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Jueves, 15 de agosto de 2013

CINE › ENTREVISTA A SEBASTIáN LINGIARDI Y MARíA PAZ BUSTAMANTE

El poder del relato wichí

En Sip’Ohi, el lugar del Manduré, el director y la guionista siguen los pasos del profesor indígena Gustavo Salvatierra, quien vuelve a su lugar de origen para compilar los relatos orales del pueblo wichí que sobrevivieron gracias a esta modalidad de transmisión.

 Por Oscar Ranzani

Hace tres años, el cineasta Sebastián Lingiardi y la guionista María Paz Bustamante fueron los responsables del mediometraje Las pistas-Lanhoyij-Nmitaxanaxac, una historia de ficción interpretada por habitantes originarios del Chaco. Durante la elaboración del proyecto, se unió a ellos Gustavo Salvatierra, un profesor indígena que creció en la zona del Impenetrable chaqueño y que terminó actuando en la película. Por aquel entonces, Salvatierra le propuso a Lingiardi hacer “una película más wichí”, como una manera de mostrar a los miembros de la comunidad. Finalmente la concretaron: se titula Sip’Ohi, el lugar del Manduré y se trata, en este caso, de un documental de una hora de duración en el que Salvatierra vuelve a El Sauzalito –su lugar de origen, tal como se lo conoce en la actualidad–, donde tiene la misión de compilar los relatos orales del pueblo wichí que sobrevivieron gracias a esta modalidad de transmisión. Allí se encuentra con su amigo Félix, quien lo acompaña en esa misión. Sip’Ohi tiene la particularidad de dar cuenta de esas narraciones a través de las propias voces de sus protagonistas, quienes manifiestan el valor de su cultura y de sus tradiciones ancestrales. El film se estrena hoy en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635).

“Nosotros trabajamos bastante una hibridación entre documental y ficción”, cuenta Lingiardi a Página/12. “Por una cuestión de simpleza, para que se entienda más desde qué lugar estábamos trabajando, hablamos de documental porque quizá el lugar del que partimos es más documental, pero está totalmente mezclado con la ficción. Incluso, también hubo cosas que nos fueron pasando mientras hacíamos la película que después recreamos de manera más ficcional porque requerían cierta preparación”, agrega el director del film. “O, por ejemplo, les pedíamos que reprodujeran algo que ya nos habían contado en una situación distinta”, completa la guionista.

–Las narraciones de cuentos de la cultura wichí pueden funcionar también como una suerte de ficción relatada verbalmente, ¿no?

Sebastián Lingiardi: –Tal cual. Creo que en esta dicotomía entre la ficción y el documental que se piensa el cine, seguramente el relato oral no encaja en ninguna de las dos. Entonces, eso mismo es la esencia de este híbrido.

–La película no sólo reflexiona sobre el valor de la identidad originaria, sino también sobre la importancia de la transmisión de la memoria oral.

María Paz Bustamante: –Así es. Durante el rodaje, descubrimos que hasta los más chiquitos que apenas hablan español podían contarnos un relato. Eso fue maravilloso porque, como blancos occidentales, como escritores y lectores, conocíamos las recopilaciones de los cuentos y sabíamos que existían, pero pensábamos que quizá los más viejos iban a ser los que nos iban a poder contar esas historias. De repente, descubrimos que todos tienen un relato para contar. Y eso nos abrió muchísimo el espectro.

–¿Qué aspectos tuvieron en cuenta para filmar los relatos orales?

S. L.: –Fuimos trabajando cada relato en particular. Hubo dos procesos. Previo a esto había una decisión clara de no ser representativos; es decir, que las imágenes no fueran una ilustración de los relatos orales, ni que tampoco nos quedáramos solamente en los momentos en que los relatos se enunciaban en esa intimidad, porque justamente en ese realismo tampoco habríamos llegado a la profundidad que tienen esos relatos y cómo afectan en la cotidianidad. También hay una simbiosis entre los relatos, el medio ambiente y los mismos individuos wichí. Entonces, a partir de eso, surgen dos procesos que tienen que ver con asociaciones. Por ejemplo, en el relato que ellos tienen de cómo les roban el fuego a los dioses, lo asociamos con una imagen sobre la práctica que tienen de hacer fuego. Y después, ideas más abstractas como, por ejemplo, la pantalla en negro para una divinidad de ellos que es Takjuaj: es un dios que puede mutar en cualquier forma. O sea que es pura potencia. En realidad, lo asociamos bastante rápido con la idea de la pantalla en negro porque antes de hacer la película pensábamos que el poder de los relatos es tan grande que, aun si había un cine a oscuras solamente escuchándolos, podía funcionar. Justamente por el poder que tienen.

–¿Y cómo fue la selección de los relatos que finalmente quedaron en la película?

S. L.: –Principalmente, nos quedamos con los que tienen más que ver con una construcción de la cosmovisión de la cultura wichí, donde hay algo vinculado con un mundo más metafórico o alegórico. Por supuesto que esto está pensado desde la cultura occidental, porque en la cultura de ellos son personajes casi literalmente reales. Nos quedamos más con esos relatos que con otras historias más realistas o si se quiere más históricas. Más que nada porque quisimos darle a la película una atmósfera más mitológica. Además, hay una cierta dificultad para acceder a los relatos. Si bien hay una confianza también hay una reserva. Entonces, la mayoría de los relatos que nos contaron están en la película.

–¿Los relatos también tienen la función de mostrar cómo es la cultura wichí?

M. P. B.: –No. Justamente, la relación que se trabajó entre la imagen y el relato trataba de que el espectador pueda experimentar, de algún modo, esa sonoridad, esa manera de contarlo. La idea es que tengan una experiencia de esos relatos.

–¿Otro objetivo del film es que ayude a la preservación de la cultura indígena?

M. P. B.: –Nosotros pensamos que estos relatos se vienen transmitiendo de generación en generación y se siguen transmitiendo. No creemos que seamos nosotros los que vayamos a conservarlos o que ése sea nuestro rol. Es algo que está, que existe, que se sostuvo y que es muy rico.

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La idea de Lingiardi y Bustamante fue que los espectadores puedan experimentar los relatos.
 
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