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Viernes, 18 de febrero de 2011

TELEVISION › UN AÑO PARA RECORDAR, LA NUEVA FICCION DIARIA DE TELEFE

El sueño de torcer la historia

La serie en la que Carla Peterson vuelve a vivir un año de su vida cuenta con el sello de la productora Underground y el buen trabajo actoral de su cuarteto protagónico. Para contar la historia, además, elige un tono más sosegado, con menos comedia.

 Por Emanuel Respighi

Ana es una cajera de supermercado que mata accidentalmente a su marido, pero encuentra otra oportunidad.

¿Quién no soñó alguna vez con volver el tiempo atrás, ante la certeza de haber tomado una decisión equivocada o de haber cometido un grave error? ¿Quién no fantaseó con la posibilidad de volver a vivir alguna situación o momento para obrar de manera distinta a como lo hizo y poder así modificar las consecuencias que impone el presente? Aquello que en la realidad es un anhelo imposible, la magia de la ficción lo hizo posible en Un año para recordar, la nueva comedia que Telefe emite diariamente a las 21.30. La trama de la historia protagonizada por Carla Peterson, Gastón Pauls, Rafael Ferro y Eleonora Wexler se permite jugar con el tiempo y el destino, como piezas complementarias que signan la vida de Ana, la protagonista que vaya a saberse por qué motivo tiene la posibilidad de volver a vivir el último año de su vida y torcer no sólo su propio destino, sino también el de todo su entorno. Un recurso ya transitado en películas cómo Hechizo de tiempo (El día de la marmota) y Como la primera vez, pero altamente eficaz a la hora de generar todo tipo de graciosas situaciones, potenciadas por la complicidad de los televidentes, conocedores de la convención que propone la ficción.

Surgida de la usina productora de Underground (en asociación con Endemol), Un año para recordar mantiene el sello que caracteriza a las ficciones de la empresa de Sebastián Ortega y Pablo Culell. Su estética moderna, la impecable realización y esa textura de pantalla shine son propias de la casa productora que dio vida a ciclos como LaLola, Los exitosos Pell$ y Botineras, entre otros. Al ver Un año para recordar hasta el espectador más distraído podrá inferir que se trata de una realización de Underground. Pero las herencias no se limitan a la forma, sino también a nivel de contenido: aquí también, como en programas anteriores de la productora, la trama se dispara a través de una situación imprevista, del orden de lo fantástico, que modifica la vida cotidiana de sus personajes. Si en LaLola el protagonista sufría de la noche a la mañana un repentino cambio de sexo, en Un año para recordar el personaje a través del cual gira la trama (ambos personajes interpretados por Peterson) se acuesta a dormir en febrero de 2011 y se levanta horas después en el mismo mes del año anterior.

En todo caso, lo que se percibe en los primeros capítulos de la flamante tira es que a diferencia de LaLola o Los exitosos Pell$, dos propuestas que tuvieron una clara pretensión de hacer reír a los televidentes desde el mismo guión y el histrionismo de los actores, es que el tono de los libros escritos por Patricio Vega y Silvina Fredjkes busca atraer con un relato no tan subido de tono como sus antecesoras. En Un año... Underground sigue profundizando su innegable preferencia por la forma más que por el fondo, transitando esta vez por un camino de mayor equilibrio entre el guión y las actuaciones, favoreciendo la verosimilitud de la historia una vez aceptada su convención fantástica. En ese sentido, las actuaciones –especialmente las del cuarteto protagónico– acompañan la búsqueda con coherencia.

Comedia romántica de tono ligero, Un año para recordar cuenta la vida de Ana (Peterson), una cajera casada desde hace nueve años con Víctor, el hijo del dueño del Supermercado Grande para el que trabaja. Ana sabe, es consciente, que se trata de un matrimonio que desde hace un tiempo no da para más, por lo que cada día se levanta con la idea de hablar con su esposo para separarse en buenos términos y poder disfrutar abiertamente de la apasionada relación oculta que mantiene con Dante (Pauls). Esa tensión permanente tomará un giro inesperado cuando Víctor descubre la relación clandestina y en el forcejeo entre ambos Ana mata accidentalmente a su marido. Sin saber qué hacer, Ana le cuenta lo que pasó a Micaela (Wexler), su amiga y confidente, para planear una coartada en conjunto. Sin embargo, cuando todo parece estar perdido, por arte de magia (de una extraña fuente a la que alguna vez le había pedido “otra oportunidad”, en realidad) Ana se levanta al otro día un año atrás en el tiempo.

Ese inexplicable fenómeno, sólo posible en un guión televisivo, marcará la historia del programa en adelante, donde Ana volverá a vivir su último año de vida. Entre la incredulidad de la protagonista por el extraño hecho del que fue objeto y el poder que le permite conocer el futuro inmediato, Ana revivirá ese año intentando modificar su propio destino para evitar matar a su marido. El problema es que esa tarea no le es para nada sencilla, ya que a partir de ese momento cada decisión o actitud que toma Ana estará condicionada por el futuro que ya conoce, volviéndose incomprensible para el resto de los mortales. Paralelamente al rewind de Ana, la trama abre otra línea temática en relación con Dante, que esconde detrás de su puesto de repositor una misteriosa vida real, relacionada con algún tipo de servicio de inteligencia ultrasecreto.

La manera en que se desarrollará la historia de amor entre Ana, Víctor y Dante se combinará en el futuro con las historias que surjan de la galería de personajes que acompañan a los protagonistas en el ámbito del supermercado, lugar donde transcurre buena parte de la historia. Allí hay personajes de todo tipo: está Isabela (Julieta Ortega), una supervisora mandona y odiosa; está Micaela, una cajera con anhelo de estrella y bombacha veloz; está la típica empleada que hace lo imposible por congraciarse con su jefe; la otra a la que todo le sale mal; y hasta el dueño del supermercado (Osvaldo Santoro), que entre pedidos sindicales y deudas intenta mantener el tradicional negocio familiar pese a los sueños de empresario de su hijo.

Transitando por lugares ya explorados, en los que la productora se movió con naturalidad, Un año para recordar vuelve a utilizar con criterio y eficacia los recursos de la voz en off para cambiar el ritmo del relato (a cargo de Evangelina Salazar, la madre de Ortega), sus clásicas y producidas transiciones entre escenas, y la intriga por saber cómo se resolverá en el último episodio de la trama el giro fantástico de la historia. Por ahora, cumple con las expectativas y la audiencia parece responder favorablemente a una propuesta que plantea que conocer el futuro (o predecirlo) da la posibilidad de intentar cambiarlo. Aunque haya trampas del destino que siempre estarán allí para impedirlo.

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