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Martes, 29 de marzo de 2011

CINE › MIKA KAURISMäKI HABLA DE SU FILM DIVORCIO A LA FINLANDESA, QUE SE ESTRENA EL JUEVES

“La comedia es el género más complicado”

El director finlandés, hermano del más conocido Aki, ha filmado una treintena de películas en varios países, pero deseaba hacía rato volver a hacer una en su idioma natal. “En tu propia lengua podés usar más los matices y a veces eso hace la diferencia”, explica.

 Por  Ezequiel Boetti

El arribo de Divorcio a la finlandesa a las pantallas –que será el próximo jueves– supone dos buenas noticias. No se trata sólo de un ameno regreso al clasicismo de la comedia de rematrimonio, sino también del tercer estreno comercial en la Argentina de una película dirigida por el camaleónico Mika Kaurismäki. Hermano mayor del más popular Aki, este finlandés de 55 años forjó una carrera signada por el nomadismo. “Nadie me forzó a trabajar fuera de mi país. Mi carrera hubiera sido más fácil allí, pero tengo un alma curiosa y empecé a viajar y trabajar en diferentes países”, confiesa en una entrevista vía mail con Página/12. Los números lo avalan: desde que comenzó su carrera a comienzos de los ’80 filmó una treintena de películas y visitó “alrededor de 60 o 70 países”, desde Estados Unidos y gran parte de Europa hasta Sudáfrica y Guinea. “Me siento más un antropólogo que un director, entonces observo el mundo a través de mi cámara. Ser sólo un director no me resultaría suficiente”, confiesa.

Su filmografía se condice con el constante movimiento físico. A lo largo de sus tres décadas de carrera, Kaurismäki filmó documentales musicales –el bautismal Saimaa-ilmiö, de 1981, único film dirigido con su hermano–, incursionó en coproducciones norteamericanas habladas en inglés y recaló en varios films de temática brasileña (ver aparte). Pero hace diez años pensó en volver a las fuentes: “Me di cuenta de que no había hecho una película hablada en finlandés desde Zombie y el Tren Fantasma, en 1991. Entonces decidí que quería hacer una, pero justo me involucré por unos años en varios documentales. Cuando terminé me dije que no haría ninguna otra película antes de hacer al menos una ficción finlandesa. Quería que fuera una comedia con muchos personajes y muchos diálogos”.

Es así que llegó a la novela de Petri Karra, The House of Branching Love. “Empecé a trabajar en el guión con él en 2007, pero a comienzos de 2008 rodé Three Wise Men y recién después continué”, recuerda. El resultado es esta historia de un matrimonio que decide divorciarse de manera civilizada, proponiéndose convivir hasta que logren la división salomónica de los bienes y la venta de la lujosa casa que operó como lecho de amor. La tregua se rompe cuando Tuula (Elina Knihtilä) invita a un ocasional amante, desatando la ira de Juhani (Hannu-Pekka Björkman). Con el orgullo herido y la billetera repleta, él se dispone a paladear la venganza contratando a una pulposa acompañante para hacerla pasar por su flamante media naranja.

Varias cosas llaman la atención de Divorcio a la finlandesa. Lo primero es que una propuesta tan apegada a los tiempos narrativos norteamericanos llegue desde las lejanas (física y cinematográficamente) tierras finlandesas. “No se trabajaba mucho con los géneros allí, pero en los últimos años sí. Los directores jóvenes han hecho terror, ciencia ficción, cine trash, etc. La comedia pura como Divorcio a la finlandesa es inusual en Finlandia, donde son más habituales las comedias negras”, explica. Lo segundo es que el encargado de romper la tradición sea justamente un Kaurismäki: visualmente luminosa y repleta de diálogos, la película de Mika es el opuesto perfecto al laconismo, sordidez y pesimismo habitual del director de El hombre sin pasado. “No tuve en cuenta su cine. La comedia ocupa un lugar importante. De hecho, sólo me gusta hacer comedias, pero es un género mucho más complicado que el resto. Siempre me pregunto por qué es menos respetado que el drama. Quizás es más fácil hacer llorar que reír; el humor es una cuestión cultural. La gente no se ríe de lo mismo en todos los países”, razona el director de Helsinki-Nápoles y Tigrero-El film que nunca existió, ambas con paso comercial por la cartelera local. “Es muy complicado encontrar buenos guiones de comedia”, asegura.

Más allá de las dificultades, Kaurismäki literalmente no para. “Siempre digo que haré menos en el futuro, pero en el último tiempo estuve muy ocupado. En dos años hice cinco películas y desarrollé muchos proyectos, principalmente ficciones, que me van a mantener ocupado durante los próximos cinco años. Quizá después de eso me retire”, vaticina.

–Sus dos últimas ficciones transcurren casi en su totalidad dentro de un mismo ambiente (el bar en Three Wise Man, la casa en Divorcio a la finlandesa). ¿Por qué se da esa contradicción con su nomadismo?

–Hacer una road movie puede ser muy estresante, entonces decidí tomarme un recreo y filmar en una sola locación, lo que me permitió trabajar con un elenco más grande. En las road movies normalmente se tienen dos o tres personajes; de otra forma están muy apretados en el auto. Mi interés principal en estas dos películas estuvo en el trabajo con los actores, mientras que en las otras uno trabaja más en la atmósfera y las imágenes.

–Cuando visitó la Argentina en 2002, dijo que era momento de empezar a definir por dónde iría su estilo de allí en adelante. ¿Lo logró?

–No, sigo buscándolo. Lo único que sé es que seguiré alternando entre documentales y ficciones.

–¿Le resulta difícil alternar constantemente?

–No, de hecho me da fuerza para continuar haciendo películas. Me gustan los dos, pero me considero más un director de ficción que un documentalista. Aunque a veces es difícil decir dónde está la línea entre ambos: hice ficciones a la manera de documentales, como por ejemplo Rosso, Zombie y el Tren Fantasma y especialmente Three Wise Men, donde no teníamos guión e hicimos todo en cinco días. Creo que sin mi experiencia como documentalista no hubiera hecho Three Wise Men ni mi última película, Brothers. Esa también la hice centrándome en los actores, sin guión y rodando durante cinco días. Cuando uno hace un documental es muy parecido a escribir con la cámara porque uno desarrolla la historia a medida que avanza el rodaje, mientras que la ficción se suele filmar con un guión y un proceso más centrado en lo técnico.

–Ha filmado en inglés, francés y portugués, además del finlandés. ¿No le molesta filmar en idiomas extranjeros?

–A mí no, quizá le suceda al público. Es una cuestión de decisión también. El lenguaje cinematográfico es universal, entonces es fácil trabajar en cualquier lugar del mundo. Claro que es más fácil en tu propia lengua, por eso decidí hacer las dos películas en Finlandia después de casi veinte años fuera. En tu propia lengua podés usar más los matices y a veces eso hace la diferencia.

–Usted dijo que siempre quiso ser músico de rock. ¿Por qué se dedicó al cine?

–Me hice cineasta porque no podía cantar o tocar. Quizá por eso hago documentales sobre música. El rock no influyó demasiado a mis películas, el tango sí. Ahora no escucho tanto rock; cambié por la samba, el jazz, la música latina. Música del mundo, incluyendo el tango finlandés.

La conexión brasileña

“Nunca decidí hacerlo, simplemente ocurrió.” Así justifica Mika Kaurismäki las razones de su mudanza a Brasil allá por 1991, tres años después de su primera vez en tierras cariocas. “Se suponía que estaría sólo una semana haciendo algunas entrevistas por el estreno de Helsinki-Nápoles, pero extendí la estadía y viajé al Amazonas y al nordeste. Me impresionó tanto que decidí volver al año siguiente para filmar Amazon. Ahí llegué a conocer algo de la enormidad del país, hice algunos amigos y me quedé”, asegura quien aún recuerda el impacto del contraste con la frialdad nórdica. “Brasil es más que un país; es un continente, un crisol de diferentes culturas. Para mí, que vengo de la homogeneidad de mi país, éste es un lugar dinámico e interesante para estar y observar. Además el clima y la naturaleza tampoco están mal. Ahora me resulta mucho más exótico Finlandia”, confiesa.

Desde su mudanza ha filmado varios documentales centrados en su cultura. El primero fue Tigrero-El film que nunca existió –que aquí se vio hace unos años en el Cosmos–, donde retrató el viaje de Jim Jarmusch y Sam Fuller al mismo poblado de la selva amazónica donde cuarenta años atrás el director de Invasión en Birmania buscó locaciones y filmó secuencias para una film de aventuras que nunca se realizó. Le siguieron Moro no Brasil, Brasileirinho y Sonic Mirror, entre otras. “Nunca planeé hacer documentales, pero cuando se atraviesa una buena idea nunca dudo en decir que sí. Es lindo que el teléfono siga sonando”, concluye.

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“El humor es cultural: la gente no se ríe de lo mismo en todos lados”, dice Kaurismäki.
 
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