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Sábado, 22 de septiembre de 2012

CINE › EL FESTIVAL ARRANCO CON ARBITRAGE

Puente con el mercado

La apertura con el film de Richard Gere y Susan Sarandon va en línea con la idea del festival donostiarra de ubicar en lugares preferenciales a los productos de Hollywood.

 Por Horacio Bernades

Desde San Sebastián

Como suele ser norma en un festival que no se avergüenza de su condición de puente con el mercado y el público masivo, vuelven a quedar en manos de Hollywood las galas de apertura y cierre de una edición en la que San Sebastián cumple redondos 60 años. Podría argüirse que Quartet, film designado para la clausura, es una producción tan británica que en su elenco figuran Maggie Smith, Michael Gambon y hasta Tom Courtenay. Pero, claro, la dirige Dustin Hoffman, que debuta en ese rol y recibirá, de paso, uno de los cinco premios Donostia que entrega esta edición. Premios a los que, por su casi exclusiva preferencia de origen, algún malintencionado rebautizó alguna vez DonostiUSA. Los otros galardonados serán, este año, Tommy Lee Jones, Ewan McGregor, John Travolta y Oliver Stone. Los dos últimos llegan recién hoy, para presentar, junto a Benicio del Toro, la recién estrenada en la Argentina Salvajes, que por supuesto se estrenará en España en días más. “Tú promocionas tu película, yo te entrego un premio”, parecería ser el implícito pacto de caballeros que el festival les propone.

En el caso de Arbitrage, la película que tiene a su cargo la inauguración del festival, la razón de haber depositado ese honor en ella es muy sencilla: está protagonizada por Richard Gere y Susan Sarandon (ver aparte). Dos nombres de esos que aseguran fotos, alfombra roja, expectativa del público, glamour y cobertura mediática (además de que Gere es un poco hijo adoptivo del festival, que le otorgó el Donostia unos años atrás). Debe decirse, en verdad, que hay algo más que glamour y rutinas hollywoodenses en Arbitrage, al que cabría definir como “thriller moral”. Moral y social. En esa categoría cabe incluir, entre otras, películas como Michael Clayton y Secretos de Estado, para nombrar sólo dos de las más evidentes. Por suerte, la ópera prima del jovencísimo Nicholas Jarecki (tiene 25 años) es moral pero no moralista, y su filo social va más allá de la mera corrección política. Confirmando que junto con las canas vino, en su caso, una calidad actoral de la que hasta hace poco no había dado muestras, Gere es Robert Miller, poderosísimo megaempresario neoyorquino, cuya fachada lo muestra como padre ejemplar, lúcido, impecable, carismático y hasta filantrópico. Pero lo que narra Arbitrage es la corrosión de esa fachada.

Autor del guión, Jarecki (hermano de Andrew, que años atrás realizó el revulsivo documental Capturing the Friedmans) despliega una compleja red de tramas. Por un lado, el intento de Miller de vender su empresa, motivado por cierta “desaparición” de acciones –equivalentes a tan sólo unos 300 millones de dólares– que en algún momento se vio obligado a practicar sobre los libros contables. Por otro, su carácter de patriarca de una familia que luce perfecta. Y a partir de determinado momento, la encerrona que la policía ejerce sobre él, cuando su amante muere en un sospechoso accidente. Lo que vuelve interesante la ópera prima de Jarecki (cuyo título local es, simple y llanamente, El fraude) es lo mismo que volvía fascinante el documental de su hermano Andrew: estar narrada desde todos los puntos de vista posibles. En lugar del fácil dedo acusador, Jarecki plantea una serie de crecientes dilemas morales, que en lugar de resolverse se trasladan como problemas al espectador. Y abre toda una línea de representación social con la introducción de un personaje afroamericano, encarnación de “los otros” del mundo de dinero y poder que Miller y quienes lo rodean emblematizan. Ese personaje es el eslabón débil, por el que en algún momento la trama parece a punto de cortarse. Pero Jarecki tiene reservadas varias vueltas de tuerca para el final, que no apuntan al mero “efecto sorpresa”, sino a rematar, justamente, la diversidad de intereses y puntos de vista involucrados. Aunque puede parecer una película demasiado estándar para un festival de cine, Arbitrage tal vez sea lo contrario: una película demasiado compleja para ser simplemente estándar.

Pero así como se abre a Hollywood, San Sebastián también sirve de playa de desembarco para el cine del sur del Río Grande. En este sentido, su sección de cabecera es Horizontes Latinos, donde este año compiten tres películas argentinas. Dos acaban de hacer su ingreso, en el día de ayer. La recién estrenada Infancia clandestina, que el año pasado ganó aquí el premio mayor del apartado Cine en Construcción, tuvo a su cargo la apertura de esa sección, llenando la gran sala del Kursaal 2 en la función oficial de última hora de la tarde. Hubo emoción en la presentación de la película, a cargo del director, Benjamín Avila, y uno de sus coprotagonistas, Ernesto Alterio, que aquí juega de local. La que no pudo venir fue Natalia Oreiro, a quien una filmación en curso se lo impidió. Y hubo emoción en el final, manifestada en los aplausos del público.

La otra argentina que arrancó ayer es la cordobesa Salsipuedes, que en abril pasado participó de la competencia argentina del Bafici, y que en estos pocos meses parece haber acrecentado geométricamente su sentido de actualidad. El detallado estudio de un caso de violencia de género que practica su director, Mariano Luque, parece haberse anticipado a lo que en este momento constituye una verdadera pandemia social en la Argentina. Pandemia que los españoles conocen bien, desde hace años: las estadísticas más recientes informan que en este país se produce una denuncia por el tema cada cuatro minutos. “Toqué este tema porque me resulta muy cercano”, comentó aquí Mariano Luque. “No sólo la violencia física, sino la psicológica, que es de lo que hablo en mi película.” Tras la presentación de Infancia clandestina y Salsipuedes, Horizontes Latinos le hará lugar a El último Elvis. Pero eso será el miércoles próximo, y la agenda del festival es tan cargada que da la sensación de que falta una eternidad para ello.

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Arbitrage es un thriller moral pero no moralista.
 
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