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Jueves, 23 de mayo de 2013

CINE › TRES CORTOMETRAJISTAS ARGENTINOS EN LA MUESTRA FRANCESA

Al mundo en formato chico

Teddy Williams, Sebastián Schjaer y Matías Umpierrez presentarán, cada uno en diferentes secciones, ¿Que caigo?, Mañana todas las cosas y Paisaje, respectivamente.

 Por Oscar Ranzani

Eduardo “Teddy” Williams es un joven egresado de la Universidad del Cine (FUC) y actualmente está realizando una formación complementaria en Le Fresnoy-Studio National des Arts Contemporains, en Francia. Por eso, no tendrá que viajar demasiado para presentar su corto ¿Que caigo? (Que je tombe tout le temps?) que hoy ingresa en la competencia de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes. No es la primera vez que Williams compite con un corto propio en el festival más prestigioso del mundo: el año pasado lo hizo con Pude ver un puma. Sebastián Schjaer también es un joven egresado de la FUC y, al igual que Williams, hoy presenta su corto Mañana todas las cosas. En este caso, participa de la competencia de la Cinéfondation. El tercer representante argentino es Matías Umpierrez, cuyo primer trabajo audiovisual como director –también es actor– se titula Paisaje y podrá verse en la Sección Oficial Short Film Corner. De este modo, los tres cortometrajistas completan la representación argentina en Cannes, además de Lucía Puenzo –que presentó su tercer film, Wakolda, en Un Certain Regard–, Agustín Toscano y Ezequiel Radusky, directores del largometraje Los dueños, que compite en la Semana de la Crítica (ya exhibido en la muestra cinematográfica).

Para filmar ¿Que caigo?, Williams viajó hasta Africa, más precisamente a Sierra Leona, en un medio natural idóneo para narrar la historia de un joven (Nahuel Pérez Biscayart) que debe ir a trabajar y que realiza todo un recorrido a lo largo del cual va encontrándose con amigos y otros jóvenes. ¿Que caigo? es algo así como un día en la rutina de un adolescente que, a grandes rasgos, traza el modo de vivir de cierta juventud. “El chico no quiere ir a trabajar, pero va caminando por diferentes lugares hacia eso. No le queda otra. No quiere ir, intenta escapar, pero al final llega”, señala Williams, mientras profundiza el sentido de la historia: “Es esta contradicción entre lo que querés hacer y lo que tenés que hacer. También refleja los problemas que te puede traer tener que ir a trabajar y no querer hacerlo”. La idea del corto surgió como todas las ideas que a Williams se le ocurren cada vez que tiene que pensar un audiovisual: “Empecé a recolectar cosas que fui escribiendo en el tiempo entre la realización del corto anterior y éste”. Y reconoce que su último trabajo posee semejanzas y diferencias con los anteriores. “Tiene algo similar a mis otros trabajos en que hay una cosa con los espacios que cambian abruptamente sin saber por qué. La diferencia es que en éste hay un personaje principal y antes siempre trabajaba con un grupo de chicos.”

Williams comenta que la experiencia de haberlo filmado en Sierra Leona –por ejemplo, se ven cuevas donde el personaje se esconde– fue interesante, aunque no fue la primera vez que lo hacía en ambientes naturales. “Pero en Sierra Leona filmé en la selva. Costó mucho llegar, lo que le otorga al trabajo una fuerza extraña. En general, siempre filmo con luz natural porque me gusta, y eso tiene sus ventajas y sus desventajas: no tenés que llevar luces ni medirlas, pero también tenés que apurarte y filmar cuando está la luz que vos querés”, subraya.

El misterio de la (des)información

Mañana todas las cosas –que participó en el último Bafici– presenta la historia de una pareja joven consolidada. Durante un fin de semana, Julia y Diego tienen la misión de cuidar a su sobrino. Pero al poco tiempo, Julia va al hospital y se entera de algo que le cuesta muchísimo contarle a Diego, situación que generará una tensión creciente. ¿Algo bueno o algo malo?, parece preguntarse Diego, que comienza a sospechar por el comportamiento de Julia. ¿Está embarazada?, puede preguntarse el espectador. “Me propuse trabajar con un tema que es bastante recurrente, como la relación de una pareja”, cuenta Schjaer. “Intentamos ir imponiendo cláusulas: en primer lugar, narrativas y, en segundo lugar, formales. Entonces, empezamos a acotar el tiempo y queríamos trabajar sólo dos días. En realidad, es un día y una mañana en la vida de una persona en un espacio medio acotado: una casa. Al mismo tiempo, intentamos construir el espacio de una manera determinada y que prevaleciera el fuera de campo”, agrega el cineasta. Con esos parámetros, dirigió una ficción sobre la relación de una pareja a partir de la falta de información. “Y eso nos llevó a trabajar el corto cada vez más elípticamente, sin perder de vista la capacidad narrativa que queríamos mantener”, subraya Schjaer.

El director explica que la vivencia previa a la maternidad es, en realidad, uno de los temas por los que atraviesa Mañana todas las cosas, pero lo fundamental, dice, es “cómo un personaje maneja la información frente a otro que no lo sabe y cómo el espectador ingresa en ese mundo donde maneja más información que el personaje masculino”. Schjaer admite que nunca estuvo del todo claro por qué Julia le oculta lo que sabe a Diego. “Sí creo que tiene que ver con el modus operandi de las parejas: con que nunca se puede saber todo y que, a veces, ese no saberlo todo es un poco más grave que en otros casos”. Como el corto aborda la dificultad de las cosas que no se pueden o que cuestan decir, “es más un trabajo sobre los gestos que sobre las palabras”, sostiene su creador.

El dolor después del dolor

Paisaje aborda la situación de una mujer afligida después de una tragedia que no se sabe cuál es. También está filmada en ambientes naturales y con un solo personaje: una mujer que arrastra algo (que tampoco se termina de saber qué es exactamente) por la selva hasta llegar a depositarlo en un árbol. Pero el título es también una metáfora del paisaje interior de esta persona dolida, casi sin fuerzas más que para arrastrar ese bulto por un terreno difícil. Umpierrez sostiene que tenía la necesidad “de intentar algo vinculado con el después de un accidente o una tragedia que puede desencadenar cosas tremendas en la vida de alguien”. El debutante detrás de cámara proviene del teatro y reconoce que al ingresar al universo cinematográfico quiso probar “entrar en ese lenguaje y, sobre todo, acercarme en términos escénicos a una experiencia que el teatro no me podía acercar: al espectador no lo puedo meter en una zona selvática como en este caso”. En la historia no se menciona la tragedia, sino que está sugerida: “Me gusta trabajar con los signos. Hubo un trabajo previo de ver cuáles eran los signos a los que la protagonista después se remite porque aparecen, por ejemplo, algunos elementos”, sostiene el director. Al ser un trabajo sobre el duelo, Umpierrez espera que sea recibido con la experiencia de quien lo vea. “Quiero que la gente viva una experiencia viéndolo, que sea una sensación, un estado. Y, en términos narrativos, me interesaba que algo explotara y que el otro pudiera agarrar los pedazos que pueda de esa explosión”.

Antes de ponerse los largos

Los tres cineastas tienen sus opiniones respecto de si viven la experiencia de realizar cortos como un paso previo al debut en el largometraje o de si creen que es posible hacer una carrera como cortometrajistas. Williams opina que “el corto es una obra independiente. No es un ensayo de un largo, porque también la manera de contar las cosas cambia mucho si uno tiene que contarlo en poco tiempo o en mucho”. También para Williams se modifica notoriamente la forma de escribir y de filmar. “Pero también me parece que, en el sentido comercial, si querés dedicarte al cine es un poco más difícil hacer solamente cortos”. Es que en la Argentina no hay cultura de exhibición de audiovisuales de este formato. “Para mí, en el sentido de la obra, no es un proto largo. Es algo en sí mismo como lo son un cuento y una novela”, considera Williams.

Schjaer entiende que hay algo muy rescatable del corto: “Es un espacio donde todavía es posible experimentar. Podés probar muchas cosas y, en ese sentido, si bien el corto es una obra independiente, al menos en mi caso es un lugar donde uno ensaya cosas que después le gustaría trasladar a una película”, sostiene. Es que Schjaer entiende que el corto “todavía respira una especie de libertad incondicional donde uno puede hacer casi lo que quiere dentro de un marco determinado. Y también como es necesario sostener ideas más chicas, te da la posibilidad de probar, sin ningún tipo de pretensión de que eso termine en un resultado acabado. En ese sentido, es un proceso de pensamiento y creación constante”, afirma el director de Mañana todas las cosas.

Para Umpierrez, es casi inevitable “pensar que uno está ensayando para después animarse a un relato un poco más elaborado, a pesar de que el cortometraje tiene también un relato bastante complejo”. De hecho, reconoce que pensar en escribir un guión de un corto le provoca un problema mayor que hacerlo para una obra de tiempos dramáticos más pesados. “Sin embargo, desde la dirección siento que es muy difícil sostener un largometraje. He visto buenos guiones que después los directores no sostienen desde el relato. El cortometraje sirve para pensar la mirada estética de cómo uno empieza a ver el mundo, cuál es su marca, qué es lo que más le interesa. Y, en términos de relato, empezar a agarrar confianza para después entrar en el otro formato”, considera.

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Williams, Schjaer y Umpierrez, estéticas diferentes para un gran desafío artístico.
 
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