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Jueves, 2 de junio de 2016

CINE › GABRIELA JAIME ESTRENA SU DOCUMENTAL LA CONSTRUCCIóN DEL ENEMIGO

Los medios durante la dictadura

El film aborda el caso de Juan Alejandro Barry y Susana Mata, asesinados por las fuerzas armadas argentinas y uruguayas, y de su hija Alejandrina, que fue tapa de Gente, Somos y Para Ti, quienes mintieron que la niña había sido abandonada por sus padres “terroristas”.

El 15 y el 16 de diciembre de 1977 fueron secuestrados en Montevideo y zonas aledañas cinco hombres, cinco mujeres y cinco niñas mediante un operativo conjunto de las fuerzas armadas uruguaya y argentina. Los mayores eran militantes montoneros y algunos de ellos fueron asesinados en el operativo, otros legalizados (es decir, fueron encarcelados en prisiones comunes del país oriental) y los demás fueron secuestrados clandestinamente, torturados y enviados a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Juan Alejandro Barry y Susana Mata eran pareja, y fueron asesinados durante el operativo que puso al descubierto el Plan Cóndor de las dictaduras latinoamericanas. Entre las niñas secuestradas estaba su hija Alejandrina, que fue tapa de los diarios uruguayos y luego en las revistas de mayor tirada en ese entonces de la Editorial Atlántida: Gente, Somos y Para Ti. Las publicaciones enmascararon las torturas y asesinatos realizados por los represores e hicieron hincapié en que la niña había sido abandonada por sus padres “terroristas” y “subversivos”, dando a entender que Alejandrina no había sido víctima del terrorismo de Estado sino de sus propios padres.

El documental La construcción del enemigo, de Gabriela Jaime, analiza estos hechos. Alejandrina, que hoy es una mujer, entrega su testimonio en el film que se estrena hoy en el Espacio Incaa Gaumont. El largometraje propone una reflexión crítica sobre la relación de los medios con el poder dictatorial. Jaime conoció el caso de Alejandrina Barry hace unos diez años, mientras hacía otro trabajo. “Estábamos entrevistando con una compañera a mujeres que salieron a la lucha después de 2001 y me encontré con el caso de Alejandrina. Quedó siempre picando la historia en mi cabeza, pero más como un caso aislado. No lo veía en la totalidad. Intuitivamente, siempre pensé que el film se iba a llamar La construcción del enemigo porque, aunque me haya centrado en el caso de Alejandrina, a lo largo de la investigación descubrí que había una construcción sistemática, que no era un hecho aislado la campaña que hicieron con Alejandrina: era parte de toda una campaña”, comenta Jaime en diálogo con Página/12.

–La estructura del documental está armado en base a dos ejes que convergen: por un lado, la historia de los hechos que involucraron a la familia de Alejandrina con los testimonios y, por otro, la crítica a los medios que manipularon los hechos. ¿Por qué lo pensó con estos dos ejes?

–Me pareció que teníamos que reconstruir a esas personas que habían sido construidas como un enemigo. Ellos se empeñaron en mostrarlas sin nombres, como subversivos, fabricadores de huérfanos, inescrupulosos. Y estaba bueno que supiéramos quiénes eran realmente los protagonistas.

–Hay un material de archivo que resulta espeluznante: el brindis de Videla con movileros por el Día del Periodista. ¿Este testimonio lo incorporó para reafirmar la complicidad de los medios con la dictadura?

–Sí. Me gusta usar el material de archivo no como ilustración sino como un hecho en sí mismo. Me pareció también que era una manera de reafirmar esto que la película trata de transitar: de que todo está en los medios; construido desde una óptica, pero está. Un brindis con los periodistas de ese momento (aunque, en realidad, casi todos los que estaban ahí eran empresarios, pero desgraciadamente también había periodistas) en ese momento era una cosa. Hoy, visto a la luz de los acontecimientos que pasaron, es otra. Tiene una resignificación ese archivo.

–El otro material de archivo es el de Viola que, en otro aniversario del Día del Periodista, dijo: “Esta es la clase de periodistas que necesita la Nación”. ¿Qué le sugiere esa frase a 40 años del golpe de Estado?

–Me sugiere que hay algunos que creen que esa es la clase de periodistas y que todavía los hay. Y no solamente los periodistas sino también las empresas de comunicación también necesitan de ellos. De hecho, al día siguiente que asumió Macri, todos sabemos lo que decía la editorial de La Nación. Están ahí. Yo siempre lo digo y lo dice Diego Genoud en el documental: que los periodistas no son trabajadores cualquiera porque generan ideología. No es lo mismo un trabajador de una fábrica de zapatos que un periodista. Los dos son trabajadores, pero uno genera ideología y eso es algo que hay que cuidar.

–Justamente, la participación de Genoud deja al descubierto la complicidad de la Editorial Atlántida para enmascarar y manipular lo que había sucedido con Alejandrina...

–En los documentales que se hacen con una cierta intención están los personajes de “este lado”. Pero yo también quería poner un personaje “del otro lado”, pero no tenía ningún Vigil. Aníbal Vigil está muerto, como dice su primo Constancio. Yo sabía que Genoud le había hecho una entrevista a Constancio Vigil. Le pregunté si tenía el cassette. Me dijo que sí y me pareció interesante esta relación que hace Genoud en la película de escuchar e intepretar. Que ellos mismos lo digan... Vigil dice: “Que nosotros tuvimos una posición pro-Proceso, sí, pero bueno...”. Tremendo.

–Algo que no indaga mucho el documental es cómo se montó la operación de prensa para ensuciar a los padres considerados “terroristas que dejaron sola y abandonada a su hija pequeña”. ¿Pudo saber cómo llegaron las fotos de Alejandrina a las publicaciones de la Editorial Atlántida?

–Llegaron de manos de la patota de la ESMA. La operación militar tuvo mucho que ver con la operación mediática. Fueron los mismos tiempos. Cuando llegó la patota de la ESMA a Uruguay, en los diarios uruguayos salió publicado que se habían abatido tantos extremistas de un lado, que estaba Alejandrina sola. La campaña empezó cuando llegó la patota de la ESMA a Uruguay. Ahí hubo un intercambio no sólo de prisioneros, sino que trajeron las fotos de Alejandrina y comenzó la campaña acá. Pero esas fotos fueron sacadas en Uruguay.

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“Me pareció que teníamos que reconstruir a esas personas que habían sido construidas como un enemigo”, afirma Jaime.
 
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