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Martes, 24 de abril de 2012

CINE › ARMANDO BO Y JOHN MC INERNY, DIRECTOR Y ACTOR DE EL úLTIMO ELVIS

“No se puede imitar lo que sentía o pensaba un Elvis”

Nieto del realizador de las películas de Isabel Sarli, Bo debuta en el largometraje con la historia de un cantante que va confundiendo su personalidad con la de Presley. “John canta de una manera increíble, tiene un don”, dice de su actor.

 Por Oscar Ranzani

John Mc Inerny tiene nombre y apellido de origen irlandés, pero nació y vive en La Plata, donde estudió arquitectura, que es su profesión actual, además de ser docente universitario. Pero Mc Inerny no es sólo arquitecto. También es músico. Y desde hace siete años es el cantante de la banda Elvis Vive, que se dedica a interpretar temas del Rey del Rock. Siempre admiró a Presley, reconoce. Y a lo largo de sus 47 años, se puede asegurar que el hombre de las patillas largas lo acompañó como una sombra en su carrera musical. Hasta que un día, el director Armando Bo –nieto del mítico realizador de las películas de Isabel Sarli– estaba buscando información para comenzar a planear su ópera prima con la idea de reflejar la historia de un hombre que se siente la reencarnación de Elvis Presley. Y caminando por la calle Florida, vio el CD de Elvis Vive. Lo compró y quedó asombrado del timbre de voz de Mc Inerny. Bo decidió convocarlo a su productora para que cantara en una fiesta de fin de año. Para ese entonces, ya tenía en mente proponerle a Mc Inerny que fuera el entrenador del actor que iba a ser el simulacro de Elvis. Pero al verlo cantar en vivo, Bo quedó tan sorprendido que le ofreció el protagónico para El último Elvis, la película que estrena este jueves en la cartelera porteña. Luego de haberse presentado en competencia en el Festival de Sundance y como apertura del Bafici, El último Elvis debuta en los cines argentinos con la historia de un hombre que quisiera ser otro, aquel que admiró toda su vida. Carlos Gutiérrez (Mc Inerny) es operario en una fábrica. Pero por las noches se viste como Elvis y canta temas de Presley en fiestas y casamientos e incluso en un geriátrico. Su vida no es un lecho de rosas: separado de su mujer Priscilla (Griselda Siciliani), Carlos no es lo que se dice un padre ejemplar. Pero a partir de una situación inesperada, padre e hija pequeña transgreden la distancia afectiva y el reencuentro despierta esperanzas. Sólo que Carlos vive como Elvis. No sólo lo imita sino que se obsesiona con el modo de vida del cantante. Y eso produce una desintegración de su identidad que será difícil de modificar.

“Hacía tiempo que venía buscando, paralelamente a mi crecimiento como director de publicidad, un tema para un largometraje. Y siempre me resultó interesante qué le pasa a la gente con la fama, y también la temática de la negación, la falta de personalidad. Son cosas que para mí están en crecimiento de manera muy impresionante”, comenta Bo en la entrevista con Página/12. Al lado suyo, Mc Inerny le presta atención. Desde entonces, Bo comenzó a preguntarse cómo encarar esa temática en un proyecto cinematográfico. Un día estaba realizando un comercial con un doble de Elvis, al que Bo define como “totalmente diferente a lo que es John, que no es un doble sino que es un tipo que hace tributo a Elvis y que está marcado por la musicalidad en su acercamiento hacia Elvis y no por la imagen”. Y a partir de ese comercial, el cineasta encontró la justificación para poder “entrarle a la temática del doble, del imitador, de por qué alguien podría llegar a imitar a otra persona y poner su vida en base a otro”. El proyecto cinematográfico fue mutando “hasta llegar a este lado profundo y psicológico que le queríamos dar a la película”, comenta el realizador.

–¿Qué características buscaba para el protagonista y que encontró en John Mc Inerny?

Armando Bo: –Como la película tiene una temática sobre un tipo que se cree que es Elvis, lo que trajo John fue la justificación más grande que podíamos tener: el tipo canta de una manera increíble, tiene un don en la voz y con ese talento podría sentirse una reencarnación de Elvis. Y eso apuntaló muchísimo al personaje. Le dio otra proyección y otro lugar. La película no busca para nada ser bizarra. El es muy sutil y le dio credibilidad al personaje. John trajo frescura a la película. Obviamente, tuvimos que trabajar un montón de tiempo durante cuatro meses. El se mudó de La Plata a Buenos Aires y ensayamos, ensayamos y ensayamos las escenas. Hizo también un esfuerzo físico espectacular. Necesitábamos estar todos muy entrenados porque filmar durante dos meses de ocho de la mañana a ocho de la noche es durísimo y más en invierno, así que fue impresionante el esfuerzo que hizo John.

–John, ¿cuándo y cómo nació su pasión por Elvis?

John Mc Inerny: –De pibe. Mi viejo era coleccionista de la música americana y ahí estaba metido Elvis, y así fue como de chico nació la admiración por Presley. Siempre tuve bandas, siempre me gustó la música y Elvis Vive, que es mi actual grupo, tiene ya siete años.

–¿Y en las otras bandas también cantaba temas de Elvis?

J. Mc I.: –No, tenía de todo un poco.

–¿Qué tiene en común con el personaje y qué lo diferencia?

J. Mc I.: –Yo también tengo una profunda admiración por Elvis, pero no soy fanático, no lo idealizo. Fue un ser humano con virtudes y errores bastante pronunciados. Otro punto que me acerca a Carlos Gutiérrez es que el personaje tiene su banda de tributo a Elvis. Tiene su trabajo, pero llegan los fines de semana y sube al escenario.

–¿Le aportó a la construcción del personaje el hecho de que usted está acostumbrado a subirse a un escenario?

J. Mc I.: –Sí, obviamente me ayudó. Y algo que quiero decir es que lo que canto en la película es en vivo. Y eso también le da un realismo tremendo a Carlos Gutiérrez.

A. B.: –Cuando trabajábamos, eran muy importantes los estados emotivos en los shows. No queríamos que los shows fueran del tipo “Bueno, y ahora, corta el show”, sino que fuera parte de la emoción lo que él estaba sintiendo. Lo que le está pasando en el show es parte de su vida y de Carlos Gutiérrez. Para apuntalar a este personaje y que se creyera Elvis tenía que cantar y sentir cosas en el escenario, como si dejara su vida a la hora de cantar. Y no era sólo cantar arriba de una banqueta. Necesitaba que le pasaran cosas y que en el ritmo de la película no fueran caídas o sólo subidas sino que fuera emotivamente en sincro con la película. Que no fuera otra parte, tenía que estar relacionado. Y para eso fue buenísimo poder contar con John cantando en vivo. Le dio gran realismo.

–¿Qué sintió John al verse en pantalla?

J. Mc I.: –Al principio, fue medio raro cuando vine a ver los primeros cortes. Pero es como todo: una cuestión de acostumbramiento. Y estoy muy feliz de poder haber participado.

–Teniendo en cuenta que usted conoce la vida de Elvis, ¿fue necesaria una investigación para componer su personaje?

J Mc I.: –Por ahí, Armando me consultaba cosas referentes a alguna cuestión de Elvis que podía estar emparentada con el personaje y lo charlábamos. Pero no tuve que investigar nada. Tampoco sé tanto de Elvis, pero, por ahí, al seguirlo tanto tiempo, más la lectura de algunos libros, uno se entera de cosas.

A. B.: –Una cosa que quiero aportar es que la búsqueda del personaje fue mucho más fuerte en cuanto a encontrar a Carlos Gutiérrez, ya que esta película habla constantemente de Carlos Gutiérrez y de lo que le pasa a él con Elvis. Todos esos meses de ensayo fueron un trabajo fuerte para encontrar a Carlos Gutiérrez.

–A diferencia de lo que suelen mostrar los medios sobre los artistas y su trascendencia, al elevarlos casi a la categoría de dioses, aquí se ve a un hombre común con problemas cotidianos. ¿Esto fue una manera de mostrar el lado humano de los artistas?

A. B.: –Sí, yo siento que el Elvis de verdad y Carlos Gutiérrez son dos personas comunes. Obviamente, Elvis es famoso y Carlos no, pero la vida familiar, los problemas comunes, psicológicos y del día a día, siento que son iguales. Y Elvis murió siendo un doble de sí mismo, como que la fama terminó de matarlo. La persona siempre es alguien común que come, caga, respira, hace cosas, tiene tiempo libre al pedo. Le pasan cosas normales, más allá de la fama. Y la fama es algo para afuera, que sólo la gente ve. Y es muy loco que la gente sólo imita lo que ve. No pueden llegar a imitar lo que siente o piensa un Elvis o lo que le pasa en su día a día, porque es común. Sólo se imita lo que es mediático, lo que se ve en los videoclips, en las películas, en la tele. Y cuando se apaga la cámara hay una persona común que está sola o tiene problemas. Y para mí eso era algo importante: estar mostrando la realidad de este personaje que a la hora de filmarlo era parecida a la realidad de cualquier famoso o estrella de rock. El punto de vista tenía que ser el del personaje y que nada se fuera de ese rango de lo que él sentiría o vería.

–¿Cómo es estar metido en la vida de otro? De algún modo, el actor hace algo parecido, ¿no?

J. Mc I..: –Lo primero que se me viene a la mente con su pregunta es que yo al no tener esto como profesión, y al estar adentro, no sólo interpretando un personaje y meterme en el personaje, sino estar todos los días filmando con un horario de corrido, con tiempos muertos, me di cuenta de que el cine es un trabajo muy duro. En mi caso, que nunca había estado en un set de filmación, todo esto lo que produce es que valore muchísimo cada vez que veo una película. Me imagino todo lo que hay atrás de tal escena y las cosas que han pasado por haberlo vivido. Entonces, haber estado en una película y, más allá de haber tenido la suerte de haber sido dirigido por Armando, me hizo ver que es un trabajo muy duro.

–¿Y esto fue una excepción o le gustaría seguir actuando?

J. Mc I.: –No lo sé.

–¿El film busca efectuar una crítica al fanatismo a través de la mirada sobre la falta de personalidad de un hombre?

A. B.: –Sí. Siento que muchas veces el fanatismo enceguece o no da la distancia hacia un montón de cuestiones, ya sea en la religión, la política, o en un montón de cosas. Yo de lo único que soy fanático es de Messi (risas).

–¿Cuánto de su necesidad de imitar a Elvis nace de una disconformidad con su personalidad y su vida y cuánto tiene que ver con la devoción que Carlos Gutiérrez siente por el cantante?

A. B.: –Un poco y un poco. Algo importante en Carlos Gutiérrez es que siente que es Elvis. El no está mirando fotos, cosas, leyendo qué decía Elvis. En la película no está presente Elvis sino que es Carlos todo el tiempo siendo él y, de alguna manera, negando todo el tiempo a Carlos Gutiérrez. O sea tratando de ser otro. Y una de las cosas originales de esta película es que no es sobre un tipo tratando de imitar a alguien sino siendo ese alguien. No lo ves en ningún momento imitar a otro. No hay posters pegados en su habitación ni fotos por todos lados. Para mí era importante contar una película de Carlos Gutiérrez y que no esté relacionada con Elvis. Obviamente, lo está, pero podría haber sido El último Maradona, El último Freddie Mercury. Usamos como esqueleto a Elvis porque es un cliché de la imitación. Y el mundo y la estética de Elvis me llaman mucho la atención, y la mezcla de cosas.

–¿Creen que Carlos Gutiérrez es un perdedor?

A. B.: –Depende de si lo pienso yo o la película. En este último caso, la película cuenta la historia de un ganador. El lleva su sueño y logra lo que quiere. Más allá de que esté evitando o negando, es lo que elige y lo que quiere.

–¿Y descuida su vida familiar al obsesionarse tanto con otro artista?

J. Mc I.: –Sí, tiene momentos de descuido y de querer vivir a la sombra de su ídolo. Vivir como su ídolo lo lleva a vivir muy en sí mismo.

A. B.: –La película cuenta algo fundamental. Uno siempre habla de la negación, y gran parte del largometraje habla de un encuentro entre un padre y una hija en un momento de sus vidas. Eso lo logra la realidad y el destino y ese encuentro tiene un lado emotivo. Esa relación entre un padre y una hija no es para nada tradicional porque se encuentran de la manera que pueden porque Carlos Gutiérrez no es un gran padre, pero es lo que puede ser. Y su hija aprende a quererlo y a respetarlo. Ese gran momento de la película es muy importante a la hora de traducirla: es como un encuentro entre un padre y su hija.

La herencia en la sangre

Resulta inevitable preguntarle a Armando Bo (33 años) qué influencia cinematográfica tiene de su abuelo. Y el director explica que “desde el lado cinematográfico supongo que algo habrá en la sangre, en el ADN, pero no es algo que yo tenga claro. Por ahí hay algo que no sabría identificar. Creo que hay una relación en la manera de ir para adelante, de ir al frente y tratar de hacer las cosas a mi manera”. Bo resalta que respeta mucho el cine que hacía su abuelo y que después de tantos años se lo valore cada vez más. “Creo que es algo increíble hoy en día, cuando las cosas duran tan poco. Pero yo traigo otra idea, ganas de hacer otro tipo de películas, que no tienen mucho que ver con eso, pero vienen a tratar de aportar algo diferente. Es lo que puedo hacer yo y lo estoy descubriendo junto con la película”, dice Bo, que entre sus créditos cuenta el de haber sido coguionista de Biútiful, la película del mexicano Alejandro González Iñárritu protagonizada por Javier Bardem. Además, Bo es un reconocido director de comerciales. “Valoro muchísimo la experiencia en publicidad, aprendí muchas cosas desde el lado estético. Uno en publicidad filma todo el tiempo, prueba. Entonces, formó mucho mi instinto a la hora de entender qué me gusta y qué no. Así que estoy muy agradecido con el trabajo publicitario que hice y que hago porque me pude entrenar y tener una visión de la estética. Me profesionalizó muchísimo con respecto al valor de producción.”

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“John es muy sutil y le dio credibilidad al personaje, trajo frescura a la película”, dice Bo de Mc Inerny.

John Mc Inerny como Carlos Gutiérrez, una mímesis de Elvis Presley.
 
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