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Martes, 28 de agosto de 2012

CINE › ESTEBAN ECHEVERRíA HABLA DE SU PELíCULA LA MáQUINA QUE HACE ESTRELLAS

“Como una road movie por el universo”

En el film de ciencia ficción que se estrena mañana, un niño debe salir a recorrer la galaxia en un viaje que resultará todo un descubrimiento. Animada y en 3D, la película cultiva un género difícil pero que, según su director, “está empezando a cambiar”.

 Por Oscar Ranzani

Un lector que conozca un poco de historia podría pensar que Esteban Echeverría fue un escritor y poeta argentino autor de clásicos literarios como La cautiva y El matadero. Y es correcto. Pero hay otro Esteban Echeverría que buscará, de aquí en más, un lugar en la historia del cine argentino, ya que este jueves estrenará su ópera prima La máquina que hace estrellas, largometraje animado y realizado en formato 3D. Echeverría tomó como base un corto que había realizado su socio Sebastián Semproni, que abordaba la historia de un chico que viajaba hacia el espacio a encontrar una máquina que hace estrellas, pero todo transcurría en el universo humano. “Yo tomé esta historia, la modifiqué, le creé toda una mitología, lo saqué al nene de la Tierra como para darle un poco más de chispa”, cuenta el cineasta en diálogo telefónico con Página/12.

La máquina que hace estrellas tiene como protagonista a Pilo, un niño que vive con su madre en un hogar pequeño ubicado en el cinturón de asteroides. Su abuelo le contó que hay una máquina que genera estrellas. Y Pilo, que tiene una vida bastante monótona, cambiará por completo sus vivencias ya que, según la leyenda, en algún momento, las estrellas se apagarán cuando la máquina falle y tendrá que ser alguien de su familia el encargado de arreglarla. Y ése será Pilo. Su madre descree de la leyenda, tal vez porque el padre de Pilo realizó una vez ese viaje y el niño no sabe nada de él. En la aventura galáctica conocerá distintos personajes, y así el viaje que emprenderá el pequeño protagonista resultará una experiencia gratificante. Echeverría define a su película como “una road movie por el universo”, por el hecho de que es un film de traslados y de modificaciones del personaje en ese traslado. “Los personajes que aparecen en el transcurso de la historia lo van modificando a Pilo, lo ayudan a donde tiene que llegar, pero también lo modifican como individuo, haciéndolo crecer un poco más”, comenta el realizador.

–Más allá de la anécdota de la máquina que hace estrellas, ¿buscó reflejar cómo un niño debe aprender a vivir?

–Sí, exactamente tiene que ver con eso: aprender a vivir y aprender a tomar una decisión sobre hacia dónde tiene que ir su vida desde el momento en que es un niño hasta llegar a ser el encargado, como le dicen “el reparador”. Es una película sobre el creer, aprender a ser un creyente. Creer en la fantasía y en situaciones que, a veces, parecen demasiado enormes, no necesariamente son cosas inútiles, sino que es posible que nos lleve a hacer algo más grande o superior.

–¿Por qué trabajó sobre la figura del padre ausente?

–Primero porque era un motor interesante. Tiene que ver también con algo autobiográfico, porque mi viejo murió cuando yo era muy chico. Creo que es inevitable que esas cosas terminen apareciendo en las historias que uno cuenta. Y también tiene que ver con que es un buen disparador del dogma del personaje que debe seguir hacia adelante.

–¿Eligieron voces anónimas para los personajes con el objetivo de evitar distracciones de los espectadores?

–En un principio pensamos en trabajar con actores profesionales, por el hecho de tener publicidad en el momento del estreno, pero no estábamos seguros de que el acento argentino funcionara en las películas de animación. A nosotros, en particular, nos hace ruido. No quiere decir que eso esté bueno, porque estaría buenísimo que un buen acento argentino no hiciera ruido en una película, pero me parece que la animación está más identificada con el neutro, esta especie de idioma extraño que inventaron los mexicanos para la animación en Latinoamérica. Y buenos actores de neutro, y aparte que sean famosos, no existen en la Argentina. No es como en Estados Unidos, que los actores estudian y hacen desde baile hasta doblaje. Tienen una formación total.

–¿Por qué decidió utilizar la tecnología 3D?

–Primero lo empezamos a hacer por una cuestión de mercado, nos parece que es el momento en que este tipo de películas se disfrutan y, de alguna forma, el mercado pide que sean en 3D. Pero, con el tiempo, empezamos a ver el atractivo de este sistema. Es difícil pero gratificante cuando se empieza a ver la profundidad en tus propias creaciones. Verlo a Pilo con profundidad ayuda a darle un poco más de vida a la animación. Este sistema terminó por darnos más satisfacciones de las que pensábamos.

–¿La Argentina está preparada para hacer películas en este formato?

–Es muy dificultoso. La máquina de hacer estrellas es uno de los pioneros en este tema. Creo que después de este film y de Metegol, de Juan José Campanella, estaremos preparados para poder encarar una cantidad de películas importantes dentro de ese sistema. Se automatiza bastante la forma de hacerlo, pero tiene sus complicaciones. La mayor complicación en lo que tiene que ver con la animación es que hay que trabajar el doble en la generación de imágenes, ya que hay que sacar una película para el ojo izquierdo y otra para el derecho, juntarlas y sacar la copia al cine.

–¿Modificaron mucho la estructura narrativa a medida que iban trabajando la técnica o se sostuvo a lo largo de todo el proceso?

–La modificamos muchísimo. Yo trabajé un total de catorce versiones del guión. Por varias cuestiones: por tratar de mejorar el relato mientras lo íbamos haciendo, y también traté de mejorar el relato con respecto a las posibilidades de producción. Hubo una cantidad de cuestiones de producción que llevaron a tener que modificar ciertas cosas por momentos o sacar algún personaje y ayudar a que la película se pudiera terminar en tiempo y forma. Y todo ese tipo de cosas llevó a modificar la historia. En el momento en que te ponés a producir, te das cuenta de que algunas cosas son demasiado grandilocuentes, pero creo que me ayudó a que el producto pueda estar en el cine.

–A diferencia de lo que sucede muchas veces en Hollywood, usted buscó poner la tecnología al servicio de una idea y que no fuera un mero efecto especial.

–Sí, es la idea. Nuestra idea no era que las cosas “volaran” a pantalla sino que el 3D no modificara lo que es la percepción de la historia, el tiempo del relato; es decir, que solamente lo acompañara o ayudara en su desarrollo.

–¿Por qué se hace poco cine para chicos en la Argentina y mucho menos de animación?

–Primero porque los costos son difíciles. Hay poca gente que uno puede reunir para hacer proyectos como éste, o por lo menos hasta este momento. Y creo que el mercado también está bastante saturado de material extranjero. El 99 por ciento es de Estados Unidos. Y me la sensación de que hay como una especie de idea de que no podemos llegar a ese nivel, que el nivel que está establecido es demasiado grande para nosotros. Y, posiblemente, uno lo piense dos veces cada vez que quiere encarar este tipo de proyectos. Pero creo que esto está empezando a cambiar. Nosotros vamos a poner nuestro granito de arena con eso, y después viene Metegol con un camino enorme, que también va a ayudar.

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“Es una película sobre aprender a ser un creyente, a creer en la fantasía”, dice Echeverría.
 
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