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Domingo, 25 de octubre de 2015

CINE › LA NUEVA ADAPTACION PARA LA PANTALLA DE MACBETH, DIRIGIDA POR JUSTIN KURZEL

Un Shakespeare sumido en la oscuridad

Es la representante más reciente de una larga lista de adaptaciones, que nunca tuvieron suerte con la crítica y el público. El australiano se inclinó por una versión extrema, que profundiza los aspectos más siniestros del texto de Shakespeare.

 Por Geoffrey Macnab

En la nueva adaptación de Justin Kurzel de Macbeth, que se vio por primera vez en Cannes y se estrenará en Europa el próximo 2 de octubre, Michael Fassbender interpreta el rol principal de un modo agresivo: el dolor y la violencia son los motores de la película. Macbeth y Lady Macbeth (Marion Cotillard) son vistos por primera vez poniendo piedras en los ojos de un niño muerto. Momentos más tarde, Macbeth aparece en el medio de una batalla en la cual el uso extremo de la cámara lenta destaca la ferocidad del derramamiento de sangre. La música acompaña el efecto. Los destrozados paisajes de Escocia parecen permanente sumidos en nubes y bruma.

Ciertamente, no es una película amable.

Puede verse la atracción de adaptar el “texto escocés” de William Shakespeare. La película anterior de Kurzel, Snowtown (2011) contaba la historia detrás de los asesinatos de “cuerpos en barriles” en Adelaide en los 90. Su Macbeth es también un estudio sobre el homicidio, una película en la que la sangre fluye libremente. Es también un drama sobre la culpa, la traición, el trauma y el autodesprecio. Fassbender y Cotillard musitan sus soliloquios llenos de remordimiento, como si al hablar para sí mismo esperasen justificar su propia monstruosa conducta. Hay poquísimo humor. El portero borracho fue eliminado. Lo más cerca a una broma que hay es cuando Macbeth y su esposa, muy ocupados en planear el asesinato del Rey Duncan, tienen sexo mientras hacen un juego de palabras con tener el coraje potente. Es una versión dura de la obra del dramaturgo inglés. Kurzel no ha intentado una nueva interpretación de Macbeth o de relocalizar la acción, ni siquiera de simplificar el verso. Simplemente se agarra de la oscuridad ya presente en el texto. Utiliza los primeros planos y alienta a los actores a interpretar a Macbeth y su esposa con una intensidad digna del Método que sería imposible en un escenario.

La película de Kurzel es sólo la última de una línea increíblemente larga de versiones para la pantalla de Macbeth. Y no todas abrazaron la oscuridad. Pudo verse a June Whitfield como una Lady Macbeth en patines en un sketch de Here we go, un show de variedades en 1955. Hubo una película británico-estadounidense de bajo presupuesto llamada Joe MacBeth (1955), en la que el héroe (Paul Douglas) se encargaba de The Duke, el jefe de la mafia. Como apuntó el diario The New York Times, los realizadores hicieron un buen trabajo pero “pasaron por alto un pequeño detalle: el poder de la obra de Shakespeare reside en la alta posición de los personajes y la elocuencia de las palabras. Una trama de proporciones rutinarias es simple rutina cuand los personajes son hampones y las palabras son del estilo ‘Todo lo que tenés que hacer es meterle un dedo a Banky’ o ‘¡No quiero a esa bruja cerca!’”. Ha habido versiones situadas en viviendas estatales (Macbeth on the Estate, producida por la BBC en 1997) y versiones samurai (Trono de sangre, dirigida por Akira Kurosawa en 1957). Macbeth fue llevada a la pantalla algunas veces en la era muda y desde entonces ha propiciado adaptaciones de cine y TV, incluyendo una versión animada.

De cualquier modo, muy pocos de estos Macbeths tuvieron éxito en términos comerciales o de crítica. Orson Welles recibió algunas de las peores críticas de su carrera con su película de 1948. Los críticos ni siquiera le perdonaron que hubiera trabajado con un presupuesto pequeño, ridiculizaron su acento escocés como Macbeth y no le dieron ningún crédito por su extraordinaria inventiva visual. “Fue un enorme fracaso de crítica, el mayor que he tenido”, recordó Welles más tarde, toda una declaración si se tiene en cuenta las palizas que recibió por muchas otras películas. Como apuntó Roman Polanski en su autobiografía, “si Macbeth ha estado siempre rodeada de una serie de supersticiones teatrales, los productores de cine tienden a hacer una mueca ante la mera mención de Shakespeare”.

Macbeth, la película realizada por Polanski en 1971, financiada por Hugh Hefner (dueño de Playboy) y protagonizada por Jon Finch y Francesca Annis, perdió dinero pero aún figura como una de las mejores adaptaciones. La prensa hizo especulaciones sobre por qué Polanski hizo un film tan sangriento justo despues del asesinato de su esposa Sharon Tate (en 1969) a manos del Clan Manson. El director polaco negó furiosamente que hubiera usado la película como catarsis. “Después de los asesinatos de Manson estaba claro que cualquier película que hiciera sería tratada de la misma manera. Si hubiera hecho una comedia me hubieran acusado de estar encallecido”, escribió. De cualquier modo, reconoció haber tomado inspiración de un recuerdo de su infancia, el de un oficial nazi registrando el cuarto de la familia en el ghetto de Varsovia, para la escena en la que los asesinos de Macbeth caen sobre Lady Macduff y su joven hijo.

Hay pocos momentos de levedad en el Macbeth de Justin Kurzel. El realizador australiano comparó su adaptación con un western; si es así, se trata de uno especialmente rígido y cruel. El aspecto más extraño es que el Macbeth de Fassbender aparece como una víctima a pesar de sus fechorías. Comienza la película luciendo como embrujado. Su encuentro con la extraña mujer en los arbustos (afortunadamente, sin un vestuario tipo Halloween) sólo incrementa su ansiedad. Es como su supiera que está condenado desde el comienzo. Es una de las razones por las que este sangriento Macbeth, como muchos de sus predecesores, deberá luchar para abrirse paso en la taquilla.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Michael Fassbender y Marion Cotillard, unos Macbeth y Lady Macbeth llenos de remordimiento.
 
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