espectaculos

Miércoles, 26 de enero de 2011

CINE › JAMES FRANCO, LA NUEVA ESTRELLA JOVEN DE HOLLYWOOD, PRESENTADOR DEL OSCAR

“Mi trabajo es ayudar al director”

Está nominado por su protagónico en 127 horas, y también será presentador de la ceremonia del 27 de febrero. Es una buena síntesis del momento que vive el actor, que saltó al estrellato con El Hombre Araña, pero también filma cortometrajes y escribe.

 Por James Mottram *

Para un actor que siempre se mantuvo aparte del foco principal, James Franco está en peligro de convertirse en alguien ubicuo. En los próximos dos meses su nombre figurará en dos estrenos y una colección de relatos. Está nominado en una de las ceremonias grandes de premiación y será presentador en otra. Estuvo en la tapa de la edición estadounidense de GQ, que lo proclamó “Hombre del Año”, y es la nueva cara de Gucci. Todo lo cual parece extraño para un actor de 32 años que empezó a evadir a Hollywood luego de la tremenda exposición que significó encarnar al amigo de Peter Parker en la trilogía El Hombre Araña de Sam Raimi.

Cuatro años atrás, Franco volvió a la escuela, enrolándose en cursos de literatura y escritura creativa en la UCLA, que había abandonado diez años atrás. Lo disfrutó tanto que se mudó a Nueva York y se anotó en cuatro cursos diferentes –dos de escritura de ficción, uno de poesía y uno de dirección de cine– en cuatro instituciones diferentes. Ahora está en Yale estudiando una licenciatura en Inglés y en Cine. “La escuela me trae a tierra. Es una manera de estudiar a otros artistas, escritores y cineastas, y alejarme de todo esto”, dice, moviendo la mano en el aire para referirse al tedio del negocio de promoción de películas.

Franco es ciertamente una bestia extraña. Como escribió uno de los periodistas que lo entrevistó, su carrera se ve cada vez más como una pieza de performance “a medida que se desliza de Jake Gyllenhaal a Andy Warhol”. Como sabe cualquier seguidor de Franco, el año pasado disfrutó un breve paso por la telenovela estadounidense General Hospital, interpretando a un absurdo artista multimedia llamado... Franco. Este año será uno de los presentadores en los Oscar, junto a Anne Hathaway, en la que seguramente será su mayor pieza de performance hasta ahora. Para ser justos, Franco tiene talento para la comedia, como lo demuestra su drogón de Pineapple Express y su criminal de baja estofa en Una noche fuera de serie. Aun así, es difícil imaginar cómo este extraño entrevistado puede seguir los pasos de Billy Crystal y Chris Rock. Vestido simplemente con jeans, Franco no es muy bueno con el contacto visual, mientras que sus oraciones, a menudo preludiadas por un “veamos...”, están llenas de “ummms” y “eeehhhs”. Estuvo nominado a un Globo de Oro por su rol en 127 horas, de Danny Boyle, y ahora es uno de los cinco nominados a Mejor actor en el Oscar. La última vez que sucedió esto fue en 1987, cuando el actor Paul Hogan (Cocodrilo Dundee) cocondujo el show y perdió en la categoría Mejor guión original con Woody Allen.

Aunque presentó Saturday Night Live dos veces (y realizó un documental sobre el show), Franco dice que se sorprendió al recibir el llamado de Bruce Cohen, productor del Oscar. Inicialmente se negó, pero luego lo reconsideró, contra el consejo de todos sus representantes. “Eso siempre me dispara una chispa, así que dije ‘¡sí, por supuesto!’. Porque la reacción de ellos está basada en el juicio convencional de qué le hace bien a una carrera. Y eso puede ser aburrido, muy aburrido.” Como le dijo a Entertainment Weekly, no le importa si mete la pata. “Soy feliz con las críticas. Aun si pasan a ser ‘Los Peores Oscar de la Historia’, no me importa. Es sólo una noche en el año”. De hecho, Franco no es ajeno a las malas críticas, sobre todo cuando se trata de sus escritos de ficción. Cuando su cuento “Just before the black” se publicó en Esquire, un escritor puso en Twitter: “Franco hace que Ethan Hawke parezca Herman Melville”. Un poco cruel, quizás, pero tal es el destino de cualquier actor que se atreva a poner una mano en la ficción. Su nuevo libro, Palo Alto, es una colección de cuentos. Toma su nombre de la universidad del pueblo de California en el que creció; cada historia transcurre allí, conducida por una serie de narradores adolescentes sin relación entre sí, la mayoría de los cuales son solitarios, alienados e incapaces de enfrentar sus impulsos y emociones. En una de las críticas más balanceadas, LA Times lo definió como “el trabajo de un ambicioso joven que obviamente ama leer y tiene buen ojo para los detalles, pero gastó demasiado tiempo en el estilo y demasiado poco en la sustancia”. La violencia es frecuente, y shockeante. “Chinatown en tres partes”, detalla la degradación de una chica mitad vietnamita, cuyo nuevo novio la viola con vegetales durante una orgía y luego la prostituye. En otra historia, una chica es testigo del asesinato de un chico con el que había flirteado en una fiesta.

Nada de esto debería sorprender a quien haya visto The feast of Stephen, uno de los varios cortometrajes que hizo Franco, basado en poemas y que presenta una escena de fantasía en la que una pandilla de jóvenes viola a otro adolescente. Franco también aparecerá en Howl, la película sobre el juicio que debió afrontar Allen Ginsberg por su trabajo más famoso. y quizá por eso parece incomodarlo hablar de sus logros literarios, aun con sus colegas. Según apuntó el director Danny Boyle, “pasé todo ese tiempo trabajando con él, y nunca me dijo que había escrito ese libro”.

Su trabajo en 127 horas es intenso. Franco es el andinista Aron Ralston, que en 2003 quedó atrapado en un cañón de Utah y debió cortarse su propio brazo con un cortaplumas para poder sobrevivir. Hay algunos personajes menores sólo al comienzo y al final de la película, con lo que Franco se ve forzado a mantener la atención en la pantalla por sí mismo durante más de una hora: un logro destacable, y quizás otro ejemplo de su amor por el arte de la performance. El actor admite que se volvió un poquito loco con eso de estar en un estudio gigantesco trabado en una misma posición durante más de cuatro semanas. “Pensé que no lo iba a lograr, pero al final pude. Una amiga de la Universidad de Nueva York vino a hacer un documental, y recién nos juntamos a verlo. Hay una parte en la que Danny me pregunta qué tal estoy, y mi actitud es ‘creo que me perdí ayer’. Cuando miro atrás, fue una experiencia asombrosa. Pero ese documental me mostró que eso de ir a ese espacio sin ningún cambio, día tras día, me pasó factura. Y la naturaleza del material era muy intensa.”

Franco parece embarcado en una racha masoquista. En 2002, un año después de ganar el Globo de Oro por su impactante representación de James Dean en un biopic de TNT, se zambulló en el Método. Para actuar junto a Robert De Niro en Herencia de sangre, donde interpretaba a un adicto en la miseria, anduvo juntándose con usuarios de drogas y durmiendo en lugares extraños. “Era todo un mundo aparte”, recuerda. “Salí sin plata, con lo que tuve que pedir por la calle. En Nueva York conocí gente que me explicó cómo dormir en cajas de cartón.” El mismo año, para trabajar con Nicolas Cage en Sonny, frecuentó clubes de desnudistas gay y vio trabajar a un gigoló. Es un camino bien diferente al que su padre, Douglas –que dirige una compañía de embarque de containers–, imaginó para su hijo cuando lo alentó a seguir su interés en las matemáticas. En la adolescencia, Franco era un prodigio obediente, y llegó a ser interno en Lockheed Martin. Pero el arte era importante en la familia. Su madre, Betsy Lou, es poeta, autora y editora; su abuela fue dueña de una destacada galería de arte en Cleveland. Inicialmente, Franco estaba interesado en el mundo de su abuela, e incluso iba a clases de dibujo al terminar la escuela.

Aunque la actuación llegó después –tras dejar la UCLA ingresó al elenco de Freaks and Geeks, un show de culto que duró poco–, el proceso se volvió frustrante. “Cuando todo lo que tenía era la actuación, y a pesar de que sabía que era una manera equivocada de pensar, me definía a mí mismo por las películas que había hecho”, dice. “Si a la película le iba bien me sentía feliz, y si no, me enojaba. Me estaba volviendo loco, tratando de controlar de algún modo el producto final. Es insano. Tuve que comprender que mi trabajo como actor es ayudar al director a conseguir su visión, y eso es todo.” Esto explica por qué Franco se volvió un multitarea multimedia, que también monta shows de arte. Pero ahora parece disfrutar la actuación. En breve se lo verá en su primer tanque post-Hombre Araña, una precuela de El planeta de los simios titulada Rise of the apes. También aparecerá en la comedia medieval Your highness con Natalie Portman. Y, por supuesto, tanta actividad llevó a que algunos críticos se pregunten si Franco es “verdadero”. Quizá aminore un poco, o caiga en el agotamiento. Pero, para citar a su personaje en General Hospital, “no es como cualquier otro, recuérdenlo”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Compartir: 

Twitter

Danny Boyle y Franco, director y actor de 127 horas, la historia de un montañista accidentado.
Imagen: EFE
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.