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Miércoles, 9 de septiembre de 2015

CINE › DARíO GRANDINETTI HABLA DE SU PROTAGóNICO EN FRANCISCO. EL PADRE JORGE

“Este Papa nos tiene deslumbrados”

Aunque reconoce que no es creyente y no había seguido la trayectoria de Bergoglio, Grandinetti decidió asumir el personaje porque “este Papa empezó a hacer cosas muy parecidas a las que todos le venimos reclamando a la Iglesia desde hace años”.

 Por Oscar Ranzani

El largo recorrido de la figura de Jorge Bergoglio desde que, siendo adolescente, tomó la decisión de ser cura hasta que fue elegido como el nuevo Papa en el cónclave de 2013 es el que establece el film Francisco. El Padre Jorge, escrito y dirigido por Beda Docampo Feijóo. La biopic del Papa está basada en el libro Francisco, vida y revolución, de Elisabetta Piqué, periodista argentina corresponsal en el Vaticano. Darío Grandinetti protagoniza la película acompañado por la actriz española Silvia Abascal junto al resto del elenco integrado por Leonor Manso, Laura Novoa, Leticia Bredice, Carola Reyna, Jorge Marrale, Alejandro Awada, Pablo Brichta y Gabriel Gallicchio, entre otros. Se trata de una película que pretende homenajear a Jorge Bergoglio, aun en los casos en que ha despertado controversias. En ese sentido, el largometraje de Docampo Feijóo está más bien destinado a quienes adhieren sin fisuras a la figura del Papa, sin dejar lugar para los matices o visiones menos absolutas. Grandinetti se sintió contento con la elección del personaje aunque, en diálogo con Página/12, expresa: “Lo pensé mucho. Me dije para mí que era una locura, que me iba a meter en una exposición enorme, pero después me pareció que eso también tenía un atractivo. Pero lo que más me sedujo fue hacer a este Papa”. El film se estrena mañana jueves.

–¿Implica una mayor responsabilidad como actor componer un personaje real?

–Se supone que sí. Por elección, yo soy bastante inconsciente de esas cosas. Siempre intento no sobrecargarme con responsabilidades, con cuestiones que tienen que ver con el afuera, con esta inevitable e innegable exposición que uno tiene al hacer un personaje como éste. Son cosas que sé que existen. En todo caso, las evalúo antes y, una vez que tomo la decisión para un lado o para el otro, me olvido. Eso lo tengo bien claro y lo aprendí bastante: la energía la tengo que poner en la tarea, en hacerlo. Todas las otras cosas existen, no las niego, están, las evalúo, pero después me olvido o intento olvidarme lo más rápido posible.

–¿Cómo se preparó para interpretarlo? ¿Leyó el libro de Elisabetta Piqué?

–Sí, lo leí. Me pareció que era necesario, aunque el guión es muy fiel al libro. Si bien no está todo el libro, lo que está es muy fiel al libro de Elisabetta. Me pareció, tal como me parece la película, una especie de historia oficial contada por él y también por algunas personas que lo conocieron mucho y otras que creen saber cosas. Pero, en todo caso, me resultó muy atractivo leer después el libro porque no era más que la confirmación del guión. Para mi trabajo me resultó más necesario todo lo que hice después de investigación, de ver material, de estar con él, de hablar con gente que lo conoció mucho. Me sirvió mucho hablar con Carlos Grosso que lo conoció muy bien. Me contó algunas cosas que para mí fueron importantes. Por ahí, no tienen que ver con la historia de Bergoglio particularmente sino con esto de ser jesuita. Fueron una serie de cosas que si uno las cuenta, se preguntarán: “¿Por qué será atractivo esto para él?”. Bueno, porque los actores estamos medio piruchos (risas). Más allá de la renguera y del comportamiento físico, había otra cosa que yo quería comprender y que tenía que ver con esta necesidad que tenemos los actores de estar siempre intentando robarle el alma al personaje. Y en este caso, robarle el alma al Papa... ¿Justo a él? (risas).

–¿Usted es creyente?

–No soy religioso, pero sí tengo mucha fe en el ser humano, en el hombre. Y, en ese sentido, entiendo a Bergoglio poniendo énfasis en Jesús. En Jesús como hombre de la calle, pastor y predicador. Pero yo me imagino a un Jesús más Che Guevara.

–¿Admiraba a Bergoglio antes de esta posibilidad actoral?

–No, no lo conocía. No era un personaje que me hubiese llamado la atención para investigar, descubrir o leer.

–¿Y qué significa para usted ahora la figura del Papa?

–Antes de hacer la película, el Papa empezó a gustarme. Cualquier Papa ha sido un líder político. Las líneas políticas de los papados anteriores no me conformaban. Este Papa empezó a hacer cosas muy parecidas a las que todos le venimos reclamando a la Iglesia desde hace años.

–¿Cómo analiza a la oposición política argentina que apoyaba la figura de Bergoglio y que, producto de su acercamiento al gobierno nacional, esta oposición quedó un poco descolocada?

–¿Cómo la veo? Como una de las tantas cosas que se intenta hacer para llevar agua a su molino. En lugar de decir qué es lo que van a hacer, qué políticas sociales, económicas, de derechos humanos van a implementar, tratan de hacer marketing. En todo caso, que te recibiera el Papa era una estrategia de marketing para sumar votos. Y así lo viven cuando el Papa recibe a Cristina. Fíjese que es lo que más les molesta. Pero no dicen que el Papa habla de la Patria Grande. De eso no dicen nada. Lo único que les molesta es el hecho marketinero, para ellos, de que reciba a Cristina cinco o seis veces. Y realmente te encontrás con cosas de un coraje... Hay que tener coraje para decirle al Papa lo que tiene que hacer, qué está bien y qué está mal. Podrían ir a recuperar las Malvinas con ese coraje, en vez de dedicarse a estas cosas.

–¿Cómo analiza el rol de Bergoglio durante la dictadura? ¿Comparte la visión que tiene la película de que no tuvo ninguna responsabilidad condenable en torno de este tema?

–En cuanto a ese tema específico yo creo que no la tuvo. Si bien era responsable de los jesuitas en general, por lo que ha dicho él, medio que los puso en aviso a Jalics y Yorio. Su responsabilidad en la orden eclesiástica argentina era nula. El no era arzobispo. Al contrario: era un curita. En todo caso, habían desaparecido y se habían cargado a curas con mayor rango en la Iglesia Argentina. Y los responsables eran otros. También debo decir que era un momento muy difícil, que él tuvo alguna consecuencia de eso porque lo primero que hicieron fue medio exiliarlo a Córdoba, de donde lo trajo Quarracino. Yo vi en YouTube su declaración en el juicio por la desaparición de los dos jesuitas, que después aparecieron. El cuenta que fue a ver a Massera dos veces. Si uno se pone simplista, puede decir: “Bueno, después aparecieron los jesuitas. Así que se ve que el pedido que él hizo sirvió”. Por otro lado, no lo han responsabilizado a él ninguno de los dos jesuitas cuando hablaron. Ahí hay una cosa medio gris de uno que no quiso hablar, que no quiso contar nada. Pero no ha habido ningún testimonio fehaciente responsabilizándolo, como sí ha habido de otros.

–¿No cree que la película debería mostrar alguna contradicción porque antes que Papa es un ser humano?

–Sí, podría ser. Pero bueno, la decisión que se tomó desde la escritura del guión fue contar esto. Y yo creo que responde a una idea de encontrar la coherencia entre este Papa que nos tiene a todos deslumbrados y el recorrido que él hizo. Uno ve en la película que no hay contradicción entre su recorrido y su llegada. Viendo todo lo que él hizo antes, uno dice: “Claro, es lógico, es coherente”. El tema es que poca gente lo conoce. A aquellos que lo conocen de antes no les sorprende nada lo que está haciendo el Papa, en absoluto. Esta cosa de animal político que tiene Bergoglio a nadie le sorprende: la tuvo siempre.

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“Creo que Bergoglio no tuvo ninguna responsabilidad condenable en torno a la dictadura”, dice el actor.
Imagen: Pablo Piovano
 
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