espectaculos

Viernes, 18 de febrero de 2011

CINE › DREILEBEN, UN TRIPTICO ESTUPENDO Y FASCINANTE EN LA COMPETENCIA OFICIAL

Resistir y confundir a las convenciones

Tras un debate por mail hace cinco años, los directores Christian Petzold, Christoph Hochhäusler y Dominik Graf pasaron a la acción: consiguieron financiación de la tevé y filmaron tres historias con un mismo punto de partida, que funcionan como una sola película.

 Por Luciano Monteagudo

Desde Berlín

¿Qué pasaría si Pablo Trapero, Lucrecia Martel y Lisandro Alonso, por caso, comenzaran a debatir entre ellos por mail acerca del futuro del Nuevo Cine Argentino, sobre cuestiones de narrativa, estética y las posibilidades de hacer cine de género? ¿Y si ese debate se hiciera público a través de la revista El amante, por ejemplo, y diera lugar a tres films independientes entre sí pero vinculados por una trama de corte policial? ¿Y si fueran producidos conjuntamente por tres canales de televisión? Aquello que en la Argentina hoy es una utopía, en Alemania se convirtió en una realidad... no por ello menos insólita. Y la Berlinale tuvo la primicia de Dreileben, el estupendo tríptico que ayer colmó el Delphi Filmpalast, la histórica sala del Forum del Cine Joven. Allá por 2006, los directores Christian Petzold, Christoph Hochhäusler y Dominik Graf –los dos primeros, identificados con la llamada “Escuela de Berlín”, que por entonces ya tenía visibilidad y circulación en los principales festivales– empezaran a cruzarse mails sobre el significado de la Berliner Schule, sobre cómo encarar el futuro y qué tipo de cine querrían hacer más allá del que ya habían hecho y les había dado una identidad entre la crítica internacional. Un año después, esa correspondencia se hizo pública en la revista especializada Revolver, fundada por un grupo de cineastas, y para el 2009 los tres directores que habían generado el debate decidieron pasar de la teoría a la práctica.

Consiguieron el respaldo de tres cadenas de televisión (WDR, BR y ARD Degeto) y escribieron tres historias con un mismo punto partida: un pueblo imaginario de Turingia llamado Dreileben (Tres Vidas), unos mismos días durante el verano y un caso criminal, el de un fugitivo de la Justicia que es buscado intensamente por la policía. Por lo demás, cada uno se daba la libertad para crear su propia historia y sus propios personajes, que eventualmente se cruzarían, sin necesidad de forzar encuentros y abjurando del deus ex machina a la vulgar manera de Magnolia.

El resultado es fascinante por varios motivos. En primer lugar, por la calidad de los tres films, que se dejan ver uno detrás de otro (y duran una hora y media cada uno) como si fuera uno solo. En segundo término, porque Dreileben prueba que se puede trabajar en conjunto sin perder la identidad y, al mismo tiempo, generando una obra homogénea, con valor en sí misma, en los antípodas del modelo del film colectivo, que tuvo su razón de ser con el legendario Alemania en otoño (1978), en el cual participaron Kluge y Fassbinder, pero que se reveló anacrónico e inútil cuando aquí mismo, en la Berlinale de hace dos años, se exhibió Deutschland 09, una incongruente serie de cortos que incluía algunos nombres de la Escuela de Berlín.

Consciente de esa historia, el trío de Dreileben también supo tomar en cuenta en sus discusiones teóricas una maliciosa pero justa afirmación de Fassbinder, cuando poco antes de partir al Nirvana se quejó al semanario Der Spiegel de que sus colegas “empezaron a filmar sus críticas”. Siempre se corre este peligro con la fama, las etiquetas y las canonizaciones, pero lo que quería decir Fassbinder es que no hay que dormirse en los laureles y siempre hay que seguir buscando y probando algo nuevo. Y ésa parece la premisa del proyecto Dreileben: no se trata de arriar las banderas y venderse a la ciega masividad de la televisión, en busca de esa entelequia tan venerada (no sólo en la Argentina) que suele llamarse “público”, sino en todo caso de evaluar qué posibilidades cinematográficas pueden aún aportar el lenguaje, la financiación e incluso la audiencia de la televisión. “Nos dimos cuenta de que en los festivales nuestros films, como tantos otros, se veían muy solos y aislados y que los restos del cine de género que tanto nos interesa –escribieron Petzold, Graf y Hochhäusler, quienes no ocultan su admiración por los westerns de Anthony Mann y John Ford– estaban en la televisión.”

El primer film del tríptico, Algo mejor que la muerte, escrito y dirigido por Christian Petzold (con la colaboración en el guión, como siempre, de Harun Farocki), es sin dudas el mejor, por la complejidad de su tema y el deslumbrante virtuosismo de su puesta en escena. La trama, según el propio Petzold, está inspirada en el mito de Ondina: un estudiante de medicina se siente rechazado por la mujer que desea, va a nadar a un lago en el bosque y, sin darse cuenta, convoca a una ninfa, en este caso una chica de Sarajevo que trabaja como mucama en un hotel. Ella le reclamará un amor total, que da toda la impresión de que si no es correspondido le provocará la muerte.

En Jerichow, su película inmediatamente anterior, Petzold ya había trabajado una paráfrasis de El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain, pero aquí construye un grado tal de tensión –acrecentada por la búsqueda policial del fugitivo que se lleva a cabo paralelamente en la región– que esa relación amorosa se plantea primero como un thriller y después casi como una película de terror, a la que no es ajeno el bosque que los rodea.

Ese mismo bosque –que parece encantado, y donde aún resuenan los ecos trágicos de Wagner, como lo comprueba un turista inglés que muere tontamente por admirar el paisaje de Turingia– será también el escenario privilegiado de No me sigas, el film dirigido por Dominik Graf, que pone en escena la amistad/rivalidad de dos amigas (una de ellas psicóloga de la policía, convocada por la fuga del criminal), y de Un minuto de oscuridad, la película de Christoph Hochhäusler, centrada en el investigador que tiene a su cargo el caso, una especie de Wallander de Mitteldeutschland.

Nada, sin embargo, es lo que parece en Dreileben. Como en todo buen policial, habrá que cuidarse de las apariencias, al punto que quizá no sea exagerado pensar este tríptico como una suerte de Caballo de Troya con el que los nuevos directores alemanes quieren volver a tomar la televisión, como en su momento lo hizo la generación de Oberhausen. “Todo lo que se pueda hacer para romper con los actuales formatos establecidos, contra la asignación de horarios de pantalla, contra el control de las normas, debe ser hecho”, declara, a la manera de un manifiesto, Dominik Graf, el más veterano de los tres y con una amplia experiencia en TV. “Hay que resistir a las convenciones, contradecirlas, confundirlas: eso es lo más importante.” Ese es el objetivo de Dreileben.

Compartir: 

Twitter

Berlinale
Las tres partes de Dreileben tienen en común un pueblo imaginario y un caso criminal.
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.