o viajando en tren, como cualquier everyman de las inmediaciones. La vida familiar le llegó, sí, en forma tan tardía como la popularidad global: se casó al borde de los cuarenta y tuvo su segundo hijo a los cincuenta.

Condecorado un lustro atrás con la Orden del Imperio Británico, en años recientes Postlethwaite no se privó de manifestarse en contra de la intervención de su país en la guerra de Irak, así como de participar del documental ecologista La era de la estupidez (2008), donando su cachet al servicio de la lucha contra el calentamiento global. Su rostro tallado a hachazos y su voz como de órgano quedan como testimonio de un tiempo en que los actores (los secundarios, sobre todo) parecían salir de las calles, y no de los estudios de televisión.

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Postlethwaite arrastraba un cáncer diagnosticado en 1990.
Imagen: EFE
 
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