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Lunes, 12 de septiembre de 2011

CINE › GAEL GARCíA BERNAL HABLA DE SU DOCUMENTAL LOS INVISIBLES, QUE SE ESTRENA HOY EN BUENOS AIRES

“No se trata sólo de dar un mensaje social”

Aun sin querer poner “un peso excesivo” a las películas, el actor y director asumió la necesidad de difundir la indefensión de los migrantes, no sólo en EE.UU. “No se queda sólo en el cine, nos llevamos adentro la experiencia vivida”, cuenta.

 Por Oscar Ranzani

A muchos de los migrantes sin papeles que viajan de Centroamérica hacia Estados Unidos, buscando un mejor destino para sus vidas, la travesía se transforma en un peligro cuando cruzan la frontera mexicana. El “sueño americano” suele convertirse en una pesadilla en zonas donde actúan bandas delictivas. Muchos no llegan a destino: son secuestrados, en algunos casos asesinados. Y las estadísticas indican que de diez mujeres que emprenden el recorrido, seis son violadas. Amnesty International es consciente de que estos dramas humanos generan múltiples conflictos sociales, y por ello convocó al actor Gael García Bernal para dirigir un documental que diera cuenta de esta cruda realidad. La propuesta fue “con la intención de querer hacer algo, pero sin saber qué”, cuenta García Bernal a Página/12 desde México. El actor trabajó junto a su colega Marc Silver “para hacer una especie de documento, pero que no fuera un documental largo sino pequeñas muestras de la realidad de los migrantes. Y pensando en el formato surgió la idea de hacerlo en cuatro cortometrajes. Cada corto se enfoca en algo particular, pero cada uno abarca a todos”, explica.

Los invisibles se exhibirá mañana a las 18 en el C.C. de la Cooperación (Corrientes 1543), en la gala de apertura del II Festival Internacional de Cine y Formación en Derechos Humanos de las Personas Migrantes (ver aparte). Arranca con Seaworld, filmado en un albergue en México: los migrantes cuentan sus aspiraciones, y el título refiere al sueño de una niña de conocer el Mundo Marino americano. Seis de cada diez, relato de un grupo de mujeres hondureñas, advierte sobre los graves peligros a los que se enfrentan. Los que quedan pone el acento en los familiares que no viajan y sufren la ausencia de seres queridos. ¡Gol! muestra las vivencias de algunos migrantes y expone el aspecto esperanzador, ya que presenta a voluntarios que los ayudan en los albergues de México, sin pedir nada a cambio.

–¿La idea es denunciar los abusos que los migrantes padecen en México?

–Justamente buscamos dar visibilidad a la gente “invisible”. Dentro de eso viene la denuncia y la idea de concientizar, poner en perspectiva algo que nosotros como mexicanos no teníamos tan claro cuando estábamos filmando, había una invisibilidad y falta de información. Desgraciadamente salió a la luz meses después de la matanza de 72 migrantes en Tamaulipas, que entra en los crímenes más grandes del siglo.

–¿Cómo se transformó la esperanza del “sueño americano” en una pesadilla para miles de migrantes centroamericanos?

–Es casi una pregunta de tesis, porque puedes abarcar muchísimas cosas: desde lo macroeconómico hasta la política social en un microclima. El hecho de que tengas que migrar por necesidad, ya invierte diferentes cosas del orden de prioridades en la vida. Pero el “sueño americano” es también en la Argentina, El Salvador, Nicaragua. Al final de cuentas son países nuevos que también tienen eso, pero creo que lo que usted se refiere con el “sueño americano” es con Estados Unidos, ¿no?

–Sí.

–Aun así es una perspectiva que me parece interesante porque en países nuevos existe por ahí una migración hacia un país quizá más esperanzador, porque aparentemente del que vienes es quizás arcaico con el que estás pensando ir. Entra todo en consideración. Para mí, el decir “el sueño se convirtió en pesadilla” es una manera fácil de describir, como si esto fuera algo terrible que está sucediendo ahora. Esta migración ha existido siempre. Entonces estamos hablando de la migración actual, de lo que está pasando, pero por otro lado no nos olvidemos de que esto ha sucedido siempre. Y por eso también sirve darse cuenta de esto para nivelar más el panorama y no pensar que es un fenómeno espontáneo moderno.

–¿Buscaron armar el documental como una especie de diario de viaje?

–Sí, tal cual. Se pensó como un diario de viaje y no como un documento periodístico o con estética poética. Quisimos hacerlo de forma muy franca y honesta. Tuvo mucha pertinencia también por el momento en que lo terminamos, que era uno de los temas más importantes en México. Esos cortos han tenido muchísima repercusión y se han utilizado para mostrar lo que está sucediendo y lo que ha cambiado. Cuando lo hicimos no existía la nueva ley de migración que, entre otras cosas, grosso modo, establece que no puede ser castigado nadie que entre de manera indocumentada a México. Los invisibles también ayudó a que estas reformas de ley y diferentes cosas se llevaran a cabo para proteger más a los migrantes.

–¿Cree que es suficiente lo hecho hasta el momento?

–Uno siempre termina diciendo “falta mucho”. Y falta mucho porque es un tema de justicia social. Si lo vemos desde ese lado no es una cosa sólo del gobierno mexicano sino una cosa global.

–¿Qué tan interesada está la sociedad mexicana en esto?

–Bastante. México es un país de inmigrantes y de migrantes. Se habla mucho y se cuestiona mucho. Y también invierte un poco los papeles porque, por lo general, en Latinoamérica nos vemos como las víctimas. Y en este caso México recibe a migrantes de Centroamérica que cruzan hacia Estados Unidos y los últimos de la pirámide son ellos: las víctimas son ellos, sobre todo las mujeres, más desprotegidas. Y en la Argentina también existe. La migración que existe hacia la Argentina también es de los sectores más desprotegidos. Y ahí se invierte el papel de los argentinos como víctimas que, en ese momento, son los victimarios. Creo que lo tenemos todos.

–¿Cuánto impactó el documental cuando se presentó en su país?

–La fortuna de estos cortos es que son como párrafos que viajaron de manera “viral”. El impacto fue bastante grande, pero también tuvo mucho que ver el hecho de no colocarlo como una película que podías ver en los cines. En la televisión salió mucho después, pero primero fue por redes sociales, en YouTube, en la página de Amnistía Internacional. Los diarios nos ayudaron bastante. Y fue como una labor híbrida: periodística, de experiencia de vida y también muy sentimental porque fue muy personal. Fue un viaje que hicimos, y todos los que lo hicimos lo consideramos una de nuestras aventuras más bonitas. Y sobre todo encontramos allí la hermandad y la fraternidad de las personas que ayudan a los migrantes, que son más que quienes les hacen daño.

–Los cortos denuncian abusos, pero también resaltan la labor de los voluntarios que brindan asistencia. ¿Es un documental esperanzador?

–Yo creo que sí, porque también plantea una cosa particular que incluye a toda Latinoamérica: para que nuestras legítimas demandas sociales tengan una congruencia hay que empezar por limpiar la casa. En este caso, México hace demandas muy válidas por los derechos humanos de los migrantes hacia Estados Unidos, pero justamente primero nosotros tenemos que dar el ejemplo en el trato que se les da a los derechos humanos de las personas que vienen de Latinoamérica. Porque no es sólo Centroamérica sino que también vienen de Colombia, Brasil, Perú. Mucha gente cruza por acá.

–Es de suponer que se debe haber conmovido al conocer las historias. En ese sentido, ¿cómo incidieron sus propias sensaciones en la elaboración del documental?

–Mucho, porque justamente como decidimos tratar este viaje, mientras íbamos avanzando, también veíamos qué filmar, con quién trabajar. Encontrábamos situaciones muy particulares que nos llamaban la atención e íbamos por ahí. Se fue moldeando a raíz de las experiencias que teníamos. Y lo bueno de todo esto es que no se queda solamente en el cine sino que también llevamos adentro la experiencia vivida. Y siento que de ahí para adelante todas esas experiencias han moldeado mi acercamiento hacia el trabajo.

–¿Cree, entonces, en la función social que puede tener el cine?

–Sí. No creo que la tenga de manera tácita. Tampoco creo que el cine sea una responsabilidad. No me gustaría ponerle esa carga tan pesada, pero definitivamente hay películas que me han cambiado y también a muchas personas. Creo que sí tiene esa función cuando tiene esa consecuencia. Pero no como si fuese un requisito pretérito del cine. Porque, a veces, se puede confundir, y el cine se vuelve una cosa pesada que por el hecho de que denuncia algo, hay que tomarlo en cuenta como algo bueno. El cine es también como escribir: tiene un lenguaje y si hay esa poética detrás, entonces trasciende mucho más no sólo lo que dice sino lo que abarca. Es gigantesco.

–Los invisibles fue la cuarta oportunidad en que se desempeña como director. ¿Cómo se vive el trabajo de director siendo actor?

–Muy complicado. Depende de la historia. Pero es una pregunta que supongo que Chaplin o Woody Allen se la pueden responder (risas).

–¿Y en cuál de los dos siente más libertad?

–Definitivamente como director tienes más libertad de manipulación, puedes hacer lo que quieras. Y como actor uno no siempre puede hacer lo que quiere. Uno no está buscando hacer lo que quiere sino que busca interpretar el punto de vista del director. En esa interpretación uno hace lo que quiere, lo que puede, lo que es necesario... Definitivamente es mucho más libre la labor del director.

–Teniendo en cuenta que su debut actoral fue en Amores perros, ¿qué lugar ocupa Alejandro González Iñárritu en su carrera?

–Es quien me dio la oportunidad de trabajar por primera vez en cine y estoy eternamente agradecido con él. Es un gran amigo y siento mucha lealtad. Es también una especie de mentor, pero también lo han sido algunos de los directores con los que he trabajado.

–¿Cómo vive el hecho de pertenecer a una generación de actores y directores que le otorgó mayor proyección internacional al cine mexicano?

–Muy orgulloso y con una responsabilidad tremenda de querer hacer más cosas y ayudar a la gente a hacerlas. Por eso montamos una productora para que salgan películas como Mil balas, que está buenísima. Como yo no la hice, puedo decir abiertamente que me encanta. Me inspira muchísimo para hacer más y para que se haga realidad una cultura cinematográfica latente que hay en México, que también tiene una historia muy grande.

* Los invisibles se exhibirá nuevamente el jueves a las 15 en el C.C. de la Cooperación.

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“La fortuna de estos cortos es que son como párrafos que viajaron de manera viral. El impacto fue grande.”
 
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