espectaculos

Jueves, 5 de septiembre de 2013

CINE › PAZ ALICIA GARCIADIEGO, GUIONISTA DE ARTURO RIPSTEIN, HABLA DE LA VERSION CINEMATOGRAFICA Y MUY LIBRE DE LA NOVELA DE FLAUBERT

“Detesto a Emma Bovary, me parece una imbécil”

La pareja del director mexicano explica por qué se vio obligada a cambiar el punto de vista para Las razones del corazón. “Más que ella, me interesaba Charles, un tipo absolutamente generoso”, afirma.

 Por Horacio Bernades

“Me han implantado una próstata”, dice, para sorpresa de los presentes, Paz Alicia Garciadiego, pareja y guionista estable de Arturo Ripstein desde hace más de treinta y cinco años. “Una prótesis, quiero decir.” La dueña de uno de los nombres más bellos y sonoros de toda la hispanidad se operó hace un mes de un problemita de rodilla y está aprendiendo a convivir con su prótesis. A convivir con su “dislexia”, como ella llama a esta clase de tropezones lingüísticos, está más habituada. Cosa curiosa: la autora de diálogos tan redondos, sonoros y precisos como su propio nombre vive trabucándose. “La azafata se quedó dura cuando le hablé de mi ‘próstata’”, ríe ahora Garciadiego. “Debe haber pensado que era la peor mentirosa del mundo, o la travesti mejor disimulada que haya visto.” Ahí sí, la línea de diálogo está a la altura de los aforismos que suele poner en boca de sus personajes. Aforismos que son como de un Oscar Wilde cruel y pesimista.

En persona, Paz Alicia es, sin embargo, tan vivaracha y animada como una Chavela Vargas talle small. Bajó a Buenos Aires para acompañar el estreno de Las razones del corazón, decimotercera película que escribe para Ripstein, después de haberlo hecho en La reina de la noche, La mujer del puerto y Profundo carmesí, para nombrar sólo las más notorias. En su estadía porteña, Garciadiego aprovechó para dictar una masterclass sobre la especificidad del lenguaje cinematográfico. Todo ello con el auspicio del PCI, la Asociación de Directores de Cine Independiente. Atentísima al interlocutor y practicante convencida de una suerte de confesionario móvil, Garciadiego es una entrevistada ideal. Como sus personajes, se expresa con una suerte de brutalidad directa y desternillante. “Emma Bovary es una imbécil”, lanza de golpe, para sorpresa del entrevistador. La sorpresa es producto de que Las razones del corazón no es otra cosa que una versión –libre, pero versión al fin– de Madame Bovary. Capaz de fundamentar al detalle cada una de sus boutades, en la entrevista Garciadiego explicará la severidad de su punto de vista sobre la heroína de Flaubert, justificando por qué se sintió obligada a reescribir el personaje de aquella famosa esposa de un médico de provincia.

Cuestión de multiplicar continuidades entre ficción y realidad, en el momento de la entrevista Garciadiego acaba de pelearse con su hija, que es argentina. “Como toda relación madre-hija, la nuestra es complicada”, dice la creadora de madres que han llegado al punto de asesinar a sus crías. “Cada vez que nos encontramos, nos peleamos. Después se nos pasa.” Esposa del recién nombrado embajador mexicano en China, hace sólo semanas que la otra hija de Garciadiego se mudó con su familia a los antípodas. La nieta de seis años, que obviamente no habla una palabra de chino, está yendo a un colegio inglés, idioma que tampoco es que domine. “¿Sabe lo que es volverse analfabeto de un día para otro, poco después de haber empezado a leer y escribir?”, pregunta Garciadiego, con tremendismo familiar para el habituado a sus diálogos de melodrama.

“Por suerte en Buenos Aires hay dos horas menos de diferencia, y acabo de skypear con ella”, suelta, neologismo mediante. “Es que se va a la escuela a las 7 y media de la mañana y doce horas más tarde está durmiendo. Aquí, despertándome a las 7 y media la agarro despierta. Aunque sea yo la que a esa hora estoy totalmente dormida. Pero la niña necesita mimos, pobre. Adaptarse a un país tan distinto no es fácil para nadie.” La abuela se despierta temprano para mimar a la nieta: tal vez finalmente la señora Garciadiego no se parezca tanto a las mater terribilis que pueblan su cine. Madres que reaparecen, de más está decirlo, en Las razones del corazón.

–¿Cómo fue que decidieron hacer una versión de Madame Bovary?

–Esta vez fue una decisión mía. Si mal no recuerdo, en algún momento, hace bastante tiempo, habíamos hablado con Ripstein de la posibilidad de adaptarla. Pero fue una conversación al paso, que quedó ahí. El interés me resurgió durante un encuentro con una amiga, en el que nos pusimos a hablar sobre novelas de adulterio, y ahí salió Madame Bovary. Le comenté a mi amiga que la novela me gusta mucho, pero el personaje me choca. Lo detesto. Es una mujer con la que nunca he logrado comunicarme.

–¿Por qué?

–Porque es una imbécil.

–...

–Es una imbécil por sus valores. Es una frívola... Si estuviera aquí con nosotros en este momento estaríamos hablando del nuevo perfume de alguna línea japonesa muy exclusiva, cosas así. En verdad, de la novela, más que ella el personaje que más me interesaba era el del marido, Charles, que me parece un tipo absolutamente generoso. Hasta el punto de intentar rescatar para los demás la imagen de la mujer que lo engañó con otro. En verdad, en la propia novela el de Charles es un personaje que tiene más peso del que habitualmente se le atribuye. No olvidemos que después de la desaparición de la protagonista, la novela sigue ciento y pico de páginas más. Y esas cien páginas están ocupadas por sus esfuerzos para dejar bien sentada la imagen de Emma frente a los demás, a la hija y los miembros de la familia.

–Usted produce un cambio en el personaje del marido, que no se detallará para no arruinar cierta dosis de sorpresa, que pasa de ser “el último que se entera” a alguien con mayor poder de decisión.

–Sí, en la novela no está muy claro si él está al tanto del adulterio de ella, yo creo que de algún modo se sugiere.

–Si le interesaba más el personaje de Charles que el de Emma, ¿en ningún momento pensó en un cambio más radical de punto de vista, haciendo de él el protagonista y ella la coprotagonista?

–Sí que lo pensé, pero lo que pasa es que el cine es una máquina “chupa” acción...

–¿Qué quiere decir con que “chupa acción”?

–Que sigue a los personajes activos, no a los pasivos. A los que hacen las cosas, no a los que meditan sobre ellas o los que reciben los efectos. Si quería hacer de él el protagonista, ¿qué hubiéramos mostrado? A un tipo que se pasa el día haciendo un aburrido trabajo de oficina, esperando el llamado de su esposa.

–Porque Javier, que es como se llama el marido en la película, ya no es médico, como Charles, sino un químico que hace trabajo de oficina en una empresa.

–Exacto. Y es ella, que aquí se llama Emilia...

–¿Por qué Emilia y no Emma?

–Porque no es el mismo personaje, la cambié para hacerla más afín a mí, y entonces tenía que cambiarle también el nombre. Además, como a diferencia de Emma es de clase más baja, es como una Emma pequeña, una Emilia.

–Perdón por la interrupción, ¿qué estaba diciendo?

–Decía que es ella la que lleva la acción: sufre, se deshace, grita, llora, se desespera, sube a ver al amante, desatiende a la hija...

–Todo lo cual la convierte en heroína de melodrama, que es el género que a usted más le interesa.

–Claro, por eso decía lo de la afinidad. Ojo, que no deja de comportarse estúpidamente, pero por otras razones. Fue para poder hacerla afín también que la bajé en la escala social.

–¿Por qué?

–Porque a mí me gusta la gente de clase baja.

–¿Por?

–Porque se expresa sin remilgos, como a mí me gusta. No habla de “relaciones de pareja” o de “hacer el amor”, como personajes de clase media, sino de marido, amante, coger y así. Y además son más físicos y pasionales, tienen menos problemas a la hora de ponerse en carne viva.

–Y Emilia se pasa toda la película en carne viva.

–Claro, desde que empieza. Está totalmente fuera de sí, abandona las tareas de la casa, no le prepara la comida a la hija. Está fuera de sí y fuera del mundo: sólo le importa el amante, que vive unos pisos más arriba, en la azotea.

–¿Por qué hizo de él un músico cubano?

–Porque los cubanos siempre estuvieron rodeados de esa aura como sexual, y además porque está de paso, porque lo que quiere es pasar a Estados Unidos, como en un momento le señala la vecina a Emilia. De hecho, hay una vieja frase en México que es “hacer el cubano”. Hacer el cubano es lo que aquí sería “dejarte pagando”.

–¿Por qué decía antes que aunque sea menos frívola que Emma, Emilia también se comporta estúpidamente?

–Bueno, justamente por eso: por no querer reconocer que el cubano le va a “hacer el cubano”. Ella no es que lo ame a él por lo que es: lo ama porque es lo que no tiene. Y ella quiere lo que no tiene: ese tipo guapo, que toca el saxo en la terraza, cerca del cielo. Si no fuera él, sería otro. Ella lo que quiere es un tipo que la coja al mediodía, o a las cuatro de la tarde. No a la noche, y con suerte.

–Usted no parece ser muy bovarista...

–Le repito que me simpatiza más el personaje del marido. No sólo por su generosidad para con la mujer que le fue adúltera, sino también por su sentido de realidad. El sabe que la vida es eso que él hace: levantarse todos los días, ir a trabajar, volver a casa, estar con su esposa y su hija...

–¿No le parece una actitud de resignación?

–No, de resignación no. De reconocimiento. De reconocimiento de que la vida es jodida.

–Como de costumbre en sus guiones, la relación materno-filial no responde a los cánones convencionales, por decir lo menos.

–Le di más preeminencia al personaje de la hija, que en la novela aparecía más que nada por alusión. Cuando la leí por primera vez, recuerdo haberme preguntado cómo podía ser que la hija no apareciera en la vida de esta mujer. Y la hice aparecer.

–Es un personaje fuerte, el de la hija.

–Sí, enfrenta a la madre, reclama lo que no le da. Es también, como el marido, un personaje realista.

–Como de costumbre, también, el momento más revulsivo de la película tiene lugar entre madre e hija.

–¡Entre madre, hija y abuela! Emilia le ordena a su hija que no le tenga piedad, que jamás la perdone. Que la odie toda su vida, incluso. Lo cual me parece admirable de su parte, ya que es una forma de reconocer que se equivocó, que metió la pata y eso ya no tiene remedio. Por eso la decisión que toma es de una gran valentía.

–Y de un gran realismo de su parte, también, en la medida en que advierte que llegó a un callejón sin salida.

–Así es.

–La madre de Emilia la deja librada a su suerte, eligiendo salvaguardar a la nieta.

–Es una suerte de eutanasia indirecta la que practica la madre. Comprende que no hay otra salida.

–¿Al pedir a la hija que la odie durante el resto de su vida Emilia no está como inoculándole un virus, no le deja un legado de odio para toda la vida?

–Es que aprender a odiar es importante. El odio, el rencor, son más fuertes que el amor. Al menos en mi país, en otros no sé.

* La Masterclass completa de Paz Alicia Garciadiego puede verse en las direcciones pcicine.blogspot.com.ar y en facebook.com/PciCine.

Compartir: 

Twitter

“Me gusta la gente de clase baja porque se expresa sin remilgos”, afirma Garciadiego.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.