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Jueves, 24 de marzo de 2016

CINE › CORNELIU PORUMBOIU HABLA DE SU CUARTO FILM, QUE PRESENTO EN EL ULTIMO FESTIVAL DE CANNES

“Todos somos el producto de nuestra historia”

En El tesoro, que se estrena hoy en la cartelera argentina, una historia mínima le sirve al realizador rumano para ofrecer buenas dosis de historia y leyenda. “El protagonista está a la espera, luchando y esperando algo mejor”, explica.

 Por Diego Brodersen

Esta misma semana finaliza el plazo para la entrega anual de proyectos en el Centrul National al Cinematografiei (CNC), el instituto de cine rumano, y Corneliu Porumboiu está dándole los últimos toques al bosquejo de lo que podría ser su próxima película, de la cual prefiere no adelantar ningún detalle. Tiene poco tiempo y lo deja en claro. A pesar de ello, el director nacido en Vaslui, bien al este del país que durante demasiado tiempo fue conocido casi exclusivamente por el Conde Drácula y Nicolae Ceaucescu, atiende a Página/12 y dedica una buena media hora a responder un puñado de preguntas acerca de su último film. El tesoro (Comoara en rumano) tuvo su estreno mundial hace casi un año en el Festival de Cannes y –volviendo al famoso vampiro y al no menos célebre líder comunista– ofrece sus buenas dosis de Leyenda y de Historia, en un relato típicamente mínimo: un hombre y su vecino van en busca de un tesoro supuestamente enterrado en un jardín. El origen real de la historia, que terminó orbitando alrededor del núcleo del guión de la película, ilumina esos contactos íntimos entre realidades y ficciones, entre los mitos y algunos hechos, enterrados en las profundidades de las diversas capas que conforman El tesoro. Se trata del cuarto largometraje de ficción del realizador y, como ocurrió con los tres anteriores, tiene un estreno comercial en nuestro país luego de su paso por festivales locales, un caso atípico y tal vez único en la cartelera local, cada vez más reacia a sostener títulos de países periféricos.

“Adrian Purcarescu, un amigo que es realizador y actor, comenzó hace unos diez años a hacer una película, de la cual llegó a rodar solamente la mitad, fundamentalmente porque no tenía dinero para terminarla”, explica Porumboiu acerca del origen de su propio film. “Le propuse conversar sobre las escenas que no había filmado y tratar de terminar el proyecto. En lo personal, no estaba muy conforme con el material que teníamos, pero el tema de la leyenda que circulaba en el pueblo, acerca del tesoro que teóricamente había enterrado su tatarabuelo antes de que los comunistas llegaran al poder, era muy atractivo. Me puse en contacto con alguien que manejaba detectores de metales y fuimos a buscar el tesoro con un equipo de rodaje (el tipo del detector tenía dos aparatos, en realidad, y no tenía muy en claro cuál funcionaba bien). Al mismo tiempo, descubrí la historia del lugar, de esa casa y del jardín circundante, de su familia. En determinado momento tuve la sensación de que estábamos perdidos en ese jardín, que era como un agujero negro.”

“Al regresar a Bucarest revisé el material y tomé la decisión de abordar el proyecto como una ficción y ver si podíamos encontrar una salida –continúa el cineasta–. Fue como un impulso, algo muy visceral. Comencé a escribir y a ordenar la historia alrededor de un personaje central que vive en Bucarest: Costi, interpretado finalmente por el actor Toma Cuzin. En algún punto, la película se transformó en otra cosa, aunque el punto de partida continuó siendo el mismo.” Para completar el reparto, Porumboiu le pidió al propio Purcarescu que interpretara una suerte de alter ego de su persona y decidió optar por un no-actor para el rol del encargado de manipular el detector de metales: Corneliu Cozmei, quien había sido contratado para tales menesteres en la vida real. “Hice varios castings con actores y tratamos de enseñarles a usar los aparatos, que estos se transformaran en una parte de sus cuerpos, pero algo no terminaba de funcionar. Fue entonces que le pregunté a Cozmei si quería actuar, hicimos una prueba y eso fue todo. Creo que tomamos la decisión más acertada”.

–¿Cómo fue el trabajo con los actores? ¿Existió mucha improvisación?

–Hubo mucho trabajo durante el proceso de casting, pero no tanto durante el rodaje. Si bien existieron cambios y se introdujeron variaciones en las diversas tomas, no hubo mucha improvisación.

–El tesoro es definitivamente una comedia, aunque en formato minimalista y destilado. En ese sentido, puede verse como un regreso a su primera película, Bucarest 12:08, aunque el tono es otro y formalmente se parece más a sus últimos films, Cae la noche en Bucarest y Policía, adjetivo.

–Creo que tiene elementos de mis últimas películas, es cierto, aunque también se distancia un poco. El tono de la película era algo que debíamos hallar, no estaba claro desde un principio. Luego de escribir el guión tenía una idea clara de la historia, pero luego se fue transformando en algo distinto. Encontrar el tono era tal vez lo más importante, hallar un cierto tipo de ingenuidad, algo casi naïf. Realista y, al mismo tiempo, fuera de lo común. Tratamos de que la puesta en escena reflejara eso.

–La película va mutando a partir de una estructura claramente dividida en tres partes y una coda que la transforma en algo similar a una fábula. Del plano/ contraplano del primer segmento se pasa a un uso extensivo de los planos largos.

–Efectivamente, quería que los tres segmentos tuvieran un desarrollo y una forma diferente, y que la iluminación tuviera un tratamiento diverso en cada segmento. La primera parte transcurre mucho en interiores y el sol sólo puede verse en una escena. La segunda parte transcurre casi exclusivamente en exteriores. Cambian los ámbitos, de la ciudad a un ambiente rural, y también varía la luz.

–Si tuviera que describir a los personajes en términos de pertenencia a una clase social, ¿cómo lo haría?

–Quería que el protagonista formara parte de la clase media, un empleado que vive en un equilibrio bastante frágil, con deudas y créditos, y un trabajo que no le gusta demasiado. En una especia de trampa cotidiana, como la de muchísima gente. Al mismo tiempo, a este personaje le gustaría tener algo más de dinero, sobre todo pensando en el futuro de su hijo. En nuestra cultura, en nuestras familias, tenemos muy arraigada esta idea sobre los hijos que podría definirse con la frase “El niño es el rey”. En la cultura rumana, cada nueva generación afirma que no ha podido hacer lo que deseaba o soñaba, pero cree que la historia de sus hijos va a ser mejor. Es un tipo de herencia cultural que hace que se deposite mucho en los hijos. Y eso se cruza con la herencia del otro personaje, el vecino, que viene de una familia aristocrática golpeada por el comunismo y que ahora sobrevive en el día a día. El protagonista está a la espera, luchando y esperando algo mejor; su vecino es una persona más intelectual, ex dueño de una editorial, pero ahora tiene muchos problemas económicos.

–También está la idea de salvarse, de tener suerte.

–Es una cuestión de fe. Tienen que creer que puede haber algo enterrado y depositan allí todas sus energías, en esa búsqueda.

–La idea misma de cavar parece una metáfora sobre la idea de desenterrar el pasado. Se habla en la película de dos revoluciones, la reciente que acabó con el comunismo rumano y otra más lejana, a mediados del siglo XIX.

–Eso estaba muy claro desde un principio. Esa casa había pasado por muchos propietarios y había cumplido muchas funciones distintas: un jardín de infantes, un bar, un local de striptease, una casa particular... Se convirtió en muchas cosas y en ruinas de tantas otras. El hecho mismo de cavar para encontrar algo escondido por los antepasados es una forma de encontrar la identidad propia. Es una cuestión muy importante en Rumania, donde uno no sabe muy bien de dónde viene o qué había antes en el lugar que se habita. Al final del día, eso es parte de todos nosotros, somos el producto de nuestra historia.

–El estilo de su cine es distintivo, más allá de la relación indirecta con otros realizadores rumanos contemporáneos. Pero ¿existe alguna relación con el cine checo o polaco de los años 60? Algunos de esos realizadores eran maestros en la mezcla de sátira y comentario social.

–Cuando era estudiante vi mucho cine de la Nueva Ola Checa, y eran películas que me gustaban y que forman parte de mi cultura. También me gusta Chéjov y Gógol, y creo que están relacionados con esta idea de las historias con personajes pequeños iluminados de una forma satírica. Para esta película no tuve un acercamiento directo en ese sentido, pero, en todo caso, esos films circulan por mis venas desde hace tiempo.

–Entre los personajes secundarios hay policías burócratas, descendientes quizá de la era comunista, y vendedoras de joyas o empleadas de bancos que remiten a un presente capitalista.

–El personaje central viene de un sistema muy burocrático y, efectivamente, hay una cosa muy fragmentada en las diversas estructuras. Es parte de un sistema dentro de otros sistemas, en una sociedad fragmentada.

–¿Es más sencillo producir películas en Rumania ahora, comparado con la situación hace diez o quince años?

–Digamos que sí, que la situación es mejor que hace una década. El CNC estaba entonces en sus inicios y, si bien ahora tampoco hay tantos fondos, sigue siendo mejor. Pero algo empeoró: la audiencia no acompaña como antes las películas rumanas y los cines de barrio han desaparecido, sólo quedaron los multiplex y un público que ve otro tipo de cine. Por eso es importante también el tema de las coproducciones (N. de la R.: El tesoro es una coproducción con Francia); es difícil conseguir todo el dinero desde aquí, por no decir imposible. Es un sistema basado en subvenciones, en créditos del Estado. Y no es muy regular. Se producen entre 15 y 20 películas al año.

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Los tres films anteriores de Porumboiu se habían estrenado comercialmente en la Argentina.
 
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