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Lunes, 27 de octubre de 2014

CINE › TERMINó LA 1ª EDICIóN DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE LAS TRES FRONTERAS

Recuperar el gusto por el cine

La muestra, organizada por Juan Palomino y Daniel Valenzuela, en Puerto Iguazú, suplió con carpas la falta de salas tradicionales. Se vieron más de setenta películas, entre largos y cortos, provenientes de toda la región.

 Por Ezequiel Boetti

Desde Puerto Iguazú

Punto final para la primera edición del Festival Internacional de Cine de las Tres Fronteras. Dirigido por el actor Juan Palomino y con su colega Daniel Valenzuela en la producción general, el certamen consiguió su objetivo primordial: recuperar la experiencia cinematográfica en una ciudad sin salas de exhibición tradicionales como Puerto Iguazú, mediante la proyección en carpas especialmente acondicionadas de más de 70 películas, entre cortos y largos, provenientes de toda la región. La iniciativa permitió que este lugar “se llenara de cultura”, tal como señaló el gobernador de Misiones, Maurice Closs, durante la ceremonia de clausura realizada el sábado a la noche, en la cual se conoció la nómina de palmarés de las distintas competencias, con La Salada y La última estación como grandes ganadoras.

Estrenada en la última edición del Bafici, la ópera prima de Juan Martín Hsu, que sigue las peripecias de un grupo de comerciantes en la feria del título, fue elegida como Mejor Película de la Selección Oficial de ficciones, mientras que el Premio Especial del Jurado fue para la coproducción argentino-ecuatoriana Feriado, de Diego Araujo. La actriz Erica Rivas (El cerrajero) y los actores Juan Carlos Valdivia y Elio Ortíz (Yvy maraey-Tierra sin mal) se llevaron el premio a las mejores interpretaciones, y el brasileño Marcelo Galvao fue premiado por la dirección de La despedida. Entre los documentales, el galardón principal fue para La última estación, de los chilenos Catalina Vergara Arthur y Cristina Soto, también reconocidos en el rubro dirección. La Mención Especial fue para el rockumental Blues de los plomos, de Paulo Soria y Gabriel Patrono. Madera, del cubano Daniel Kvitko, fue el Mejor Corto Internacional, sección en la que María, de Mónica Lairana, y Kay Pacha, de Alvaro Sarmiento, se llevaron sus respectivas Menciones Especiales. El Mejor Corto Regional fue Jasy Porá, de Pavel Tavares.

Un viejo punk desencantado

Iba a ser y finalmente no fue. Anunciado con bombos y platillos como presidente del jurado de la Competencia Internacional de Largometrajes en abril de este año, el cineasta británico Alex Cox era una de las máximas atracciones del festival, hasta que una operación de urgencia de su mujer le impidió arrimarse hasta la Mesopotamia argentina. Sin embargo, la proyección en estas tierras de su película más emblemática, Walker, es la excusa perfecta para dialogar vía Skype con uno de los realizadores más contestatarios y políticamente incorrectos del Hollywood de la era reaganiana. “No creo que sea un director políticamente incorrecto. ¡Mi política es muy correcta! Son los malditos capitalistas los que tienen el problema”, refuta desde el otro lado del Atlántico.

Nacido en las cercanías de Liverpool en 1954, Cox arrancó sus estudios cinematográficos en Bristol para después hacer las valijas y partir rumbo a la Universidad de Los Angeles, de donde se egresaría a comienzos de los ’80. Fue justamente en esa época cuando ideó una historia centrada en la vida de un recuperador de autos impagos, interpretado por el entonces ascendente Emilio Estévez. Claro que el subtexto de Repo Man (1984) es una invitación a reflexionar sobre “el peligro de una guerra nuclear”, tal como afirmó durante su visita al Festival de Mar del Plata ’11, donde presentó varios de sus films, además del libro sobre spaghetti western 10.000 formas de morir. “Creo que hoy estamos en la misma situación que en los ’80”, dice, y explica: “El presidente de los Estados Unidos sigue buscando razones para pelearse con Irán o con los rusos. ¡Pero imagínese la cantidad de bombas que tenemos los gringos! Y no sólo nosotros, sino también los locos ingleses, franceses, israelíes, indios y pakistaníes. Estamos a diez minutos de una guerra nuclear”.

Podría pensarse que el tono crítico e irreverente de Repo Man era razón suficiente para que Universal le soltará la mano, pero no sólo le financiaría una sino dos películas más: aquella retorcida recreación de la historia de amor entre Sid Vicious (interpretado por un jovencísimo Gary Oldman) y Nancy Spungen (Chloe Webb) en Sid & Nancy (1986) y después sí, su expulsión definitiva del sistema de estudios con Walker. Aquel film, el más deliberadamente político de su carrera, estaba muy libremente basado en la vida de un político-militar-mercenario norteamericano que gobernó Nicaragua a mediados del siglo XIX llamado William Walker, y sus reminiscencias con la pulsión colonialista e hiperviolenta vigente en los Estados Unidos del siglo XXI es francamente sorprendente. “Filmamos en Nicaragua en tiempos de guerra y mientras el gobierno gringo financiaba una serie de masacres terroristas contra la población civil. Los estudios son muy derechistas, pero querían hacerse los cool y a veces financiaban películas independientes como las mías. Además, necesitaban aprender a hacerlo para después fundar sus filiales indies. Pero esa época ha terminado”, dice hoy.

Quizás esa marginación justifique su diagnóstico sobre el futuro de Hollywood: “Los estudios haciendo sólo una película al año para que todo el mundo la vea y compre el juguete y la hamburguesa”. “Es que ese es el capitalismo”, justifica, y amplía: “Está muy clara la intención de hacer la producción mínima. Esa, y no la piratería, es la explicación de la crisis de producción en los Estados Unidos. Por eso, para mí las películas más interesantes de este siglo, como Diablo, Hora Cero, Holly Motors o A Field in England, están fuera de ese mercado”. Ya en los ’90, el mercado argentino le perdería el rastro a Cox, quien sin embargo seguía filmando películas rabiosamente flemáticas como El Patrullero (1991) o Three Businessmen (1998). Sin embargo, él fue por más y, no contento con ser catalogado por muchos como un director de culto, mudó su posición habitual poniéndose delante de las cámaras como presentador del ciclo de películas Moviedrome, emitido durante casi una década en una de las señales de la BBC. “La mayoría de las películas pertenecían al canal, pero también me dejaron incluir algunos westerns italianos vistos por primera vez en la televisión inglesa, como Django, Requiescant o Il grande silenzio”, concluye.

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Los films La Salada y La última estación fueron los grandes ganadores del festival.
 
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